SERBIA - ESPAÑA

Los cruentos duelos contra Yugoslavia: "Kubala estaba convencido de que en Belgrado nos iban a intoxicar"

De la hostilidad de los 60 y 70, a penaltis fuera del área, enfrentamientos mundialistas y goles inolvidables de Stojkovic y Alfonso.

Rubén Cano y Juanito celebran el mítico gol del primero. /ARCHIVO
Rubén Cano y Juanito celebran el mítico gol del primero. ARCHIVO
Enrique Ortego

Enrique Ortego

¿Quién nos ha tocado en el sorteo del Mundial o de la Eurocopa? Yugoslavia, ¿quién va a ser si no? Junto a Rumanía, los 'plavis' su nombre de guerra, se convirtieron en el obstinado y sempiterno rival de la Selección de la década de los 60 y de los 70, que también después, aunque fuera con menor asiduidad. Sobran los ejemplos. Rivales en la fase clasificatoria de los Mundiales del 70, 74 y 78 de forma consecutiva; en la fase final de España 82 y de Italia 90; en la fase de clasificación del Mundial Francia 98 y en la fase final de la Eurocopa 2000, la de aquel gol victorioso de Alfonso... aunque en estos dos últimos torneos, la selección yugoslava era ya reconocida como la República Federal de Yugoslavia y representaba a Serbia y Montenegro. La originaria, que englobaba los actuales estados de Serbia, Montenegro, Bosnia Herzegovina, Croacia, Eslovenia, Macedonia del Norte y el disputado Kosovo, había dejado de competir antes de la Eurocopa del 92, cuando fue sancionado por la UEFA a estancias de la ONU por la Guerra de los Balcones.

Eran duelos cruentos, feroces. Hasta en 19 ocasiones se llegaron a enfrentar con balance favorable a España, nueve victorias por cinco derrotas y otros tantos empates. Solo cinco amistosos. Yugoslavia era entonces una potencia futbolística. Sobre todo a nivel de selección, aunque también tuviera media docena de clubes con cierto caché e historial. Competitivos. Con talento y carácter repartidos al 50 por ciento. No les gustaba perder ni a las cartas. En febrero de 1974, cumplidos ahora los 50 años, comenzó a alimentarse la rivalidad. Ambas selecciones tuvieron que jugar un desempate en busca de una plaza para el Mundial de Alemania, que se disputaba ese año.

Del gol del Karaiskakis al gol de Katalinski

A la cita, los equipos llegaron un tanto picados por cómo se había generado ese encuentro de desempate y la discordia surgida entre ambas Federaciones por la fecha y el lugar de la 'finalísima'. Al último partido de la fase de grupos, se llegó con España líder con un +3 en el 'goal-average', que obligaba a los de Miljanic a ganar a Grecia como mínimo por esa diferencia para clasificarse. Al último minuto de la contienda en el estadio Karaiskakis se llegó con un 2-3 que clasificaba a los de Kubala, pero los yugoslavos marcaron un gol un tanto sospechoso por la pasividad helena ya con el reloj pasado. El seleccionador español, Ladislao Kubala, presente en el partido, siempre pensó que el portero y la defensa locales podían haber hecho más. Con el 2-4 y todo igualado en la clasificación, no hubo otro remedio que un nuevo partido.

Se jugó en el Waldstadion de Francfort con masiva presencia de aficionados balcánicos, aunque la colonia española también se dejó escuchar. Partido muy cerrado resuelto por un gol de Katalinski a la salida de una falta lateral. Iribar acertó a sacar el primer cabezazo del central 'plavi', pero el rechace le quedó corto y el defensa remató de primera a la escuadra como si fuera un delantero. Iribar nunca pudo olvidar ese gol. Las crónicas le echaron en cara que tenía que haber salido al primer centro y él, analítico y exigente consigo mismo, siempre se quedó con la duda si no podía haber rechazado con más fuerza el primer cabezazo. La realidad fue que, entre lamentos, España se quedó fuera del Mundial, a pesar de tener un gran equipo. Fue el último que ha dejado de jugar desde entonces.

