El Liverpool lidera la Champions y la Premier con un original 1-4-2-4 en desuso y que ya utilizaba el Real Madrid en los años 50 y 60
El holandés Arne Slot ha puesto de moda una ocupación de los espacios que otorga al equipo bastante equilibrio y un gran caudal ofensivo.
Contra gustos no hay disputas, que diría Joan Manuel Serrat. Este Liverpool que domina la Premier con ocho puntos de ventaja sobre el City, segundo, y nueve sobre el tercero y el cuarto, Chelsea y Arsenal y que también lidera la nueva Champions con los cuatro partidos ganados, ha rescatado del baúl de las pizarras un sistema de juego de los mediados del siglo pasado. Tal cual. El 1-4-2-4. Ni en el 1-4-3-3. Ni en el 1-4-2-3-1. Ni el 1-4-4-2. Ni una defensa de tres con sus múltiples variantes ofensivas...
Arne Slot, el nuevo técnico holandés, ha transportado al presente un ocupación de los espacios prácticamente en desuso. Con la misma plantilla de la temporada pasada con Jurgen Klopp más el italiano Chiesa, que no juega, el entrenador 'red' ha aportado una innovación táctica que nace en el 1-4-2-3-1. Adelanta al teórico mediapunta (Szoboszlai/Jones) a la altura del delantero centro (Darwin/Jota) tanto a la hora de atacar, como de defender y se planta en un 1-4-2-4 que se contempla meridianamente a lo largo del partido, tanto con en la foto fija como con el balón en movimiento.
Entre otros clubes, el Real Madrid utilizó este posicionamiento táctico a finales de los 50 y primeros de los 60. Aunque, realmente, a la hora de plasmar el dibujo en los medios de comunicación todavía se reflejaba como si jugaran un 1-3-2-5, la realidad es que en la final de la Copa de Europa 59-60, la quinta Copa de Europa consecutiva que ganó el equipo blanco, esta pequeña variación táctica quedó más definida. En ese 7-3 al Eintracht de Francfort, Miguel Muñoz, que al principio era muy reticente a modificar su clásica WM, dio el paso hacia el 1-4-2-4 que ha había experimentado en partidos anteriores.
Jugaron: Domínguez; Marquitos, Santamaría, Zárraga, Pachín; Del Sol, Vidal; Canario, Di Stéfano, Puskas y Gento. Teniendo en cuenta por supuesto que Di Stéfano era un alma libre y jugaba por todo el campo. Los cuatro hombres de arriba vendrían a ser los Salah-Szoboszlai-Darwin-Luis Díaz del Liverpool y Vidal y De Sol los dos medios 'reds' Gravenberch-Mac Allister. También en la final de los yeyés de 1966 contra el Partizán, el dibujo del Madrid flotaba sobre ese 1-4-2-4 con Pirri y Velázquez como volantes y Serena-Grosso-Amancio-Gento como delanteros. Grosso, con mucho campo de influencia, era entonces el Di Stéfano de los años anteriores.
Los historiadores comparten que esta disposición táctica creció a la vez en Europa, y Sudamérica entre los 50 y los 70. En el viejo continente, la pusieron en práctica los técnicos húngaros, tanto en su selección como en los muchos clubes que terminaban entrenando. Pero no se puede olvidar que Batteux, el técnico francés del Stade de Reims que perdió dos finales de Copa de Europa contra el Real Madrid, era uno de sus grandes defensores. Gusztav Sebes ganó con Hungría el oro olímpico en Helsinki 52 y fue subcampeón en el Mundial del 54 con esta puesta en escena y sus compatriotas Bella Gutmann y Marton Bukovki la desarrollaron especialmente. El primero entrenó a 19 clubes y con el Benfica ganó dos Copas de Europa (1961 y 62) continuando su carrera en Brasil.
Y precisamente en tierras brasileiras, su selección ganó el Mundial 58 en Suecia con un 1-4-2-4 de referencia. Vicente Feola, su técnico, era discípulo de Guttman en el Sao Paulo. La delantera era: Garrincha-Vavá-Pelé-Zagallo. Incluso en México 70, fue el extremo izquierdo convertido en técnico, Zagallo quien transportó a la canarinha ese modelo táctico Jugaba con cinco '10', pero uno de ellos, Gerson, se retrasaba a la altura de Clodoaldo para dejar arriba a Jairzinho, Pelé, Rivelino y Tostao. También campeones del mundo.
