Valverde le recuerda a la Liga lo que es el Real Madrid

Lo que es el fútbol. 45 minutos después de que el Real Madrid exhibiese su último título europeo a su afición, de hace catorce días, ya ves tú, el público del Bernabéu se puso a pitar a los suyos porque eran incapaces de incomodar al Valladolid. Así de puñetero es este deporte, así de grave es este estadio, en el que se estrenó con triunfo en Liga el equipo blanco.

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La victoria no fue gracias a Kylian Mbappé, que debutaba esta tarde en el Santiago Bernabéu, llegó por culpa de Fede Valverde. Y sin darse cuenta se explicó a sí mismo el Real Madrid: da igual la calidad y tantas estrellas, aquí para ganar tantos partidos y tantos títulos sólo importa la actitud. La del interminable futbolista uruguayo, que reventó con su diestra un choque enquistado.

Después, lo más bonito. Todo lo que insinuó este nuevo equipo de Ancelotti, al que sólo le falta por ajustar lo más importante. Cómo abrir la lata. Tras ello, cabalgadas, disparos, ensoñación. Brahim marcó el segundo tanto haciendo fácil lo difícil, y Endrick pareció el tocado por la varita, el día del debut de Mbappé.

Ya son dos partidos de Liga en los que el rival del Real Madrid es un calco: una defensa férrea y sin fisuras, como decían en la Play, bien escondidita atrás y replegada junta. Como si armasen un pelotón matemáticamente alineado, cada cual con su tarea. Que si frenar a Vinicius, que si frenar a Mbappé, que si frenar a Rodrygo.

La zaga del Valladolid, dirigida por Pezzolano, resistió sin apenas un susto en la primera parte, mostrándole a Ancelotti toda la tarea que tiene por delante. El Real Madrid sufre sin espacios (no había que ser ingeniero para adivinarlo), y Boyomo y Cömert dejaron a los blancos sin huecos. Hasta el huracán de Fede Valverde.

Con un ataque en forma de constelación, al centro del campo del Real Madrid se le acumulan los deberes. Además sin Toni Kroos, con Fede y Tchouameni tratando de repartírselos. Justo los dos salieron con nota distinta frente al Valladolid: del puño de Valverde al partido lánguido de Tchoaumeni.

El futbolista francés del conjunto blanco, del que hablan maravillas desde la caseta (un tipo culto y esforzado), no termina de ganarse al público del Bernabéu. Sigue sin aportar en el pase, y su exuberancia física hace que parezca que no se esfuerza demasiado. Y este año el cuadro merengue le necesita más que nunca.

Por contra, cada día que pasa el madridismo abraza más a Fede Valverde. "Está en todas partes", repiten siempre los que más le conocen. Y es que hay encuentros en los que juega Fede y luego también Valverde. Como si fueran distintos. Uno el que se tira al suelo a cortar un contragolpe y otro el que abrocha los tres puntos contra el Valladolid con su trallazo en el minuto 50.

El ataque del Real Madrid fue el centro de la conversación en el descanso del Santiago Bernabéu. "No combinan", se escuchaba. Y es que Ancelotti se enfrenta a su año más difícil. Al fútbol no gana el equipo que mejores jugadores tiene, sino el que los sabe combinar mejor. Y estrellas tan grandes ocupan mucho sitio.

Mbappé, en el día de su estreno, no anduvo fino. Le cuesta jugar en recovecos, y sus compañeros no le surtieron de buenos pases. Dejó una imagen para el inicio. Él solo, con el número nueve, justo antes de empezar el choque. Será una premonición: para que este Real Madrid triunfe tendrá que jugar de delantero centro único.

Rodrygo, por su parte, participó en el gol de Fede Valverde. De su roce fino salió el zapatazo del uruguayo, y le contó como asistencia. Fue el que se sintió más cómodo del tridente, el que mejor opera en la escasez de espacios, de virguería en virguería. A Vini esta tarde le pasó como a su peinado. Lo intentó, pero le salió con el efecto contrario.