ENTREVISTA

Unai Vergara se sincera: "Un día decía 'yo puedo con Ronaldo' y al otro pensaba que haría el ridículo contra un Segunda B"

El exinternacional repasa su carrera, corta pero intensa por una lesión de abductores, con cariño al Villarreal y a Llaneza.

Unai Vergara, en Andorra, en la entrevista con Relevo. /RELEVO
Unai Vergara, en Andorra, en la entrevista con Relevo. RELEVO
Alberto Martínez

Alberto Martínez

La vida de Unai Vergara (1977) ha dado tantas vueltas como una peonza. Nació en Portugalete (Bilbao), donde jugaba en campos embarrados e iba algunos fines de semana a ver al Athletic de Javier Clemente. Con nueve años se trasladó a Barcelona, donde acabó su formación, pero se hizo jugador en el primer Villarreal. Fue plata olímpica en los Juegos de Sídney, junto a su amigo y ahora compañero de pádel Carles Puyol, y llegó a la Absoluta. Solo una vez. Sus abductores dijeron 'basta' y su carrera fue hacia abajo. Ahora vive en Andorra vinculado a la intermediación de futbolistas. Un café con él es una experiencia de vida. Reflexivo, se sincera sobre sus problemas de jugador y los que también amenazan a los jóvenes.

¿A qué te dedicas ahora?

Me saqué la licencia de agente, entré en una empresa y después de la pandemia salí de ella. Ahora estoy más tranquilo y sigo de intermediario en Andorra.

¿Por qué Andorra?

No sabes dónde la vida te lleva. La empresa estaba aquí. Tengo la vida en Andorra, mis amigos y mi día a día.

Has recorrido media España, pero naciste en Portugalete, Bilbao, cerca de San Mamés. ¿Qué recuerdas de tu infancia?

Nazco en Portugalete, al lado de Las Arenas, separado por la ría. Con nueve años por motivos profesionales de mi padre nos mudamos a Barcelona. Me formé en Barcelona, luego ya di vueltas por España.

¿Eras del Athletic?

Me marcó el Athletic. Es algo especial. Mi padre era del Athletic, sus valores me gustan y me identifico. Jugaba a fútbol en el colegio y luego en un equipo… Que ahora sería impensable. Caminaba 45 minutos para entrenarme, cruzaba un pueblo, y lo hacía en un campo de tierra siempre embarrado porque llovía. Jugaba con tacos de aluminio. El primer equipo fue el Leioa, con un río al lado. Todos los balones se iban al río y teníamos que cazarlos con una cesta.

¿Tu padre te llevaba a San Mamés?

Fui a San Mamés, pero poco, era pequeño. Tengo vagos recuerdos, alguno de la gabarra con las Ligas.

¿Y nunca te quiso fichar el Athletic?

Parecía que había interés, pero no coincidieron los momentos. Hubiera sido algo bonito porque me identificaba. Sigue siendo uno de los grandes estadios del campeonato.

De Bilbao a Barcelona, ¿era muy diferente el fútbol formativo en esos dos lugares?

No había muchas diferencias. Eran clubes ya federados. Primero empecé en Masnou y tengo un recuerdo parecido, aunque de Barcelona tengo más experiencias.

Uno de ellos es la Gramenet de Antonio Morales de presidente. ¿Genio y figura?

Lo recuerdo con cariño, a la Gramenet y a Antonio Morales. Insistió en que viniera, era un mal momento porque en un mes y medio después de estar en Vitoria me querían mandar a Córdoba. Y Antonio me llamaba y me insistía. Es un hombre peculiar, pero ha dado su vida por la Gramenet y luego por el Espanyol. Siempre cumplía, pagaba, nos trataba muy bien a su manera. Es de esos tipos de personas que dan pero que piden que seas honesto.

¿Qué te pasó en Vitoria, por qué aquello no salió bien?

Firmé con un director deportivo en mayo y a los 15 días lo echaron. Vino Mané de técnico y firmaron a Téllez en mi posición. Decidieron que no era mi momento. Y salí.