El 1-4-2-4 del Liverpool es bastante más equilibrado de lo que pudiera parecer por la única presencia de dos hombres en el centro del campo. Aunque luego terminó utilizándolo, en las hemerotecas se pueden rescatar palabras de Miguel Muñoz, 14 títulos como entrenador del Real Madrid, en las que mostraba su incomprensión con el sistema: "En qué cabeza cabe que un equipo tenga cuatro delanteros arriba esperando que dos hombres que han de cubrir una extensísima franja de terreno en el centro del campo, les puedan surtir de balones".
Así podría parecer, pero las estadísticas del Liverpool también tiran por tierra la teoría de Miguel Muñoz. En la Premier solo ha recibido ocho goles en 12 partidos y dos fueron el domingo contra el colista y en la Champions en los cuatro encuentros que ha jugado solo ha encajado uno. Por contra ha marcado 24, dos de media, y 10, respectivamente.
Este Liverpool juega en 30 metros. La línea defensiva de cuatro hombres se coloca 15 metros por detrás de la divisoria; los dos mediocentros pisan la separación de ambos campos y los cuatro delanteros parten de 15 metros en campo contrario. Se comporta como un conjunto híbrido. Quiere tener el balón para mandar en el partido a través de los pases, pero su posesión media en lo que va de temporada no llega el 60 por ciento. No le obsesiona. Si no puede poseer la tenencia, aperturas a las bandas y a correr.
El portero, ya sea Allison como Kelleher, viven fuera de su área. Los dos laterales son menos ofensivos que con Klopp. Alexander Arnold y Roberton se proyectan en ataque, pero rara vez llegan a la línea de fondo contraria, como hacían antes. Su meta está a la altura de los extremos, Salah y Luis Díaz, que juegan bien arriba y bien abiertos. Ahí se suelen parar. En su versión más ofensiva los dos laterales se muestran más por dentro que por fuera. Por el carril del 8 y del 10, que no tiene el equipo.
Los dos centrales (Konaté y Van Dijk) y los dos mediocentros (Gravenberch y Mac Allister) forman un cuadrado a dos alturas. Es la parcela en la que el equipo cocina sus ataques posicionales, pero sin obsesionarse en ello. Van Dijk prefiere las aperturas directas a los extremos, aunque con ello se pase la línea de sus dos volantes que tiene por delante. El momento de forma de Gravenberch le ha convertido en el eje del equipo. Presente como mediocentro más retrasado en la salida del balón con los centrales, tiene licencia para atacar la profundidad y convertirse en el quinto delantero. Cuando sube en conducción, el teórico mediapunta-segundo delantero, Szoboszlai, le tiene que abrir pasillo y cuidarle la cobertura.
Lo más complicado para frenar al Liverpool, el clásico equipo de ataque y ataque, es, precisamente, entender cómo y por dónde te va a abordar. Los movimientos de Salah y Luis Diaz son letales. El colombiano ha jugado más minutos de los pensados de falso delantero centro en ausencia del lesionado Jota y podría ser una opción contra el Madrid, ante la falta de gol de Darwin y la notable mejoría de Gapko en la banda izquierda. El egipcio y el colombiano hacen el yoyó constantemente. Entran y salen. Salen y entran. Buscan el apoyo en corto y el desmarque en profundidad alternativamente. En teoría la pieza maestra de la apuesta del técnico holandés, es el tercer hombre, el que en un 1-4-2-3-1, ocuparía la mediapunta y que en el 1-4-2-4 es el segundo delantero. Comenzó como titularísimo el húngaro Szoboszlai, pero su rendimiento no ha sido el esperado. Solo dos goles, uno en cada competición, no es buen balance para un hombre que juega tan cerca del área contraria. El canterano Jones le ha ido ganando terreno. Impresionante su ida y vuelta. Mucho más constante en la presión.
Un detalle a tener en cuenta y que intentan aprovechar los reds es que los contrarios no están acostumbrados a tener un equipo que en ataque y en defensa ocupa los espacios con ese escalonamiento de hombres. No es una pose para la foto del principio. Los cuatro de arriban se juntan en la presión, los dos del medio siempre buscan el pase hacia delante y los cuatro de atrás tienen como primer objetivo defender sin florituras. Si el balón va media docena de veces a la grada de Anfield no pasa nada. Y si algún compañero se confunde manual, ahí está Van Dijk para echarle la bronca públicamente.