La desgracia de Maguire

Siempre ha habido futbolistas malqueridos por su afición. Algunos incluso encajan con tranquilidad el furor de la grada. En sus últimos tiempos con el Real Madrid, Gareth Bale ignoraba los gritos con una sonrisa y se iba a jugar al golf. Su compañero Eden Hazard, otro suplente carísimo, no parecía perder el apetito. Otros se lo toman peor. Neymar Junior se ponía furioso cuando el estadio del PSG le insultaba a coro. Y a Philippe Coutinho le deprimía de forma evidente el hastío que le mostraba el Camp Nou.
Pero esos son casos relativamente normales. Nada que ver con Harry Maguire. Nunca ha existido, hasta donde uno sabe, ningún futbolista tan vilipendiado y ridiculizado por los suyos. En 2019 se convirtió en el defensa más caro de la historia: el Manchester United pagó por él 80 millones de libras, más de 90 millones de euros. "Sobre este central se construirá el equipo del futuro", dijeron en Old Trafford. Quizá fue una broma, porque el otrora glorioso United lleva mucho tiempo convertido en un chiste. Y la vida de Maguire es hoy un calvario de fallos, autogoles, memes en las redes y críticas de todo tipo.
Muy mal tienen que irle las cosas a un futbolista de 30 años y casi dos metros para que su madre se vea obligada a defenderle en público. "Lo que se ha creado en torno a él es inaceptable", afirmó la señora Maguire en Instagram. "Lo que Harry está sufriendo va más allá del fútbol".
Comencemos por el principio. Harry Maguire ascendió al primer equipo del Sheffield United en 2011 y durante tres años consecutivos fue considerado el mejor jugador del club. Era un tipo fuerte y tranquilo, que dominaba el juego aéreo en las dos áreas y dirigía con autoridad a sus compañeros. A los 19 años había jugado ya cien partidos con el Sheffield. En 2014 fue fichado por el Hull City y en 2017 llegó por 12 millones de libras al Leicester City, recién coronado campeón de la Premier.
Gareth Southgate, seleccionador inglés desde 2016, le incluyó entre los indiscutibles de su alineación. Y en el Mundial de 2018 no lo hizo nada mal. Inglaterra quedó cuarta. Su actuación en Rusia encandiló a la multimillonaria familia Glazer, propietaria del Manchester United. Hay que precisar que los Glazer, estadounidenses, tenían un cerebro, Malcolm, fallecido en 2014. Desde entonces los Glazer actúan, evidentemente, como si no tuvieran cerebro. Lo cual resulta muy perceptible en el United, cuyo último título en la Premier data de 2013 y cuyo juego lleva años degradándose.
En fin, que Maguire llegó al Manchester United por un montón de dinero. Y en Old Trafford fueron comprobando poco a poco que el chico era alto y fuerte, sí, pero también lento. No le benefició la progresión de Stones, el central estelar de la competencia, el Manchester City. Mientras Stones subía el balón, alternaba con los centrocampistas y dirigía el juego desde atrás, Maguire, capitán del equipo, se quedaba cada vez más cerca de la cueva y más lejos del juego. En 2019, coincidiendo con una insólita racha de autogoles por parte de Maguire, empezaron la bronca en la grada y los memes burlones en las redes. En 2020, durante las vacaciones, fue detenido en Grecia por agredir a varias personas, entre ellas dos policías, y condenado a 20 meses de cárcel en suspenso. Eso, desde luego, no ayudó.
El seleccionador Southgate, sin embargo, no le perdió la fe. Se lo llevó al Mundial de Catar, donde fue uno de los capitanes y pareció reivindicarse, pese a la eliminación frente a Francia en cuartos.
Fue un espejismo. El Manchester United intentó traspasarlo este verano al West Ham por 20 millones, pero la operación se truncó porque Maguire exigió al club 13 millones de libras como indemnización porque con los Hammers su sueldo (casi 300.000 euros semanales en Manchester) sería más bajo. Ten Hag, el técnico del United, le quitó la titularidad y la capitanía. "En cualquier partido de aficionados encuentras dos o tres jugadores mejores que Maguire", proclamó el ex internacional holandés Rafael van der Vaart.
Southgate no se arrugó y esta semana, el 12 de septiembre, lo alineó en el partido que enfrentaba a Inglaterra con Escocia, en Glasgow. Resulta difícil describir la actuación de Maguire, pese a la victoria inglesa. No sólo marcó un gol en propia puerta, sino que regaló numerosos balones a los escoceses y, en una jugada inverosímil, perdió al delantero rival y acabó abrazado a un compañero. En el Parlamento de Ghana, un diputado acusó al ministro de Economía de ser "nuestro Maguire", lo cual da una idea del alcance internacional de la fama del futbolista.
Tras el partido contra Escocia, donde no sólo fue abucheado por los escoceses sino también por la afición propia, Southgate le defendió ardorosamente. "Nunca en la vida había visto un trato así a un futbolista", declaró. Southgate recordó un poco a esos presidentes que proclaman su absoluta confianza en el entrenador, horas antes de cesarle.
Sólo faltaba que apareciera la madre de Maguire para convertir la situación en esperpéntica. "Soy fuerte y aguanto las críticas; cuanto más me abroncan a mí, menos presión para mis compañeros", dice Maguire. Es una forma de verlo. Quizá se ajuste al caso una frase de Albert Camus: "Cuando el alma sufre, desarrolla un cierto gusto por la desgracia". No cabe duda de que Maguire sufre. Y acaso por ello cada vez que se acerca al balón se intuye la desgracia.