FUTBOLERO SOY YO

Siete razones para no creernos ya campeones del mundo

Los jugadores de España celebran el gol de Gavi ante Costa Rica./EFE
Los jugadores de España celebran el gol de Gavi ante Costa Rica. EFE

Miedo me da. Mucho además. Miedo por todo lo que estoy leyendo. Miedo por todo lo que estoy escuchando y miedo, incluso, por todo lo que pude decir y dije a lo largo y ancho de la retransmisión en directo del España-Costa Rica en el micrófono verde de Onda Cero, o miedo, incluso, de lo que puedo escribir en este artículo de Relevo. Dice Don Pelayo (Luis Enrique) que el elogio debilita. En sus manos está demostrar que es un dicho que suena bien, pero que no es totalmente cierto. Lo que sí es verdad es que los españoles enloquecemos cuando sacamos a pasear el botafumeiro en la victoria. Tanto como cuando perdemos y sacamos las guadañas.

Solo un cretino podría poner pegas al excelente partido de la Selección. Ni siquiera la pobreza futbolística de un rival que se rindió a la evidencia demasiado pronto, puede desmerecer un ápice la portentosa actuación de los hombres de Luis Enrique. Fue el partido perfecto en todos los conceptos futbolísticos. Siete remates a puerta, siete tantos. Una goleada hija de un juego veloz, profundo, perpendicular y preciso. Un fútbol que entraba por las retinas para quedarse para siempre. 

Entradas por las bandas -Jordi Alba encontró en Asensio su Messi vestido de rojo- y por el pasillo central -constantes movimientos de jugadores-. Abrumadora posesión del balón (82 por ciento y más de mil pases) y absoluta ocupación del campo contrario. Seis goleadores distintos, dato importante para un equipo que no siempre acierta a conjugar el verbo marcar... Dicho lo cual, la euforia tiene que acabarse en unas horas. Hay siete razones, tantas como los goles conseguidos, para no creer que ya somos campeones del mundo. Vayamos con ellas.

No enterremos a Alemania

Primera. Alemania y Japón son infinitamente superiores a Costa Rica y el resultado del partido entre ellos hace igual de peligrosos a los que ganaron como a los que perdieron.

Segunda. No siempre vas a tener tres claras ocasiones de gol en 10 minutos y vas a acertar a la tercera. Ni tampoco vas a rematar siete veces entre los tres palos y vas a acertar con las siete.

Tercera. Una Alemania herida puede resultar mucho más peligrosa. Hay que pensar que su cuota de error (exceso de confianza) ha caducado con lo que le ha sucedido contra Japón. Pocas selecciones, históricamente, saben competir en una situación extrema como la Mannschaft y la competitividad es hereditaria.

Musiala se lamenta de la derrota contra Japón EP
Musiala se lamenta de la derrota contra Japón EP

Cuarta. Un Japón henchido por llegar al tercer partido contra España con seis puntos en su casillero es un peligro público. No son precisamente Kubo y sus hermanos samuráis expertos en la especulación. Tampoco, de echar las cuentas de la lechera con los resultados.

Quinta. Luis Enrique todavía tiene ante sí decisiones importantes que tomar, sobre todo en la línea defensiva. ¿Seguirá Rodri como central contra Alemania o recurrirá a un central de cuna? La prueba contra Costa Rica se puede considerar como válida en todo relacionado con la salida del balón, pero no llegó a ser exigido ni una sola vez en el aspecto defensivo. Ni una carrera larga para medir su velocidad, ni media docena de balones bombeados para comprobar su oficio defensivo en el juego aéreo.

Sexta. También tiene el seleccionador que estrujarse el cerebro en la elección del delantero centro. Quitar contra Alemania a uno de los tres de arriba, goleadores los tres, para dar entrada a Morata en el once titular, como mínimo tiene su riesgo. Piensa, Pelayo, piensa.

Séptima. Para ser campeón del mundo tienes que jugar un mínimo de 630 minutos, que con los añadidos de este Mundial se pueden ir a los 700 y España solo ha jugado 90 más la propina. Queda mucho enemigo por delante como para pensar que los siete goles a Costa Rico aseguran la segunda estrella. A lo que sí dan derecho es a seguir soñando. Soñemos.