Un pulso que a veces sale y otras acaba con el futbolista en la grada: "Es duro, pero siempre lo paga el jugador"
Al hilo de lo que puede ocurrir con Robert Navarro o con Álvaro Valles, Duda recuerda para Relevo el año en el que el Málaga le apartó del equipo por no aceptar la oferta de renovación
A falta de nueve días para que el mercado llegue a su fin, el futuro de Robert Navarro sigue en el aire. El futbolista catalán corre el riesgo de quedarse un año sin jugar, relegado a la grada. Al todavía jugador blanquiazul, que el año pasado jugó cedido en el Cádiz, le queda un año de contrato y su intención es la de no renovar con la entidad que preside Jokin Aperribay. Su deseo, tal y como adelantó Relevo, es convertirse en jugador del Athletic Club a partir del 30 de junio de 2025, con todo lo que eso supone. Pero el de Navarro no es el único ejemplo de un futbolista que podría quedarse un año en blanco. Ahí está el caso de Álvaro Valles, portero de Las Palmas que, como al realista, también le queda un año de contrato con la entidad canaria. El meta tampoco quiere renovar y ya ha dejado claro, por activa y por pasiva, que su deseo es jugar en el Betis.
Echando la vista atrás en el tiempo, han sido varios los casos, algunos muy sonados, de futbolistas que, con un año de contrato por delante, han sido relegados a la grada o han dejado de contar de manera continuada por su deseo de no ampliar su vinculación con el club en el que jugaban porque o no aceptaban las condiciones de renovación o porque, simplemente, preferían cambiar de aires. Tampoco hay que echar la vista muy atrás en el tiempo para ver un caso que, casualidades del destino, atañe al conjunto blanquiazul. Y nos referimos a Álex Remiro, titular indiscutible para Imanol Alguacil, otrora una de las joyas de Lezama.
Remiro fue condenado durante toda una temporada, la 2018/19, a la grada por su negativa a renovar, una situación inesperada para él cuando volvía tras triunfar en el Huesca, donde fue decisivo para su ascenso. "Ellos no contaban conmigo porque tenía gente delante, consideraban que mi año en el Huesca no era suficiente para estar en el primer equipo. Y yo, entonces, afrontaba el año de volver a Bilbao, intentar hacerme con el puesto, entrenar para mí y ver qué pasaba conmigo porque no sabía que iba a pasar", señaló en una entrevista para 'Come On Fútbol' de DAZN. "Cuando empezamos la pretemporada no tenía ninguna oferta de renovación. ¿Por qué? Porque a Kepa Arrizabalaga se le había renovado en enero", aclaró, confesando después que "la idea que el club me transmitió era: 'Te queda un año de contrato, vas a ser segundo o tercer portero, no puedes salir cedido… Vas a estar aquí'".
Y entonces llegó el gran giro de guión: "¿Qué es lo que pasa? Que llegan y se llevan a Kepa. Y entonces a mí me repercute porque vivo una situación donde tenía que firmar un papel para poder jugar. Si no te vas a ir a la grada", le informaron. "Yo, después de saber que no contaban conmigo, que me medio obligaban a firmar un contrato que no había leído ni mi representante ni yo, con el entrenador delante, yo me dije: 'No quiero aguantar esto'. Yo no sabía lo que iba a firmar. Tenía 22 o 23 años. Soy un niño, pero tonto no soy", puntualizó. El de Cascante era consciente de lo que suponía esa decisión: "Les dije que ese contrato no lo iba a firmar y desde ahí hasta final de año no hubo ni una conversación", concluye Remiro.
"Después de saber que no contaban conmigo, que me medio obligaban a firmar un contrato que no había leído ni mi representante, ni yo, con el entrenador delante, yo me dije: 'No quiero aguantar esto'"
A Duda le pasó algo muy parecido cuando todavía era futbolista del Málaga. Fue en la temporada 2005/06. "No es que no quisiera renovar, yo quería hacerlo. Otra cosa es que no llegáramos a un acuerdo", reconoce a Relevo el exfutbolista portugués del conjunto malacitano, al que por su negativa a firmar una ampliación de contrato, no le dejaron jugar. "Bueno, me dejaron jugar los primeros cuatro partidos, pero el quinto ya no, porque si lo jugaba, ya no podía ser traspasado", explica el exfutbolista, que tuvo que esperar hasta la finalización del mercado de invierno para volver a disputar minutos con el Málaga. "El equipo estaba en descenso. Echaron a Antonio Tapia y se puso Manolo Hierro, que era el director deportivo, de entrenador, y me dejó seguir jugando", recuerda.
