Retrato sentido de Pelayo Novo dentro y fuera del vestuario: "Siempre será mi nene"
Compañeros y amigos despiden al exjugador asturiano recorriendo un camino de anécdotas y sonrisas, hasta el dolor de su pérdida.
Al llegar a la cancha de El Entrego, los chavales se abalanzaron. Era miércoles y venía Pelayo. "Eres buen deportista y muy buen chico, te mereces ser nuestro entrenador"; así, entre aplausos, improvisó la bienvenida Dioni. Es solo la muestra de un día puntual, allá por 2019, pero sucedía cada semana durante los últimos años. Pelayo Novo llegaba con sus muletas para repartir felicidad a los chicos de la 'Asociación Rey Aurelio', que trabaja en el apoyo e integración de personas con discapacidad intelectual. "Les daba una energía especial. Hay dos entrenadores, Pedro y Marcos, que entrenan fútbol sala con los chavales, y él los acompañaba. Jugaba con ellos y les explicaba situaciones de fútbol. Pasaba la hora y media de entrenamiento dedicado a ellos. Les daba su tiempo personal. Ellos aportaban mucho a Pelayo y Pelayo les aportaba mucho a ellos", nos cuenta Irene Gómez, coordinadora de la asociación.
Su voz está triste, pero serena. Sabe que perdurará la labor de esa "sonrisa que tanto nos llenaba". Precisamente, el último fin de semana de febrero acaba de arrancar el nuevo proyecto que Pelayo Novo había promovido para sus chicos: la Liga+. "Llevamos muchísimos años en el deporte y, hasta hace unos años, no existían Oviedo o Sporting Genuine. Él veía que los chicos venían a entrenar todos los miércoles desde Gijón, Oviedo, de todo el Valle del Nalón… Sin embargo, luego jugaban muy poco, solo participaban en algún partido de los juegos del Principado en fútbol sala. Se entrenaban todo el año para jugar un partido y Pelayo decía que eso no podía ser, que necesitaban jugar más. Así se creó la Liga+ y hace un par de domingos se disputó el primer torneo". Los chavales ganaron la Copa y les hubiera gustado entregársela en persona, pero se tienen que conformar con dedicársela allá donde esté.
Un torneo que es parte de su legado. Para Irene, se marcha alguien con una capacidad especial: "Era muy importante para ellos, tenía una complicidad enorme, les llegaba. Tenía ese don que no tienen muchos".
Esa misma sensación tuvo el deportista aragonés Víctor Marcén cuando le conoció. "Yo jugaba al tenis en silla de ruedas desde 2013, luego paré unos años por lesión y volví en 2021. El primer partido que disputé en mi regreso fue contra Pelayo en Zaragoza. Nos fuimos a más de tres horas; después, hablamos y en esa primera conversación le propuse que fuéramos compañeros de dobles: fue una conexión instantánea, vi desde el primer momento que nuestra relación se extendería a la amistad más allá del tenis", relata con cariño su compañero sobre la pista.
Después de dejar el fútbol tras precipitarse desde la tercera planta de un hotel en Huesca en 2018, el tenis se convirtió en el reto que llenaba a Pelayo. Potente en el centro del campo cuando pisaba el verde como futbolista, demostró sobre tierra batida su capacidad de adaptación al nuevo desafío: "Se le veía una gran progresión y, como mantenía buena movilidad inferior, nos complementábamos muy bien. Él jugaba en el fondo de la pista y tenía muy buen golpe de derecha".
Una carrera juntos que dejó momentos inolvidables, como la primera victoria en el Torneo Internacional de Miranda o la última cita en Albacete: "Fue en la semifinal del torneo nacional. Llegamos al definitivo tie-break después de más de tres horas, y caímos contra los que luego fueron campeones. Fue un partido muy especial y muy bonito".
La competición también les llevó hasta Oviedo. La visita al Tartiere, acompañados por sus parejas Sheila e Iciar, era imprescindible. Las conversaciones en torno al conjunto carbayón y el Real Zaragoza se repetían con frecuencia. Desde el inmenso dolor de la pérdida, Víctor nunca olvidará "esa energía que transmitía a todo el circuito, ahora me toca superar este momento tan duro".
"Estaba en el balcón del Ayuntamiento, miré hacia abajo y en medio de miles de personas vi una cara conocida, estaba Pelayo celebrando el ascenso como uno más. Había sido mi compañero dos años antes, ¡aluciné!"
