LA MIRADA

El Mundial y sus culturas

Hajime Moriyasu, seleccionador de Japón, durante un partido del Mundial de Catar./REUTERS
Hajime Moriyasu, seleccionador de Japón, durante un partido del Mundial de Catar. REUTERS

Estaba en Nepal. Era julio de 2013 en las montañas de Pokhara, en el Annapurna. Después de subir durante horas los casi 4.000 escalones que nos separaban de Ghandruk, la primera parada, pasó. Fue la primera vez en mi vida que vi a un grupo de hombres alrededor de una gran bandeja redonda, con un enorme montón de arroz, comer con las manos. Rebañar el mismo trozo de metal con los dedos que se llevaban continuamente a la boca unos y otros. Años antes había viajado a Benín y también había presenciado esta práctica, pero de forma más individual y menos llamativa.

Me impactó, confieso que miré unas cuantas veces a aquellos guías que cenaban juntos. El mundo y sus culturas, qué maravilla. Algo así debí pensar entonces, desde la admiración más literal. Algo así pienso ahora, cuando recuerdo a aquellos hombres por estos otros: Hajime Moriyasu, el seleccionador de Japón, y su reverencia al público nipón tras la eliminación de su equipo a manos de Croacia; y el responsable de Brasil, Tite, al que vimos bailar en la banda con sus jugadores tras el tercer gol de Richarlison ante Corea del Sur.

Reflexiono sobre estas dos imágenes que ayer nos dejó la jornada del Mundial y sobre cómo decodificamos los mensajes que nos llegan. ¿Por qué nos maravilla que los japoneses dejen los vestuarios y las gradas impolutas después de los partidos y por qué cuestionamos que en uno de los cuatro goles bailados por Brasil lo haga hasta su seleccionador? Porque vislumbramos la diferencia y calibramos cómo de lejos está de lo que nosotros, occidentales de a pie, consideramos acertado o no acorde a lo aprendido e interiorizado. Por la educación recibida y los modales que hemos incorporado como válidos según la latitud y el meridiano del mapa en el que hemos crecido. Para ellos no hay nada de extraordinario en sus respectivos gestos.

"El poder no cambia a las personas, sólo revela quiénes verdaderamente son", dijo una vez el expresidente de Uruguay, Pepe Mujica. Hablaba de política, pero con el fútbol ocurre lo mismo. El fútbol evidencia esencias, tradiciones. Culturas. ¿Qué está bien y qué está mal? Juzguen ustedes, yo no me atrevo a hacerlo. Creo que he viajado demasiado para eso.