OPINIÓN

Mbappé continúa acumulando méritos y goles para ser el epicentro indiscutible del Real Madrid del futuro

Mbappé celebra su gol al Sevilla. /EP
Mbappé celebra su gol al Sevilla. EP

Jornada de las que te rejuvenecen. Jornada propia de mi niñez o de mi adolescencia. Jornada de radio pura y dura. De vértigo. De viajes imaginarios de estadio en estadio. Cierto es que podía haber sido aún más emocionante, en cuanto a la parte alta de la tabla se refiere, pero los mejores, los seis más regulares, llegaron a la penúltima fecha con los deberes hechos y el curso medio aprobado, aunque las notas, por supuesto, no sean igual para todos.

Cuando tienes diez partidos al unísono en diez televisores distintos, la realidad es que terminas por no ver ningún encuentro de verdad. Los ojos te bailan con los goles y con los gritos de los compañeros que cuentan las batallas en juego en cada campo. Que el duelo del Sánchez Pizjuán entre el Sevilla y el Real Madrid saliera soso y pesadote como salió era de esperar. Los locales porque estaban y están más pendientes de sus guerras internas ajenas al terreno de juego y los visitantes porque están deseando que la Liga se vaya de vacaciones para ponerse a pensar en la nueva etapa que pasa por el Mundial de clubes y la llegada de Xabi Alonso y los nuevos fichajes.

Aún así, aún queriendo comprender a los de Ancelotti, es obligatorio recriminar su actuación ante un rival que primero se quedó con diez jugadores por la injusta expulsión de Badé (minuto 11) y después jugó contra nueve toda la segunda mitad porque también vio la roja Isaac por una desconexión mental en forma de alevosa patada, que debe tener mucha relación con la paranoia que se vive en su club, en los despachos y en el césped, una temporada sí y otra también.

Fue un Madrid sin alma y con poco juego. Aunque de esto último no ha estado sobrado desde el mes de agosto que ganara la Supercopa de Europa. Un equipo mortecino contra diez y contra nueve. En el empate inicial y en la victoria final. A estas alturas de curso pocas conclusiones nuevas se pueden sacar al respecto y las que te llaman la atención ya vienen siendo una realidad a lo largo de las últimas semanas. Se enfade Vinicius, incluso Bellingham y Rodrygo, este Madrid ha sido casi toda la sesión el Madrid de Mbappé. ¡Hasta cuando fallaba esos unos contra uno que solía marcar siempre en el PSG y en la selección francesa! Y partiendo de esta premiso no creo que sean muchos los que piensen que el Madrid del futuro inmediato no deba forjarse y armarse a su alrededor. Él debe ser el epicentro del juego ofensivo del equipo. Y si Xabi Alonso decide jugar con una sola referencia arriba y muchos llegadores desde atrás, Kylian debe ser ese hombre. Y si el de Tolosa decide jugar con dos puntas, la elección es trivial: el francés y otro.

Esta su primera temporada en la Liga ha servido para demostrar que puede jugar perfectamente de delantero centro y que su etapa de extremo izquierda ha pasado a mejor vida. Cuanto viva más cerca del área, mejor para su equipo. Más goles marcará. Por cierto, que llamó la atención que en el Sánchez Pizjuán sus compañeros no jugaran más para él. Dentro del escaso bagaje ofensivo del equipo a lo largo de todo el partido se repitieron jugadas en las que no se aprovechó su instinto y su velocidad. Mbappé se estaba jugando el trofeo de máximo goleador de la Liga y también la Bota de Oro, que no es el Balón de Oro, en cuanto a prestigio y glamour se refiere, pero es el galardón que premia al mejor realizador de todas las ligas del viejo continente, Premier y campeonatos británicos, incluidos... Y sus compañeros estaban a la suya, como queriendo acumular méritos individuales ante el entrenador que llega. Como si no supiera Xabi del pie que cojea ya cada uno, canteranos incluidos. Ahí, de La Fábrica, Alonso tiene información de primera mano. Casi tanto como de la plantilla que hereda de Ancelotti.