Y, de golpe, llegas al Villarreal. ¿Cómo se construyó ese gran proyecto?

Ya se veía. Estaba en el Mérida y fui con la Sub-21, ellos tenían mucho interés en mí. Paco Herrera, que es cuñado de Escribano, mi entrenador en la Grama, me dijo de ir al Mérida, y fue una gran experiencia. Pero llegó Llaneza. Aquel Villarreal ya se veía adonde iba a llegar. Empezó a pagar nueve millones de euros por fichajes. Desde que llegué, te chocaba todo. Aquello era pequeño, pero Roig y Llaneza tenían claro hacia dónde iban y cómo tenían que hacer las cosas. Jugamos ya la Intertoto… No fue un secreto, el fútbol ya valoraba cómo crecía ese Villarreal, con la ciudad deportiva, el estadio y los fichajes. Estaban Palermo, Víctor y Arruabarrena.

¿Qué los hacía diferenciales a Llaneza y Roig?

Tenían capacidad. Puedes tener ideas pero si no sabes cómo llevarlas a cabo, es difícil. Pero era un club muy práctico. Llaneza iba a Argentina y fichaba a un jugador. No había burocracia. Mi caso fue el mismo. El Mérida estaba con problemas de pago y Llaneza fue práctico. Llegó, puso el dinero y se fue.

¿Te recuerda aquel Villarreal al Girona en la gestión del club?

Es diferente porque el Girona está dentro de un grupo grande y potente, pero es verdad que en ese aspecto sí que hay parecidos. Quique Cárcel tiene un gran equipo y mucha autonomía. Ellos hacen las cosas bien desde hace mucho tiempo. Se lo merecen porque no es un trabajo de un día. Se quedaron a las puertas de subir y siguieron con ello. Tienen un gran equipo y deben disfrutar del momento.

Hablabas de Palermo, ¿por qué no cuajó y cómo lo recuerdas?

Hace poco estuve con él en el centenario. Es un fenómeno, es un tío espectacular. Lo quiero mucho y él también a mí. Era el crack mediático. Nos llamaron antes a ver qué nos parecía, le había metido dos goles al Real Madrid en la Intercontinental. No tuvo suerte, se le cayó el muro el día del Levante y le hizo una avería. Hicimos un grupo muy grande, pero ellos hacían la vida fuera. Cuando llegó quiso hacerse un muro de dos metros en su casa, por la seguridad, los paparazzi… Le dije que no hacía falta, que esto era el Villarreal, que viviría tranquilo.

Justo antes de empezar ese periplo en el Villarreal, vives una experiencia única en los Juegos de Sídney. ¿Fue la mejor de tu carrera?

En ese momento no éramos conscientes. Llego al Villarreal y voy a mediados de agosto a los Juegos. Estaba en Australia, lejos del entorno, estuvimos fuera de la villa olímpica. No era consciente de que eran unos Juegos, y ahora veo que es la cosa más importante que he hecho. Era joven y no lo disfruté, solo pensaba en jugar. Fue una experiencia espectacular. Jugábamos bien, ganábamos, lo pasábamos bien… Se fue el oro en los penaltis.

¿Cómo recuerdas la final ante Camerún?

La vi desde el banquillo y creía que ganábamos el oro. Fallamos un penalti, nos quedamos con diez… La sensación de perder la final fue de derrota, pero con el tiempo… Ves que hasta los Juegos de Tokio, España no había jugado ni una final. No disfruté de una etapa que fue la mejor de la vida.

De la Selección olímpica a la absoluta. ¿Recuerdas cómo te lo transmiten y aquel partido ante Inglaterra?