Exjugador del ElcheEl nexo con el Real Oviedo ha ido mucho más allá del canterano que sueña con vestir la camiseta del primer equipo. Su corazón azul extendió el oviedismo allá por donde fue. Un buen ejemplo es el caso que nos acerca Miguel Linares, delantero con el que logró el ascenso a Primera en las filas del Elche: "Poca gente sabe que mi historia con el Oviedo comienza dos años antes de que yo llegue allí, haciéndome accionista por Pelayo. El club estaba al límite en 2012, a punto de desaparecer, y se empieza una campaña para salvarlo. Tenían que reunir dos millones de euros y todo el mundo se iba a volcar. Pelayo colocó una pizarra en medio del vestuario, nos explicó la situación y nos dijo que el Oviedo estaba en una situación muy complicada. Si alguno quería echar una mano y hacerse accionista, se lo agradecía. Yo no conocía nada de Oviedo, pero solo por Pelayo, porque es de esas personas que te ganan de primeras, dije 'bueno, toma', y compré algunas acciones. Él se encargó de todo y nos trajo el certificado. Casualmente, dos años después, fui yo allí. Mi historia con el Oviedo es increíble, pero empezó gracias a él dos años antes. Siempre le estaré agradecido".
Superado el punto crítico, en 2015 el Real Oviedo vuelve al fútbol profesional tras un periplo de doce años por Segunda B y Tercera. Tocaba celebrarlo a lo grande y Linares, ya delantero carbayón, se volvió a sorprender. "Estaba en el balcón del Ayuntamiento, miré hacia abajo y en medio de miles de personas vi una cara conocida, estaba Pelayo celebrando el ascenso como uno más. Había sido mi compañero dos años antes y ahora estaba celebrando el ascenso entre la marabunta, ¡aluciné!".
A ese momento tan especial le precedió otro curioso. Lo recuerda Gonzalo de la Fuente, central de la primera plantilla oviedista en 2008. Ese mismo año, se incorporó procedente de la cantera un prometedor centrocampista: Pelayo Novo. Siete años después, en verano de 2015, el zaguero burgalés militaba en las filas del Albacete, Pelayo en el Lugo. "Era la última jornada de liga y dio la casualidad de que nos enfrentamos. Justo ese día, se jugaba el ascenso el Oviedo en Cádiz. Yo estaba todavía en pantalón corto y nos quedamos escuchando por la radio los últimos cinco minutos. Terminó y nos dimos un abrazo enorme para celebrar el ascenso".
En su paso por el conjunto gallego, Pelayo cuajó una relación especial con el entonces jefe de prensa, Millán Gómez. "Se cuidaba mucho el grupo humano en el equipo de Quique Setién, con jugadores como Pita o Seoane, y él se encontraba a gusto. Venía de un par de ascensos a Primera, tenía mucha llegada al área, aportó bastante y demostró que era muy buen jugador; en lo personal se forjó una excelente relación, cenábamos y comíamos juntos a menudo". La Feria de los miércoles en Castro Ribeiras de Lea era un destino habitual: "Nos escapábamos con frecuencia a comer pulpo, le encantaba". Se acaba de marchar, pero Millán ya añora a un amigo del que no quiere pasar por alto su buen humor: "Bromeaba y me decía, ¡AubaMillán!; era un tío noble, ese 'paisano' que se dice en Asturias".
"Iba a ser baja para la final en Las Palmas y fue quien colgó el balón al segundo palo para marcar el gol que nos dio el ascenso, el destino convirtió a un jugador que no iba a participar en un jugador clave"
Exjugador del CórdobaEl destino fue caprichoso más de una vez con Pelayo. Frente a Las Palmas vivió un partido inolvidable, en el que pasó de descartado a protagonista. "Había sufrido una luxación de codo en un partido anterior y, aunque viajó, no iba a jugar; de hecho, ni se trajeron su camiseta", nos cuenta Abel Gómez, capitán del Córdoba que logró el ascenso en el increíble playoff de junio de 2014. "Decidió probar en el entrenamiento del día previo al partido de vuelta de la final, ya en las islas, y dijo que tenía buenas sensaciones. Se lo comentaron al médico y preguntaron al utillero, pero como iba a ser baja... ¡La camiseta no estaba! Llamamos al presidente, que viajaba el mismo día del partido, para que se la trajera. Las botas sí que estaban porque las echaron con todas las demás, pero la equipación no". Aunque el dorsal 24 arrancó en el banquillo, iba a entrar en el tramo final. El equipo andaluz perdía por uno a cero. Los canarios estaban en Primera. A la desesperada, 'Chapi' Ferrer introdujo en el terreno de juego a Pelayo. El encuentro se vio alterado por una invasión de campo y, tras la reanudación, apenas quedaba una jugada. "Iba a ser baja para ese partido y fue quien colgó el balón al segundo palo para marcar el gol que nos dio el ascenso, el destino convirtió a un jugador que no iba a participar en un jugador clave", explica Abel, quien muestra su pesar por el adiós prematuro de un compañero que encajó muy bien en el vestuario.
