OPINIÓN

Lo de Mbappé no es lo único difícil de entender de este Real Madrid

Gakpo celebra el 2-0 del Liverpool. /REUTERS
Gakpo celebra el 2-0 del Liverpool. REUTERS

La historia del fútbol contempla múltiples pedradas a la lógica y a los pronósticos, pero han sido muchas más las ocasiones en las que el equipo bueno ha ganado al menos bueno. Y en Anfield se dio una de ellas. No podía ser de otra manera. Lo que no puede ser no puede ser y además es imposible. Hoy por hoy, este Liverpool es superior al Real Madrid en todas las facetas del juego. Este equipo de Slot huele a conjunto casi hecho, que ha heredado un estilo de juego, el de Klopp, y lo ha pincelado con buen gusto. Este equipo sabe lo que quiere, que juega a lo que sabe y gana desde el convencimiento de dominar casi todos los registros futbolísticos. Es más. Uno que ha visto todos los partidos de los 'reds' en lo que va curso puede asegurar que no se vio el mejor Liverpool de la temporada. Dos de sus mejores jugadores, Salah y Luis Díaz, los más desequilibrantes, pasaron de puntillas por el partido, penalti fallado del egipcio incluido.

Este Madrid, el que tuvo que improvisar Ancelotti en Anfield, no está para empresas de este tipo. Ya se vio el día del Barça en el Bernabéu. E incluso el del Milan. Por no hablar de la remontada épica de la noche del Borussia de Dortmund. Las debilidades blancas se volvieron a ver contra el líder de la Premier y de la Champions. Es muy difícil ser el Real Madrid competitivo, que impresionaba a los rivales solo con estar sobre el campo, cuando cada partido tienes que improvisar un once y te presentas ante duelos tan decisivos con una alineación de circunstancias.

No es una disculpa, ni una coartada, pero los hombres que se juntaron en Anfield estaban cosidos sin hilo ni aguja: un lateral derecho improvisado, Valverde; un central del filial, Asencio; un centro del campo que perdía a su mejor baluarte, Valverde, precisamente por tener que jugar en otro lado. Sobre la marcha, también se cayó Camavinga. Y lo de la delantera también fue un canto a la espontaneidad: Guler, Brahim y Mbappé... nunca habían jugado juntos.

Que la primera parte del Madrid, en la que no remató a puerta, nos pudiera parecer decente, significa que la segunda fue deficiente. A un compromiso como este, con tanto en juego y con un rival en racha, no se debe salir pensando que el empate es un buen resultado y que con una buena defensa y un gran portero como Courtois puedes dejar pasar los minutos y que, a lo mejor, incluso, Mbappé puede cazar una contra. No está el francés para dejarle todos los ahorros de una vida. Es difícil de explicar cómo un jugador tan bueno puede estar tan desafortunado. Pero no es la única situación que es difícil de entender de este Real Madrid que parecía haber encontrado el camino de la reinserción futbolística en los últimos partidos, pero que cuando se encuentra uno de su tamaño o más gigante todavía no puede entrar ni en el intercambio de golpes.