ALCORCÓN 2 - CASTELLÓN 1 (2-1)

Un ascenso desde dentro entre la madre que parió a Castro y un larguero para el Grand Prix

El Alcorcón subió a Segunda y lo celebró por todo lo alto con invasión de campo, buen ambiente y un sinfín de anécdotas.

Así se celebró el ascenso del Alcorcón./AD ALCORCÓN
Así se celebró el ascenso del Alcorcón. AD ALCORCÓN
Jonás Pérez

Jonás Pérez

"Por favor, recuerden que está prohibido saltar al campo. Colaboren para evitar que el club salga perjudicado". Un grito repetido hasta en cinco ocasiones por megafonía cuando el Alcorcón se aproximaba a Segunda División solo un año después de perder la categoría. Un grito, por otro lado, que ni siquiera el speaker de Santo Domingo se quería creer. Las ínfimas barreras que separan la grada del estadio en relación al césped hacían presagiar una invasión que no le dio ni cinco segundos al final del partido. Y qué gusto cuando la afición solo quiere festejar y celebrar. Cuando los jugadores, en Primera Federación o en la élite, se muestran con la naturalidad de esos ciudadanos de a pie que solo quieren abrazarse a quien vista sus mismos colores, independientemente de su rol.

El ascenso del Alcorcón desde dentro.RELEVO

Las gradas abarrotadas del Santo Domingo se vaciaron en cuestión de segundos para llenar el campo hasta la bandera. Y el gran protagonista, como no podía ser de otra manera, fue Javi Castro. El chaval, de 22 años y criado en la cantera del Alcorcón, fue el gran héroe con un remate de cabeza inapelable que les dio la victoria y, por tanto, el ascenso de categoría. Cientos de aficionados fueron a por él, que saltaba, celebraba, sonreía. A distancia, costaba distinguirle del resto. Ahí estaba, hermanado con todos, sin distinción de futbolista-aficionado. Los jugadores, aunque a veces cueste aseverarlo, también son seguidores acérrimos de la camiseta a la que representan. No es más que el primer paso para después triunfar en el césped.

El ascenso del Alcorcón desde dentro.RELEVO

Dada la situación es normal que a Javi Castro le costara encontrar a los suyos. Por fin vio a su madre, con la que se fundió en un abrazo, rodeado de un grupo de aficionados que gritaban con ahínco: "¡Viva la madre que te parió!". Le faltó a él gritarlo. Sí, cantó a todo pulmón el "Castro quédate". Ni nuestro Matteo Moretto podría discutir esa carpeta de mercado. Lo que se jalea en momentos de éxtasis es sinónimo de verdad. Más rubor le produciría el reencuentro con su pareja, entre nuevos cánticos: "¡Qué bonito, qué bonito!". Unos segundos de tranquilidad antes de continuar con el carrusel de fotos sin fin.

Como él, todos. Hubo un héroe, pero muchos llevaban capa. Inmersos entre la multitud, los jugadores alfareros olvidaron por completo el protocolo, la foto oficial, el anuncio, la valla de ascenso y todas esas nimiedades que son necesarias a la par que insuficientes en relación a gritar con el que se ha invertido parte de su humilde sueldo en dejarse la voz para apoyarte.

El ascenso del Alcorcón desde dentro.RELEVO

Mientras los focos se posaban en Castro, los más pequeños aprovechaban el despiste de los mayores para que sus ídolos les atendiesen. Cientos de niños caminaron por el césped de Santo Domingo, señal de que la armonía era total. Rivas, por ejemplo, se detuvo con un grupo a firmarles camisetas, que probablemente, cosas de críos, no lavarán en semanas por lo que pueda pasar. La sociedad evoluciona y ya los autógrafos... Quizás sea mejor una firma a la funda del móvil. En 2080, se seguirá vendiendo un Iphone 13 solo para que encaje perfecta. No tendrá precio real, pero su valor supera con creces al teléfono.

El ascenso del Alcorcón desde dentro.RELEVO

El protocolo y un larguero para el Grand Prix

Como en la vida, todo éxito tiene un final. El campo estaba a reventar y aún tocaba la foto oficial, el pasillo de campeones... Desde megafonía se instó a todos los allí presentes a abandonar el césped y volver a la grada. Nadie quería, pero obedecieron rápidamente. Una evacuación en cuestión de minutos para dar rienda suelta al protocolo. Una casi obligación que solo iluminó el rostro de un grupo de niños que posaron a la salida del vestuario para que los futbolistas les chocaran la mano.

El ascenso del Alcorcón desde dentro.RELEVO

Unos segundos de transición antes del pistoletazo de salida para la vuelta de honor. Santo Domingo es pequeño, cuenta con cuatro gradas no especialmente amplias y todos, o al menos la gran mayoría, se colocaron en uno de los fondos, junto a la grada de animación. Fue un pequeño respiro: los jugadores todavía no habían respirado tras vencer al Castellón en una eliminatoria agónica.

El respiro antes de la fiesta final. Al llegar a la grada de animación, comenzaron un sinfín de cánticos, que arrancaron en lo civil y cerraron con una nueva invasión y proyecto de uno de los tantos festivales que rodean a España en estas fechas. Antes de todo, Addai, uno de los grandes protagonistas a lo largo de los 90 minutos, trató de colgarse del larguero en repetidas ocasiones. Y se resbalaba. No era prueba sencilla. Si Ramón García revisa las redes de Relevo puede plantearla para su renovado Grand Prix. Al jugador del Alcorcón, al menos, ya no le quedaba gasolina. Carece de sentido invertir palabras, mejor mirar:

Y así se vivió en Santo Domingo, entre la reverberación de sus muros, una noche que el Alcorcón jamás olvidará. El pasado verano reinaba la incertidumbre ante un descenso franco y certificado con semanas y semanas de antelación. Ahora, manda el júbilo. Porque en el fútbol de barro hay una ley que va más allá de presupuestos y glorias: para los modestos no hay nada que se asemeje a abrazar a los suyos y gritarle al mundo que es la hora de competir contra los mejores. Para Santo Domingo, el que vivirán.