La Navidad en la que Roberto Carlos salió al rescate de Marcelo: "Tía, búscale una mesa..."
La leyenda brasileña ejerció de hermano mayor de Marcelo cuando éste llegó al Real Madrid, en invierno de 2006.
Quien más, quien menos, ha llegado a un grupo por primera vez y reconoce todas las emociones que circulan por el cuerpo. De la excitación a la timidez. Facilita el tránsito que en el destino haya alguien que limpie el camino. Por tener un vínculo previo, por nacionalidad o por ejercer de líder. Al cielo se le quita la capota. Todo esto lo experimentó Marcelo cuando en diciembre de 2006 aterrizó en el Real Madrid con sólo 18 años y Roberto Carlos (33) se arrogó dos papeles: el de cicerone y el de hermano mayor. No sólo no le vio como amenaza, pues ambos compartían demarcación, sino que le acogió bajo su paraguas para comenzar a moldearle. Proceder del mismo país y formar parte del altar del recién llegado hizo que el '3' tuviera siempre un ojo sobre el joven Marcelo.
El ahora lateral izquierdo de Fluminense suele relatarlo cuando le preguntan por su desembarco en el Real Madrid: "Llegas a un equipo y tu ídolo te recibe muy bien sabiendo que tú juegas en su misma posición. Yo venía para ser el 'sucesor de Roberto Carlos'. Sabiendo eso, él me trató como si fuera su familia. Me dijo: 'Marcelo, toma mi número y apunta, cualquier cosa que necesitéis llamadme'. No es normal que uno se porte tan bien con alguien que viene a ocupar su posición". La vergüenza pesó más que la veneración. Apenas hablaba en los entrenamientos, en los corrillos con los jugadores era más que prudente... y no tiró de teléfono. Quien sí lo hizo fue el que entonces era uno de los capitanes del equipo. Y en Navidad.
Por problemas de calendario y agenda, Marcelo no podía ir a Brasil y volver para entrenarse con el equipo. Consciente de que en esas fechas la nostalgia se apodera de quienes están lejos de las raíces, Roberto Carlos abrió las puertas de su casa para que se convirtiera en la de su nuevo compañero. Entonces, él vivía en la capital de España con su tía, que recibió un mensaje que sonó a orden: "Tía, viene Marcelo y su familia, búscale una mesa para que se sientan a gusto con nosotros". Han pasado 17 años de aquello y el heredero del carril izquierdo del Real Madrid no olvida el gesto.
El primero de blanco no fue un año sencillo para Marcelo. A la necesidad de una adaptación exprés porque el Real Madrid no espera a nadie, se le adhirió alguna corriente dentro del club que apostaba por su cesión. Aunque al principio la idea era que comenzara en el Castilla, Fabio Capello quiso tenerle a sus órdenes en el primer equipo. Sin embargo, un día, un miembro de la directiva llamó al jugador a su despacho para ponerle sobre la mesa la posibilidad del préstamo. La explicación se basó en la necesidad de que acumulara minutos en la élite y cogiera experiencia para volver 'más hecho' en el inicio de la siguiente temporada.
Marcelo salió de la reunión negando con la cabeza. No es fácil escuchar de boca de uno de los jefes que no eres necesario. En uno de los momentos más complicados del defensa salió al rescate Roberto Carlos, quien ejerció de capitán y de padrino protector hasta el punto de influir en su futuro dentro del club, como confesó en una entrevista en la ESPN: "El Madrid quería cederlo a algunos clubes aquí en España y yo fui el primero en decir que no, Nananinanão".
Roberto Carlos sólo compartió vestuario con Marcelo la mitad de una temporada (en 2007 se fue al Galatasaray). Meses que fueron años, por su intensidad. Aquella campaña quedó en el recuerdo del madridismo. Fue la inolvidable Liga del Clavo Ardiendo, un título que parecía perdido pero que el equipo de Capello acabó conquistando a golpe de épica y remontadas.
La marcha de Roberto del Bernabéu no diluyó consejos, útiles sin duda para convertir al de Río en uno de los mejores laterales izquierdos de la historia del Madrid y en digno heredero (el '12' replicó el trato que él recibió con Vinicius y Rodrygo). Aún hoy, con uno lejos de España y el otro dentro del club, el contacto es fluido. Y también el respeto. Cada vez que Roberto cruza una palabra con Marcelo, éste se achica, olvida que tiene 35 años y 26 títulos y mira al ídolo con ojos de niño. Los mismos que se humedecieron cuando recibió la invitación de pasar la Navidad en 'familia'.