Belgrado, 48 horas de horror

Cuatro años después, con otro Mundial en el horizonte, el de Argentina 78, España y Yugoslavia se volvían a jugar mano a mano la clasificación. Último partido del grupo en Belgrado, a la Selección le valía el empate. Los que allí estuvieron recuerdan lo ocurrido con nitidez. Nunca, ni antes ni después, en sus respectivas carreras profesionales vivieron una situación parecida. La expedición española llegó 48 horas antes a la capital yugoslavo, Frío lógico del mes de noviembre. La gran obsesión del seleccionador, Kubala, tanto como el partido en sí, era la comida y la bebida. Estaba convencido de que los yugoslavos les iban a intentar intoxicar con algún producto, por lo que prohibió a los jugadores tomar nada, ni un café fuera de las horas de las comidas oficiales. Se llevó todo el material alimenticio de Madrid y las necesidades de última hora eran compradas por los propios componentes de la delegación española, no por la trabajadores del hotel. La noche de la víspera, varios centenares de aficionados se citaron en la puerta del hotel de España con el firme propósito de molestar lo más posible el descanso de los jugadores. Un anuncio de lo que esperaba al día siguente en el estadio.

El presidente Tito decretó que el 30 de noviembre, fecha del partido, fuera festivo hasta para los organismos oficiales, colegios y universidades. Y ordenó que la hora de la batalla fuera a las 13.30 de la tarde. El estadio de Maracaná, el mismo donde se jugará este Serbia-España, se llenó dos horas antes y había mayoría de aficionados con uniformes, tanto de los distintos ejércitos como de la Policía que no estaba de servicio. Isidoro San José, jugador del Real Madrid, debutó aquel día con la Selección y no sabe que recuerda mejor, si la presencia de los pastores alemanes de la Policía sobre el terreno de juego durante el calentamiento. "Hacían los rondos con nosotros, alguno se llevó un buen balonazo porque se tiraban a la pelota". O los tirones de oreja, patilla y pelo en general que le pegaba el hombre a quien le tocó marcar, Surjak, "Me lo comí con patatas, mientras más perrerías me hacía, más me crecía yo. Debía pensar que como era mi primer partido me iba a achantar".

Todo lo que sucedió después lo deben conocer hasta las generaciones más jóvenes, porque se han narrado y escrito tantas veces sobre los vericuetos de la batalla que pocos aficionados no han escuchado o leído al menos una vez que el delantero centro yugoslavo, Kustodic, ahora 73 años, que después jugó en el Hércules y en el Mallorca, se cargó a Pirri de un 'patadón' en la primera jugada. Ni siquiera el gol de Rubén Cano, que les obligaba ya a marcar dos goles calmó a los yugoslavos. Ni a los del césped, ni a los de la grada. El que peor parte se llevó fue Juanito que, cuando fue sustituido, cometió el error de bajar el dedo de su pulgar de su pierna derecha cerca ya del banquillo y una botella le impactó en la cabeza y acabó camino del vestuario en camilla. "La botella ya venía por el aire antes de hacer yo el gesto..." se defendía el madridista.

El gran héroe de aquella 'Batalla de Belgrado', porque así se le ha denominado siempre a aquel trascendental encuentro que metió a España en el Mundial de Argentina, no fue otro que Rubén Cano, el autor del tanto. Delantero hispano-argentino del Atlético de Madrid, llegó a pensar un día en grabar cómo fue el gol y qué sucedió en aquellos 90 minutos. "Me lo han preguntado tantas veces que cada vez que lo cuento parece que lo vuelva a marcar. Lo primero que intento siempre es explicar que no rematé con la espinilla, le pegué con el empeine hacía abajo. Lo de la espinilla fue efecto óptico de la televisión... que sé yo. Tampoco estoy de acuerdo en que el remate tuviera mucha dificultad, el balón de Cardeñosa me llegaba claro para el remate. Lo que no quería era pegarle de pleno y se me fuera arriba o alta. La piqué hacia abajo queriendo. Ahora lo cuento muy bonito, pero lo importante es hacerlo en el campo y que el gol valga un Mundial. ¡Figurese el papelón! Yo había renunciado a jugar con Argentina para jugar con España... Si nos nos llegamos a clasificar me cago a palos".