No me lo esperaba. Fue todo rápido. Dos años antes estaba en la Gramenet, luego en Mérida, la Sub-21, los Juegos, el Villarreal y en febrero ya debuto con la absoluta. No lo asimilé ni lo disfruté. Llegué justo de abductores. Me saltaba sesiones haciendo rehabilitación. Fue un momento espectacular, ya que me convertí en el primer jugador de la historia del club en ir, y José Manuel vino llorando a darme la lista, yo estaba en la camilla. Ese momento fue inolvidable y casi no lo valoras… Y recuerdo llegar a la concentración… y ese fin de semana había un Barça-Madrid y palpabas la tensión, ves los Guardiola, Hierro, Luis Enrique… Me trataron muy bien. No hicimos un buen partido ante Inglaterra. Luego, el destino, en dos o tres semanas me rompí y se acabó la temporada.

¿Y cómo se convivía en aquella Selección?

Fueron cuatro días, pero noté una cercanía grande. Tengo un buen recuerdo de acogida hacia los jóvenes. Y eso que existía esa tensión.

¿Qué tipo de tensiones?

Íbamos a comer y unos iban para un lado y otros para el otro. Se notaba que había un encuentro importante el fin de semana. Fue espectacular.

Después te llega la lesión que te impide seguir al mismo nivel. ¿Eso te fastidió la carrera?

Sí. Llaneza me lo decía, me da más miedo tu lesión que un cruzado. Se me soltó un abductor y tuvieron que compensarlo. Perdí velocidad, perdí potencia en el golpeo… No fui capaz a nivel físico y mental de darle la vuelta. Ahora unos años más tarde no sabes qué hubiera hecho diferente. No quiero hablar de mala suerte. Si me hubiera pasado en la Gramenet habría estado todo el tiempo en Segunda B. Fui un privilegiado y me pude dedicar a lo que todo niño sueña. Mi familia vivió gracias al fútbol, así que estoy agradecido y en deuda.

¿A qué temas mentales te refieres?

No era consciente. Ahora te das cuenta de muchas cosas. Había partidos que jugaba contra Ronaldo y pensaba 'puedo con él', estaba a tope, bien y fuerte, y luego jugaba contra un Segunda B o Tercera en la Copa y pensaba que haría el ridículo. Eso para mí es la clave en la vida y en el deporte. Lo difícil es estar siempre en el punto óptimo. Es más fácil pensar que a nivel físico lo has hecho bien, pero lo que marca la diferencia es el que llega preparado a nivel mental. Esa es la gente que llega lejos en lo suyo. Hoy en día todo está más estudiado y es abierto, pero depende de la persona, cómo lo trabaja o la valora. Lo que para uno es una montaña para otro es nada.

¿Consideras que hoy en día el jugador también sufre mentalmente aunque tenga más recursos?

Cada uno es un mundo, cada persona es distinta. No es fácil generalizar. El problema que tenemos es que se trata de forma individual pero no deja de ser colectivo. Aunque se trabaja abiertamente, hay mucho por hacer. ¿Dónde integras al coach o al psicológico? Si está dentro del equipo y el jugador le dice que no está bien, cree que el técnico no le pone, por eso prefiere ir fuera para que nadie se entere. Parece que demuestras tener debilidad cuando realmente es tener valentía. Necesitas salir al campo a competir con un estado de concentración alto. Había días en los que estábamos pensando en que debías cambiar las ruedas del coche… Es un ejemplo absurdo. Le digo a mis hijas eso: a veces en una hora estudias y te cunde, otras no.

Hay pocos así, como Puyol, su pareja de pádel...

Con Puyol competí en unos Juegos, pero es el ejemplo que pongo. A veces estaba a su lado y pensaba 'cómo este tío podía estar tan metido todo el rato'. Y eso es lo que le ha hecho ser tan importante y tan grande. Puyol fue lo que fue porque le sacó un rendimiento máximo a sus capacidades cada partido… Cometerá errores, pero partidos malos no le recuerdo.

¿Cuál es el mejor delantero al que te has enfrentado?

Ronaldo fue el más grande contra los que jugué. Luego estaba Ronaldinho, era desproporcionado, pero el mejor nueve fue Ronaldo. Te hacía daño en 50 metros, en 20, en dos metros, te hacía daño sin controlarla, era rematador, era potente… Era ágil, rápido. Era alto. Si él estaba bien no había nada que hacer.