MERCADO DE FICHAJES

Un poste que pudo cambiar la historia, malas caras y la venta de James que dejó al Real Madrid en evidencia

El colombiano vuelve a LaLiga diez años después de desembarcar en el Real Madrid. Tuvo un año de 10 pero acabó con demasiados roces.

James Rodríguez, en el banquillo en un partido entre el Atlético y el Madrid. /GETTY
James Rodríguez, en el banquillo en un partido entre el Atlético y el Madrid. GETTY
Sergio Gómez

Sergio Gómez

El fichaje de James Rodríguez (33 años) por el Rayo Vallecano devuelve al colombiano a LaLiga diez años después de desembarcar en el Real Madrid a cambio de 80 millones, con cartel de futuro galáctico y un brillo cegador después de impactar en el Mundial de Brasil, donde fue Bota de Oro con seis goles. En aquel momento, las profecías, inseparables en esto del fútbol, le auguraban un futuro sólo al alcance de los elegidos. La década que le siguió, sin embargo, más allá de ser prodigiosa se convirtió en un tiovivo en el que combinó un año de 10, un poste que pudo cambiar su historia, un carrusel de malas caras con intento de fuga hacia el Atlético y una venta que dejó al Madrid en evidencia, por la falta de transparencia en el traspaso.

James, en su presentación con el Real Madrid, en 2014.
James, en su presentación con el Real Madrid, en 2014.

El fichaje del de Cúcuta por el club de Chamartín se concretó el 22 de julio de 2014 aunque su comportamiento, meses antes, ya dio a entender su querencia blanca. El 29 de abril de 2014, el por entonces futbolista del Mónaco viajó 584 kilómetros para estar en las gradas del Allianz Arena y presenciar el 0-4 del Madrid de Ancelotti al Bayern de Guardiola, en la vuelta de las semifinales de una Champions que acabaría en las vitrinas del Bernabéu. A los tres meses era presentado por todo lo alto en el coliseo blanco y cayó de pie. Tanto en el vestuario, donde tuvo mucha afinidad con Cristiano (compartía agente, Jorge Mendes) o Marcelo, como en la pizarra de Carletto. Completó un primer año de 10, como el dorsal que lució en la espalda.

James se convirtió en uno de los jugadores fetiche de Ancelotti. El historial estadístico no engaña, como tampoco la sonrisa del cafetero. Estuvo disponible para el italiano en 46 partidos (se perdió 12 encuentros por lesión y uno por acumulación de amarillas) y los jugó todos: 44 como titular y dos saliendo desde el banquillo. En total, el entrenador le utilizó 3.507 minutos de 4.140 posibles, el 84%. Esa sintonía se interrumpió. Aquel Madrid tuvo un inicio de temporada espectacular, con récord de triunfos consecutivos y un Mundial de Clubes, pero el globo comenzó a pincharse en enero hasta terminar con Florentino apretando el botón del despido.

El equipo se vino abajo físicamente y acabó sin Liga, ni Copa de Europa, ni Copa. La historia pudo haber sido diferente y James lo tuvo en su cabeza. El Madrid perdió la ida de semifinales de Champions contra la Juventus 2-1 y el colombiano acarició el empate: su potentísimo remate desembocó en el larguero. De haber marcado, el rumbo podría haber sido distinto para el staff y para él (recordemos que, entonces, los goles fuera de casa valían 'doble'). El encuentro de vuelta acabó 1-1, con Morata echando a los madridistas de la competición.

Todo se torció con Benítez

El presidente, entonces, se abrazó a Benítez (sin estar convencido) para "dar un nuevo impulso" y ahí comenzó a torcerse el camino de James. Incluso la pretemporada ya la inició con el pie cambiado. Chocó con el nuevo entrenador y la relación se tensó. Benítez le pidió que adelantase cinco días sus vacaciones para incorporarse a Australia en vez de ir directo a China, como así fue finalmente. James había terminado tarde su participación con su selección en la Copa América y no entendía que tuviera que recortar su descanso ante una temporada que se presumía larga y complicada.

Benítez, James y Bale, en Valdebebas.
Benítez, James y Bale, en Valdebebas.

El técnico dejó caer en más de un despacho que desde esa negativa le había "tomado la matrícula". Así fue, aunque públicamente asegurara que no tenía ningún problema "con nadie". En este caso, los datos también son concluyentes: con él sólo jugó el 56,5% de los minutos (713' de 1.260') y fue titular en nueve de los 17 partidos que disputó. De esos nueve encuentros acabó sustituido en seis. Uno de ellos fue el naufragio del Clásico en el Bernabéu. Benítez dispuso un once mirando al palco. Sentó a Casemiro, clave en el equilibrio, para contentar con James: le acabó relevando en medio de un tsunami que acabó con 0-4 y una pañolada que engrasó la guillotina. Pocas semanas después, el madrileño fue fulminado.