Y si del gol narra todo lo contado, del ambiente no tiene palabras. "Yo le digo que más de medio estadio estaba borracho. Medio o más. Cuando estábamos entrando en la cancha para calentar saltaban al campo y no veas como iban... Se enfrentaban a sus propios policías. Cuando lo de Juanito me fijé en sus caras, eran miradas de odio. Sus jugadores también metían miedo. ¿Sabe qué? Te pegaban cuando el balón estaba por otra parte y el 'referee' no les podía ver. A mi me tiraban del pelo, te daban una 'piña' y se iban... Menos mal que marcamos y se calmaron un poco... Bueno, no tanto. ¡Qué se lo pregunten a Juanito".

El penalti fuera del área

Con todo lo sucedido en aquel partido del 77 todavía en las memorias, las dos selecciones volvieron a enfrentarse en el siguiente Mundial al de Argentina. El de España-82. Esta vez ya en la fase final. Segundo partido de la primera fase (20-6-82). La España de Santamaría, que había sustituido a Kubala, solo había podido empatar con Honduras en el primer partido (1-1). El segundo, contra los viejos conocidos, no fue mejor. Se adelantaron también los yugoslavos y en medio de la desorientación más absoluta, los de 'rojo' se encontraron un aliado inesperado, el árbitro. Un sueco, Lund Sorensen, que en un ataque de locura transitoria, señaló como penalti un derribo a Periko Alonso, el padre de Xabi Alonso... que había sido casi un metro fuera del área.

Le tocó lanzar a López Ufarte... fuera. El aliado ya menos inesperado salió al rescate. Manda repetir el lanzamiento porque el portero yugoslavo Pantelic se ha movido. Que fue verdad, pero... aquellos no eran estos tiempos en los que se persigue las piernas del portero. Lo repitió Juanito y marcó. Después Saura (2-1). Un triunfo que lanzó al país a la calle y a los yugoslavos a buscar en su diccionario todas las palabras que equivalieran al sustantivo robo. Todos menos Miljanic, el seleccionador, que en su afán de morir diplomático no quiso hablar del colegiado sueco... que no volvió a pitar en lo que restó de Campeonato. El regalo a España le valió para poco. Cayó en la siguiente ronda.

Alfonso se zafa de un aficionado serbio.
Alfonso se zafa de un aficionado serbio.

Dos goles inolvidables: Stojkovic y Alfonso

La vida continuó regalándonos 'Españas-Yugoslavias'. Amistosos y de competición, que eran los molares. El del Mundial del 90 Italia llegó en octavos de final. Victoria o a casa. Cara para los balcánicos y cruz para los hispanos. También forma parte de la historia del fútbol patrio aquel tanto de Stojkovic, hoy seleccionador serbio, en la prórroga del partido del estadio Bentegodi de Verona. Julio Salinas había forzado los 30 minutos suplementarios cuando el '10' blanco se inventó un golpe franco directo por fuera de la barrera que amargó el resto de su asistencia a Míchel, el jugador español más cercano a por donde pasó el balón e hizo un gesto instintivo hacia dentro. Yugoslavia pasó a cuartos donde perdió con Argentina y disputó su último partido en un Campeonato del mundo

Diez años después, en la Eurocopa 2000, a la selección plavi solo le quedaba el nombre con el apellido de 'Federal' como añadido y estaba formada en su gran mayoría por jugadores serbios y montenegrinos. Se puede decir que aquel encuentro de Brujas fue el último duelo entre ambas selecciones y fue fiel con creces a la rivalidad del pasado. Máxima emoción. Alternancias en el marcador y un gol de Alfonso en el minuto 94 que permitió a los hombres de Camacho clasificarse para cuartos de final. Alfonso cuando recuerda el momento piensa en la paliza que se llevó en la celebración. "Algunos me dieron con fuerza, como si me tuvieran ganas. El partido se me había hecho eterno, sobre todo los últimos minutos. Era angustioso porque íbamos por debajo y no pasábamos de la fase de grupos. Cuando Urzaiz cabeceó hacia el suelo y el balón se quedó en mi radio de acción, solo pensé en asegurar el remate y que fuera a puerta...".