Con la sentencia a Rubiales en la mano me pregunto: ¿ha merecido la pena?

"La sentencia de Rubiales se notifica hoy o mañana". A las 12:34 horas recibía este mensaje de una compañera que, sabedora de que andaba por otros lares, me advertía de que mucho antes de lo previsto conoceríamos el veredicto sobre el 'Caso Rubiales'. A pesar de que la cabeza estaba en otros menesteres, poco más de media hora después saltaba la noticia en la redacción. Hay sentencia: Rubiales, condenado por agresión sexual. Eso sí, sólo con una multa económica.
La primera conclusión, el pensamiento más primitivo que me ha brotado en un batiburrillo de emociones ha sido lo "barato" que sale acosar a una mujer frente al desgaste y sufrimiento descomunal que tiene que soportar la víctima. Si tienes alma de agresor y algo de dinero — no necesariamente grandes cantidades— esta sentencia, agrandada por su repercusión mediática, manda un mensaje directo a la sociedad: puedes besar en los labios a una subordinada dentro del entorno laboral porque la consecuencia es perfectamente asumible. "¿Merece la pena?", me preguntaba. "Desde luego que no", pensé.
A medida que avanzaba la tarde, y ya con la sentencia leída en profundidad, sentía que, aunque el veredicto del juez inicialmente parecía insuficiente, no podíamos olvidar que es la primera vez en la historia del deporte español que un alto ejecutivo es condenado por agresión sexual. En ese sentido, lo importante no era ya si se trataba de una multa económica o de una condena de prisión simbólica. Lo nuclear es que la justicia española acredita que Luis Rubiales agredió a Jenni Hermoso con una clara connotación sexual y sin su consentimiento. Y eso, ya en sí mismo, es una gran victoria social.
Los 35 folios del veredicto esconden, además, multitud de pequeñas sentencias. El magistrado da por probadas las constantes presiones que Luis Rubiales y los acusados ejercieron sobre la futbolista para que se pronunciara públicamente y restara importancia a lo ocurrido. Aunque no lo considere coacciones —por la ausencia de violencia física o moral que recoge la legislación española—, confirma que hubo continuos intentos por parte de todos ellos de convencer a Jenni Hermoso a pesar de que ella se negó una y otra vez. En los pasillos del estadio de Sídney, en el bus, en el avión, en Ibiza y a través del móvil. Una y otra vez. Tal y como ella ha asegurado en cada ocasión, sin fisura alguna, a pesar de que hubo quien la tachó hasta en sede judicial de ser una persona manipulable e influenciable.
¿Es necesario, por tanto, una sentencia más 'ejemplarizante' para considerar que ha merecido la pena? Aquí es cuando me recuerdo que la justicia no tiene un afán revanchista, sino de imparcialidad y probidad. Y que una cosa es lo que el mundo entero vio por televisión y otra cómo lo recogen y atribuyen las leyes. Desde luego que el coraje y perseverancia de Jenni Hermoso durante algo más de dos años ha merecido la pena. ¿Compensa el desgaste y sufrimiento que ha sentido en estos casi dos años? Eso sólo puede valorarlo ella. Pero como aseguran fuentes cercanas a la futbolista, si este caso evita otra agresión a cualquier mujer, sí, mereció la pena. Y lo comparto. También su rabia y resignación.
A pesar de que la sentencia no se acerca ni de lejos a lo que tanto el ministerio Fiscal como las acusaciones solicitaron para los acusados, la agresión sexual de Luis Rubiales a Jenni Hermoso ha quedado acreditada. También ha sido probado, y así lo recoge el juez, la estructura federativa al servicio del que fuera presidente de la RFEF para presionar a la jugadora y conseguir limpiar su imagen sin tener reparo alguno en el impacto que aquello podría tener en la futbolista, que ya había manifestado cuál era su voluntad.
Horas después de analizar la sentencia y conocer las diferentes reacciones, incluida la mía propia, escribo toda esta mezcla de reflexiones desde una cafetería. A mi lado, una joven haciendo test del carnet de conducir. Enfrente, la conversación de una pareja de mediana edad irrumpe en mi cabeza. Medio disimulando, asisto atenta a la conversación: "¿Has visto lo de Rubiales?, le dice ella a él. "Eso está amañado", le explica. "Es como lo de '¿qué prefieres, susto o muerte?'", comenta mientras muerde la esquina de un sandwich. "Pues yo, susto", sentencia con cierta indignación. "Si algo tan grave se resuelve pagando 10.000 euros, qué quieres que te diga, los puedo ganar trabajando y no tengo ninguna necesidad de exponerme a lo que ha sufrido esa chica", decía mientras descolgaba el teléfono. Su compañero de mesa contestó: "Es muy triste. Además, los 10.000 euros no son para ella, a ella sólo le va a pagar, si se los paga, 3.000 euros por responsabilidad civil". La opinión pública o cómo cala el mensaje en la sociedad es esencial en la lucha por la igualdad. Sobre todo para quienes creemos que el periodismo es una herramienta de transformación social. Si este caso representara en cierta manera al grueso de conversaciones que hoy tantísima gente va a mantener sobre la sentencia, también considero que habrá merecido la pena.
Antes de ser la cotilla de la cafetería, ya rondaba por mi cabeza la necesidad de escribir sobre todo ello. Ahora me aborda otro pensamiento. ¿Es necesario tantísimo esfuerzo para conseguir pequeños logros sobre el respeto que merecemos las mujeres? Parece que sí. Y en este punto es donde el espíritu crítico debe ahondar en todos los agentes sociales, desde los poderes constitucionales hasta las instituciones, partidos políticos o medios de comunicación. Como ha hecho Jenni Hermoso y se le exige normalmente a las víctimas, el conjunto de la sociedad tiene que tener un compromiso para que este tipo de acciones cuenten con el rechazo global y no haya duda alguna de que cualquier agresión a una mujer, independientemente de la gradación con la que se ejerza, es intolerable en una sociedad como la nuestra. Si no, no sé con qué fundamentos vamos a volver a pedir a una víctima de una agresión sexual que denuncie y se meta en todo este berenjenal —con desembolso emocional y económico incluido— para observar tan poco castigo y ninguna recompensa.
A pesar de tener pensamientos y sentimientos encontrados, como a Jenni Hermoso, después de todo, a mí también me ha merecido la pena.