MI EQUIPO Y YO

¿Te imaginas cómo es vivir en un estadio de fútbol? La familia Pons y su casa en Mestalla

La historia de Constantino, Lolín y José Manuel, una oda al valencianismo de ADN y al lema del Valencia CF.

Lolín y José Manuel, en Mestalla./Michèle Novovitch
Lolín y José Manuel, en Mestalla. Michèle Novovitch
Samuel Subiela
Michèle Novovitch

Samuel Subiela y Michèle Novovitch

Hablar de valencianismo es hablar de un relato de rebeldía y arraigo. De una herencia que se transmite de generación en generación, de padres a hijos, en un ejercicio casi de supervivencia. Una manera de vivir que adquiere su máxima expresión en la celebración de un gol en el Camp de Mestalla. Una gran traca que tiene lugar en el que para todo valencianista es su hogar, su casa en el sentido figurado de la palabra, pero para Lolín y José Manuel, en el sentido estricto de la misma. Esa percepción, para ellos, lejos de ser una figura metafórica, se convierte en realidad. Su familia vivió en el centenario estadio del Valencia CF (por aquel entonces Valencia FC) durante casi cuarenta años y encarna, como de ninguna otra manera, un sentimiento que se transmite de pares a fills.

Mi equipo y yo. Capítulo 2: Valencia CF - De pares a fills. Michèle Novovitch

"Yo llevo al Valencia en la sangre y la sangre llega al corazón", dice José Manuel Manglano, que heredó de su padre la afición por el Valencia, además de un oficio, y de su madre, una historia única de la que de pequeño no era consciente: "Al final, cuando entras a Mestalla todo va relacionado con el fútbol, es como muy mediático. Para nosotros es todo lo contrario, era la naturaleza de tu vida. De hecho, yo no le daba importancia a vivir en Mestalla, era lo normal, el día a día, una parte de tu vida. Mi madre se marchaba a trabajar, y me dejaba en Mestalla, en casa de los iaios".

Lolín Pons llegó a Mestalla con cuatro años, en 1939. Su padre, Constantino Pons, fue el conserje del estadio valencianista durante casi cuarenta años y "se ocupaba del césped, entre otras cosas, pero sobre todo del césped. Lo cuidaba, lo segaba y lo regaba. Entonces no había aspersores así que soltaba el agua de la acequia de Mestalla (la que da nombre al estadio) y lo embalsaba". Ella ayudaba a su madre con las equipaciones de los futbolistas: "entonces había una para toda la temporada. Yo ayudaba a mi madre a tender la ropa y a coser los escudos en las camisetas", que había que descoser cada vez que se lavaban las equipaciones.

Lolín vestida de novia, el día de su boda, en Mestalla.
Lolín vestida de novia, el día de su boda, en Mestalla.

Allí, en las entrañas del Camp de Mestalla, vivieron una época de cambios; los de la sociedad, el estadio y el equipo. Tuvieron tres casas distintas debido a las obras que iban surgiendo en el campo. De todas ellas, José Manuel sólo conoció la última pero no la olvida: "Recuerdo que los cimientos de Mestalla, el graderío, formaban parte del escaparate de mi vida. Yo estaba jugando o comiendo con mi familia y al fondo estaban los cimientos de Mestalla. Eso y el olor a césped y a higuera. Me acuerdo de una higuera que tenían mis abuelos al lado de la casa, al lado de donde comíamos". Porque como en toda casa valenciana, los domingos se reunía la familia para comer paella, que se hacía con los restos de las sillas de enea de las gradas: "Mi padre tenía un rincón donde guardaba las sillas de enea del estadio viejas y rotas y cuando mi madre hacía las paellas para toda la familia, las hacía con esas sillas. Y nos las comíamos al aire libre, tranquilamente, excepto los días de partido", dice Lolín.

Porque los días de partido eran otra cosa completamente distinta: "Eran fuego", recuerda. Retrato perfecto de una afición que disfrutaba en aquella época de las leyendas Mundo, Wilkes o 'Tonico' Puchades. Un ambiente del que se enamoró Constantino a pesar de que no le gustara el fútbol: "Al Valencia le tenemos mucho cariño. Queríamos que nuestro equipo ganara, que fuera el primero, claro. Es que el Valencia, en aquella época, era de los mejores. Mi padre no dejó nunca de ir a Mestalla", recuerda Lolín, que heredó ese mismo sentimiento de su padre y que le transmitió también a sus hijos junto a su marido: "Yo le decía a mi marido: 'Tú viniste detrás de mí por la entradita de fútbol'. Él era muy del Valencia".

José Manuel recuerda ir a Mestalla junto a su padre y a su tío, gracias a las entradas que tenía su abuelo Constantino: "Mi bautismo futbolístico es con Kempes y Ricardo Arias es un icono absoluto". En su caso, de pares a fills "es un todo", dice. "Al final, piensas: 'Ostras, es que yo soy lo que soy gracias a ellos'. Soy un enfermo del Valencia por ellos. Lo estoy intentando hacer con mi hija. Ese sentimiento que mascas en casa cada partido va entrando en la sangre. Ahí está el punto de unión".

Su historia es el vivo significado de un lema que el valencianismo hace suyo. La expresión más pura del sentiment valencianista, ligado de manera indispensable a la familia, a la relación entre unos padres y sus hijos: "Yo digo que hay dos formas de vivir el fútbol, con la cabeza y el corazón. Con el corazón es lo que te viene dado en el ADN, y yo soy de fútbol de corazón", dice José Manuel.

La historia de Lolín y José Manuel en Mestalla. Michèle Novovitch
La historia de Lolín y José Manuel en Mestalla. Michèle Novovitch

El mismo sentimiento que hay detrás de la canción de Tardor, de la traca de Forment, de la foto de Kempes con los brazos abiertos celebrando un gol en Mestalla o de las lágrimas de Cañizares en Milán. El que desprende un brazalete, el de la Senyera, que llevaron Claramunt, Arias, Fernando, Albelda y hoy lleva Gayà: "Ahora es él quien representa los valores del valencianismo", dice José Manuel. "Demuestra las raíces de nuestra tierra". Una tierra ligada a su gente y a sus colores, los que se desprenden de un todo y de pares a fills.