OPINIÓN

No es lo mismo jugar de amarillo que de blanco

Rodrygo, en un partido con el Real Madrid./GETTY
Rodrygo, en un partido con el Real Madrid. GETTY

No es lo mismo. El sol de Madrid en primavera. Las remontadas del Bernabéu. El aliento de la hinchada exigente. Los centros laterales. Los minutos finales. Los pases de Kroos. El genio de Benzema. Modric. No es lo mismo jugar de amarillo que de blanco ni es lo mismo salir a ganar por ahí sin Luka Modric. Militao, Rodrygo y Vinicius sufrieron lo que tantas veces sintieron sus rivales.

A Vinicius no le dejaron. En las charlas entre Tite y Ancelotti sobre el crack brasileño se les olvidó lo más importante: Vinicius es el doble de decisivo a medida que pasan los minutos, cuanto más se agotan los mortales, cuando el extremo se vuelve más y más escurridizo. Tite sacó del campo a Vinicius en el minuto 64, como si a las doce quitase a Cenicienta.

Ni Neymar primero, ni Rodrygo después. En invierno los héroes llevan guantes y Livakovic paró a todos los que se atrevieron a retarle. Un portero fue más poderoso que la mala suerte. Rodrygo acarició la responsabilidad de los penaltis y justo se le olvidó el gen madridista en el equipaje. Esta vez titiló justo antes del golpeo. Se le puso el instinto a dieta. Los brasileños lo sabían, pero el amarillo de las camisetas pesó más que sus pelos blancos.