'Camioncito', así recuerda Miguel Linares que llamaban cariñosamente a Pelayo en el Elche: "Daba miedo cuando venía hacia ti, decías, ¡hostia, qué viene!". El delantero aragonés echa la mirada atrás y recrea los primeros entrenamientos de 'Pela' con los ilicitanos: "Tenía una forma muy típica de correr, con el pecho hacia delante, era fuerte y parecía que venía un camioncito. Era un buen futbolista y de esas personas que te ganan en dos conversaciones. Era muy bondadoso, nunca una mala palabra o contestación. Siempre con la sonrisa".
"Todo Albacete se volcó con él tras el suceso de Huesca en 2018, allá donde fueras había un cartel de #FuerzaPelayo"
Portero de Oviedo y AlbaceteNo solo fue capaz de ganarse a los compañeros como deportista, sino que toda una ciudad se volcó en su apoyo cuando llegó el peor momento. El incidente en un hotel de Huesca en 2018 le obligó a dejar el fútbol. Tomeu Nadal, actual guardameta del Oviedo, compartió esa última y dura etapa de Pelayo como futbolista. Fue en el Albacete. "No solo el club se volcó con él y con su familia, sino toda la ciudad. Ibas a cualquier tienda, establecimiento, restaurante…, y veías un cartel que se hizo con el 'Fuerza Pelayo'. Se me pone la piel de gallina al pensar en el aplauso del Belmonte en el minuto 18. Fue muy bonito, porque sin jugar demasiado allí, le dieron un cariño enorme. Habla muy bien tanto de Pelayo, como del Albacete y de Albacete", comenta el entonces cancerbero manchego. Tomeu y el equipo se volcaron con él: "Yo iba a verlo con algún compañero al hospital de Zaragoza, y luego fuimos toda la plantilla. Se sufrió mucho lo que pasó y nos gustaba visitarlo cuando veníamos con el Alba a Asturias. En Oviedo seguí manteniendo el contacto, había sido nombrado Embajador Capitán del club y yo le veía feliz, es una pena".
De su etapa en el club manchego, Jesús Hernández, jefe de prensa y buen amigo de Pelayo Novo, destaca su generosidad. "Cuando llegó, lo primero que hizo fue preguntar a la gente del club cómo estaba. Era habitual que se interesara por el jardinero, el administrativo… Y cuando lo veía ya en otro equipo o cuando estaba en Toledo, preguntaba mucho por cómo iban Osvaldo, Mercedes o Andrés, en definitiva, por la gente del día a día. Se preocupaba por el entorno".
Cuajó la amistad entre Pelayo y Jesús, que recuerda alguno de los despistes del centrocampista asturiano, como el del día de su presentación: "Después de insistirle un montón de veces para que no se le olvidara nada, al llegar al estadio, Pelayo bajó al césped y dijo "¡ay va, que no he cogido las botas!". Nos reíamos con eso, yo se lo recordaba mucho". Despistado y amable, tenía detalles especiales: "En un vestuario, cuando hay alguna prima grande por un ascenso o algo así, los jugadores sí que las reparten con fisios, delegados, etc., pero a mí me llamó mucho la atención que repartía incluso las menores que pudieran llegar durante la temporada, él no se quedaba casi nada".
Víctor Varela, vicepresidente del Albacete Balompié, ensalza "la sonrisa de ese chico humilde y generoso que tenía tan buena predisposición que le hacía imposible pasar desapercibido". Además, destaca "esa sensación de ser muy permeable, por ejemplo, cualquier disputa o circunstancia adversa o negativa que pudiera surgir en el seno del vestuario, le afectaba por encima de cómo lo hacía a otros compañeros". Plantilla, club y ciudad se volcaron en su apoyo tras el suceso de Huesca, en una comunión especial para buscar su recuperación: "Siempre va a ser un símbolo de la pelea en ese momento". Cada minuto 18, su dorsal de blanco, el Belmonte explotaba con un aplauso de ánimo.