Lo vivido por Duda no se lo desea ni a su peor enemigo. "Es duro porque, al fin y al cabo, no es por culpa tuya. En este caso, el problema no fue mío, fue del club porque, primero, no supo valorar lo que tenía, y segundo, por no haber llegado a un acuerdo", argumenta Duda, para quien, partiendo de la idea de que "hay que respetar los contratos que están firmados", es consciente de que "la cuerda siempre se rompe por el mismo lado y el que paga siempre es el jugador. Como se dice, pagamos justos por pecadores cuando, por lo menos en mi caso, los responsables fueron los que estaban en las oficinas por no haber hecho antes su trabajo", sentencia.
Aparte de no jugar, lo que más le molestaba a Duda es que dijeran que lo tenía hecho con el Sevilla, equipo en el que, finalmente, recaló. "Era todo mentira lo que decían. No tenía nada firmado con nadie. Cuando me apartaron, no tenía nada apalabrado con nadie. No tenía hecho nada con nadie. Cuando me apartan y me dicen que no me van a dejar jugar, es cuando empiezo a moverme", reconoce el futbolista, cuya primera opción para marcharse fue el Oporto. "En noviembre fue cuando pacté o apalabré con un equipo, que no era el Sevilla, pero cuando fui en febrero, habían cambiado unas cláusulas y la operación se vino abajo. Fue a partir de entonces cuando le di mi palabra en Sevilla, pero fue a partir de febrero", quiere dejar claro Duda. "Me llamaron un lunes al mediodía y a las 7 ya estaba firmando con el Sevilla, pero antes no tenía nada hecho", reitera.
"Era todo mentira lo que decían. Cuando me apartaron, no tenía nada apalabrado con nadie. En noviembre apalabré mi salida al Oporto, se cayó y luego, en febrero, firmé con el Sevilla"
Exfutbolista del MálagaDuda, por lo menos, tuvo la oportunidad de jugar unos minutos. Hubo otros a los que ni tan siquiera le permitieron esa posibilidad. Fue uno de los casos más mediáticos y que copó las portadas de todos los medios en aquella época dada la entidad del futbolista en cuestión y de los clubes inmersos en dicha operación. El Barcelona, dirigido por aquel entonces por Núñez, castigó a Bernd Schuster con un año en la grada (1986/1987) y en 1988 se fue gratis al Real Madrid. "Los sábados me iba a casa y tenía libre hasta el lunes. Los domingos a las 7 ponía la radio para enterarme de los resultados. Prefería no ir al estadio", reconoció en su día el exfutbolista alemán.
"Los sábados me iba a casa y tenía libre hasta el lunes. Los domingos a las 7 ponía la radio para enterarme de los resultados. Prefería no ir al estadio"
El principio del fin de Schuster en la Ciudad Condal comenzó, sin saberlo, en aquella recordada final de la Copa de Europa frente Steaua de Bucarest de mayo de 1986. En el minuto 85, a la orilla de la prórroga, Venables, técnico por aquel entonces del equipo culé, decidió sustituir a Schuster por Moratalla. El alemán, indignado, decidió marcharse del Sánchez Pizjuán. Salió a la calle, cogió un taxi y presenció en la habitación del hotel cómo el Barça perdía por penaltis uno de los partidos más importantes de su historia. A la hora de buscar culpables, el presidente Núñez lo tuvo claro: "Schuster no volverá a vestir la camiseta del Barça", aunque al alemán le quedaba contrato hasta el 30 de junio de 1988, mes en el que fue presentado como nuevo jugador del Real Madrid.
A lo largo de los años hemos visto jugadores que se han negado a renovar sus contratos y le han echado un pulso a sus clubes para forzar su salida a otro equipo. Ahí están los casos de los mencionados Remiro, Duda, Schuster. También están los casos de Rabiot con el PSG, Wesley Sneijder con el Inter de Milán y de Fernando Llorente con el Athletic Club. A unos les ha salió bien, pero a otros no tanto.