Sandro sigue en modo pichichi y agrava la crisis perica

Muchos eligen Canarias como destino para despedir el año. Alejarse del frío, el mal tiempo, e incluso la oscuridad de las tardes por un paraíso donde el sol tropical nunca descansa. El mejor oasis. Sin embargo, el Espanyol es de los pocos en pisar la isla bajo una sensación de incomodidad. Porque sigue sin ver la victoria a domicilio, y en un tramo donde solo han conseguido dos de los últimos 9 puntos. Alejarse del fuego del descenso, y también del runrún con Manolo González, en el feudo del que se ve capaz de ganar a cualquiera. Porque Las Palmas, tras dar dos zarpazos en Anoeta y Montjuic, ha encontrado la fórmula. Y solo necesita aplicar la fórmula y ser regular.

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De inicio, la premisa era clara. Diego Martínez quería el balón. Y Las Palmas rápidamente tomó la sartén por el mango. Solidez, pero con chispazos. En especial, de un Sandro que a los cinco minutos levantó a la grada con un autopase de tacón. Y cuando la estrella ya avisa en un primer control, su equipo cree. Pero cuando el partido quería correr, se tropezaría de lleno con un festival de imprevistos: Puado viendo la amarilla tras aplaudir al árbitro… Cillessen dando el amago de lesión sin haber entrado en juego… y Essugo haciendo los 100 metros lisos al vestuario, por lo que parecía un problema intestinal.

Marvin quiso cortar de raíz con el escenario, y en una gran llegada al área, consiguió hacer el primer remate del partido… en casi media hora. Llamada de atención que despertó piernas y valentía. Pero más en el lado perico, porque a lo callado, detectó que Las Palmas sufre mucho tras la pérdida. En un instante donde todo parecía plácido para los locales, Puado llamó a la puerta de Cillessen para tener la más clara de la primera parte. Y el partido marcharía a un descanso que pedía mucho más a todos los implicados.

El primero en asumir esa necesidad, Diego Martínez. Tocaba más pie y efectividad: al campo Januzaj y Fuster. Y el equipo lo notó al instante, con un balón profundo que dejaba solo a Fabio Silva. Estuvo atento Joan García para despejar. La agresividad del conjunto canario era totalmente distinta. Con el handicap de perder la solidez en defensa. Y Manolo González se llevaría las manos a la cabeza tras ver como Roca remataba solo al segundo palo un balón que podía castigar esa propuesta valiente de Las Palmas. Solo 10 minutos, y el partido era totalmente distinto. Momento donde por fin sonríen todos los espectadores.

Cuando el partido pedía magia, ahí llego el héroe canario. Porque Sandro, demostrando una vez más que es el líder del equipo, abriría el marcador con un golazo de falta. Joan García se quedó clavado con la parábola que adquirió el balón. Golpeo perfecto para levantar a todo el Gran Canaria. Y Manolo González tuvo que reaccionar de inmediato, dentro Jofre y Véliz. Pero el salto emocional iba a ser difícil de frenar. Dos ataques, y dos opciones de gol. Primero con la salvada in extremis de El Hilali al remate en solitario de Fábio. Después, con un disparo de Kirian que por poco se cuela en la cruceta.

Con un Espanyol tambaleándose, y donde la única noticia positiva era la vuelta tras lesión de Edu Expósito, Diego Martínez elegía a Loiodice. Es decir, control. Y ahí pudo estar el empate, con una incursión en la derecha que llega a Puado, y pone en bandeja de plata un pase que supera a toda la defensa... pero no remata Lozano. Cuando los pericos hacían el all in para el empate, Sandro pudo cerrar el encuentro con una llegada al punto de penalti que salvó Joan García. Pero con eso, y varios despejes de un McKenna imperial, la quinta victoria consecutiva dejaba el mejor de los regalos al equipo canario. Pero sobre todo, unas navidades amargas para un Espanyol que sigue en el descenso. Y con pocos motivos para pensar en positivo.