Al final, Llorente jugó de todo menos de delantero

Suele pasar. Cuando juegas a no perder, a que pase lo menos posible, a que el rival no desarrolle sus virtudes, más que pensar en practicar las tuyas... al final, un error, un despiste, te termina por complicar la vida. Para su desgracia, el Atlético tiene un espejo no muy lejano en el que mirarse. Ha conseguido en San Siro el mismo resultado de hace dos temporadas en el Ettihad contra el Manchester City. Una derrota mínima de esas que se empinan en el partido de vuelta. La diferencia está en que este Inter, por muchas virtudes que tenga, que las tiene, no acumula tantas como el equipo de Guardiola que terminó llevándose un milagroso empate sin goles del Metropolitano y clasificándose para semifinales.
Ya había avisado Griezmann cuando se emparejaron estos dos equipos que quien viera el partido se iba a aburrir un poquito y que sería un gran partido para los que lo jugaran, pero no para los que lo vieran. Así fue. El Atlético, petrificado en un 1-5-4-1 en defensa, quería que pasara lo menos posible y al Inter tampoco le importaba porque sabía que alguna de las ocasiones que tuviera la metería. Simeone se armó bien en su campo con la premisa de defender lo más lejos posible de su área. Al final, quiso dar a entender que Llorente iba a ser un delantero, como ante Las Palmas, pero en realidad fue un segundo lateral por delante de Molina, más preocupado de tapar a Di Marco que de buscar la puerta contraria.
De hecho, los rojiblancos jugaron sin delantero hasta la entrada de Morata en la segunda parte. Hasta entonces, Griezmann tampoco fue un atacante aunque pudiera dar la impresión de que era el hombre más adelantado del equipo. Demasiado retrasado el francés en su afán de echar una mano a sus compañeros del centro del campo. Demasiado lejos del área contraria como para hacer efectiva alguna de sus acciones individuales. Y cuando salió Morata, Antoine se fue a la banda derecha, donde había jugado Llorente hasta entonces. Y, ahí, encima se lesionó. Por su parte, Llorente acabó de lateral, cada vez más lejos de la posición en la que, en teoría, tenía que jugar el partido.
No es fácil en el fútbol actual y ante rivales de postín nadar y guardar la ropa. Defender y atacar. Cuando pones todo tu empeño en cubrir lo primero, no llegas a lo segundo. Es casi imposible no cometer un error cuando todo lo fías a mantener tu puerta a cero. El más mínimo detalle te complica la existencia. No es casualidad que el error de San Siro lo cometiera el mismo jugador que hace dos semanas se equivocó en el partido de Copa contra el Athletic: Reinildo. Es el peaje que se paga cuando has estado un año lesionado y de repente vuelves a la alta competición. Parece que estás, que eres el de siempre, pero no es así.