Durante su estancia en el Hospital de Parapléjicos de Toledo, recibió la visita de uno de sus primeros compañeros en el fútbol profesional, Miguel Falcón. Ligado ahora al CD Toledo, jugó con Pelayo en el Real Oviedo. "Me enteré de que venía aquí y me puse en contacto con su familia para ayudarles a buscar piso. No había tenido mucho contacto, pero la relación cuando estaba con él era muy buena. Le fui a ver para darle toda la fuerza que podía", destaca el toledano, quien vio crecer a aquel niño que se hizo un hueco en el primer equipo.
"Hice muy buena relación con él y le decía 'venga, nene, hazme caso, venga, nene, para acá, venga, nene, para allá'. Para mí, siempre será mi nene"
Exjugador del Oviedo"Era un chaval tan noble, tan humilde y con tanta bondad que enseguida nosotros le llamamos el nene, mi nene. Le cogimos un cariño tremendo con su timidez y educación, no tenía dobleces", vuelve a certificar Gonzalo de la Fuente, compañero tanto de Falcón como de Pelayo en Segunda B. "Lo estaba haciendo muy bien en categorías inferiores y todos los ojos estaban puestos en él desde hacía tiempo. Empezó a alternar entre nosotros y el filial", explica.
Seis años mayor, Gonzalo se convirtió en uno de los guías de Pelayo en el primer equipo del Real Oviedo. "Hice muy buena relación con él y le decía 'venga, nene, hazme caso, venga, nene, para acá, venga, nene, para allá'. Para mí, siempre será mi nene", confiesa, afligido. En su memoria, los primeros partidos de aquel chaval de apenas dieciocho años: "Vestir la camiseta del Oviedo era la ilusión de su vida, pero nunca terminaba de creerse lo bueno que era. ¡También a veces se despistaba demasiado y tenía una buena torrija! Llamaba la atención que era tan humilde que siempre pensaba que los demás eran mejores. Cuando debutó, yo creo que no terminaba de creérselo, y tenía un potencial enorme. Por eso, si jugaba, y no veas ya si marcaba, a los demás nos hacía una ilusión tremenda. Le decíamos: '¡lo ves, lo ves, ves lo bueno que eres!', pero él no terminaba de convencerse".
"Siempre se preocupaba por ti antes que por él, yo le preguntaba qué tal le iba o le decía '¡vaya golazo has metido, Pela!', y la respuesta era que cómo estaba yo"
Compañero desde la infanciaEn esa carrera por alcanzar los sueños de cualquier niño que juega a la pelota por las calles de Oviedo, a Pelayo le acompañó su inseparable Jandrín. "Lo conocí jugando al fútbol sala como rivales, teníamos siete u ocho años", comenta Alejandro Blanco González, entre pausas que buscan tapar con recuerdos el dolor de la pérdida. "En alevines ya nos llamaron del Oviedo, pero al principio solo fui yo, porque a él le gustaba jugar con sus amigos. Coincidimos ya en la cantera, en infantiles", a partir de ahí pasaron juntos por cadetes y juveniles, "uña y carne desde críos". Pelayo alcanzó antes el primer equipo y se convirtió en su mejor apoyo en el vestuario. Compartieron habitación, viajaron juntos y otra vez el destino trazó una de esas piruetas fantásticas: "El día que debuté yo, él marcó gol", suspira. "Siempre se preocupaba por ti antes que por él, yo le preguntaba qué tal le iba o le decía '¡vaya golazo has metido, Pela!', y la respuesta era que cómo estaba yo. Ya con 18 años, a él solo le interesaba preguntar cómo se encontraban los demás".
"El Oviedo, para él, era algo muy especial", afirma su eterno compañero. Tanto, que, incluso, en los momentos más críticos de la institución, Pelayo se planteó quedarse: "Había hecho una temporada muy buena y le dijimos que tenía que aprovecharla, que debía mirar por su carrera. Tenía 21 años y el club era tan inestable que iba a arrancar la temporada siguiente con 12 jugadores".
No había otro color que ocultase su azul carbayón: "La semana pasada iba a ver la Copa y le preguntamos: '¿Madrid o Barça? Yo soy del Oviedo', me dijo".
Para terminar, Jandrín rescata un detalle que muestra el carácter de Pelayo desde sus orígenes: "Cuando éramos cadetes, llegó con unas botas dos o tres números grandes y le dijimos '¡si te quedan super grandes, así no vas a poder jugar!', pero nos contestó que estaba creciendo mucho y quería usar unas para toda la temporada, para que no se gastaran más sus padres. Al final, se las tuvo que cambiar, ¡claro!".
A sus 32 años, Pelayo Novo dijo adiós antes de tiempo. Para los más importantes, se va media vida; para muchos, ese amigo tan especial; para todos, un buen deportista. En el recuerdo, su sonrisa.