El de Benítez fue un periodo de malas caras del cafetero, que mejoraron con Zidane... aunque sólo al principio. La llegada del francés, en enero de 2015, supuso para él un alivio. Pertenecía a su santoral y confiaba en que, como jugador de talento que fue, supiera entenderle mejor que Rafa. Pero su relación no hizo clic. En esa mitad de campaña fue un asiduo en el plan aunque ya hubo señales de que a Zizou no le llenaba el ojo para lo que quería. En la Champions, competición que acabaría en las vitrinas del museo de Concha Espina, se quedó sin jugar en partidos como el del Wolfsburgo, con el reto de remontar un 2-0, la ida de semifinales ante el City o la final contra el Atlético. En las noches de campanillas fue borrado del mapa.

Rifirrafes con Zidane, el 'salvavidas' Ancelotti y un traspaso gris

Una situación que se creía coyuntural pero que, en el fondo, era estructural. A Zidane no le encajaba James en su 1-4-3-3 (también reclamaba más sudor) y ambos acabaron enredándose en un 'matrimonio' complicado, con un paso adelante, muchos atrás y alguna 'rajada' que otra del colombiano que enrarecía el ambiente. Como cuando el Madrid conquistó el Mundial de Clubes y en plenos festejos explotó: "Estoy feliz aquí, pero quiero jugar más. Tengo siete días para pensar". Días después, tras ganar 3-0 al Sevilla con doblete suyo, reculó: "Me quedo". Nada cambió, a pesar de que el jugador formó parte de la distinguida unidad B que le dio al Madrid la Liga 2016-17. Incluso fue a peor, como evidenció aquel "La concha de tu madre, no me pone un partido completo" que rumió el futbolista cuando fue sustituido en un partido contra el Leganés.

Zidane y James, en un entrenamiento.
Zidane y James, en un entrenamiento.

James, al que nunca le abandonaron las sospechas sobre su sacrificio y estilo de vida fuera del césped, se sintió desplazado. En su búsqueda de oasis encontró un bote salvavidas. El suyo siempre llevó grabado el nombre de Ancelotti. El italiano le rescató primero para su Bayern (2017), como cedido, y después se lo llevó al Everton (2020). Entre medias, eso sí, negoció con el Atlético, pero Florentino lo paró todo, como confesó el cucuteño: "Yo no me quise quedar en Bayern porque tenía la opción del Atleti. Iba a estar en casa, había nacido mi hijo, fue una opción más bien personal. Estaba todo listo, iba a estar más cerca de mi hijo, estaba en casa. Así que quise irme y ahí fue cuando el presidente (Florentino Pérez) no me dejó salir, prácticamente me ha jodido un poco". Cuando sucedió aquello, al Madrid aún le dolían la contusión del 7-3 que le endosó el Atleti en pretemporada...

De este modo, acabó refugiándose en el Everton de Carletto, en una operación que se vendió de una manera y acabó siendo de otra. El Madrid filtró que traspasó a James, al que aún le quedaba un año de contrato, por 25 millones. Sin embargo, se descubrió que el club no ingresó absolutamente nada por un jugador que costó 80M€. El que tiró de la manta fue Banfield, exclub del futbolista. Fue a la hora de reclamar su porcentaje de venta que le correspondía por el mecanismo de solidaridad cuando se encontró con la sorpresa. "El traspaso se hizo como si fuera un jugador sin coste. Se hicieron las consultas pertinentes a ambos clubes y nos confirmaron lamentablemente que Banfield no recibirá dinero", explicó Ignacio Uzquita, tesorero de la entidad argentina. FIFA también lo corroboró.

Primeras palabras de James como rayista.Rayo Vallecano

Este episodio nebuloso puso punto final a la relación de James con el Real Madrid y LaLiga. Su carrera fue dando volantazos. Dejó la Premier por Catar (Al Rayyan), probó fortuna, sin encontrarla, en Olympiacos y cayó en Brasil, en el Sao Paulo, donde tampoco encontró la plenitud. El medio únicamente se reencuentra consigo mismo cuando se pone la camiseta de Colombia. Con su selección se empodera, deja atrás las miserias y vuelve a mirar al cielo. Así lo hizo en la pasada Copa América, en la que impulsó a los suyos al subcampeonato y fue nombrado mejor jugador de un torneo que se acabó llevando la Argentina de Messi. Ahora, a sus 33 años, el Rayo ha aparecido en su camino como el último vagón al que abalanzarse para volver a jugar en una Liga donde vivió de todo.