Lo que al resto de los humanos destruye, al Real Madrid lo relanza
La fe del Real Madrid en la victoria y en sí mismo es infinita. Incalculable. Ilimitada. Inconmensurable. En ocasiones no parece un equipo terrenal. Parece llegado de otra galaxia donde lo normal se convierte en extraordinario. Mestalla vivió el último episodio de su épica. La que le ha convertido en un club de una pasta especial, con jugadores que heredan la esperanza y la confianza en sí mismos de década a década, de siglo a siglo.
Su juego no es en muchísimas ocasiones maravilloso, como no lo fue ante el Valencia, con una primera media hora muy mejorable y una segunda parte en la que el corazón estuvo por encima del cerebro. Pero la grandeza del Real Madrid es esa. Tener todos los resortes imaginables para sacar petróleo de los pozos casi secos. Lo que a cualquier equipo normal le hubiera destrozado y servido paras irse definitivamente del partido y rendirse ante la evidencia, los blancos aprovechan para relanzarse y continuar haciendo historia. La expulsión de Vinicius motivó a sus compañeros. Sacó lo mejor que les quedaba dentro y eso que, por momentos, pareció que se dejaban llevar por la situación: quedarse en inferioridad con 20 minutos por delante.
El brasileño, posiblemente el mejor jugador sobre el campo hasta su expulsión, volvió a hacerle una jugarreta a sus compañeros. Con razón les dio la gracias al final del partido. Por repetitivo y reincidente, Vinicius no puede vivir de la contrición y el arrepentimiento constantes. Tampoco puede buscar la coartada eterna por lo buen futbolista que es. Repetir una vez más que alguien en el club debería darle un ultimátum definitivo.
Por lo demás, un encuentro de máxima tensión. Un Valencia que se desangra pero que durante 30 minutos supo aprovechar la desgana defensiva del enemigo para bajar los brazos cuando los de Ancelotti sacaron el rodillo. En el fútbol actual no se puede defender con tres o cuatro jugadores menos ni ante el último de la clasificación porque te sacan los colores. Como hicieron Foulquier y Rioja, por las bandas, en la primer parte.
Ancelotti, si quiere continuar jugando con cuatro hombres por delante del balón, debe encontrar una fórmula para equilibrar el bloque. Ser defensa en el Real Madrid comienza a ser una profesión de riesgo. Lo mismo que ser atacante es todo un lujazo. Tarde o temprano siempre hay uno que termina redimiendo a todos los demás. Se llamen Bellingham o Modric, como en esta ocasión, o Mbappé, Vinicius o Rodrygo en otras.