Cuando el teléfono móvil suena en el vestuario: "Hacemos muchas cosas para que los chicos estén felices"
Quique Sánchez Flores, Gregorio Manzano, Jorge Romero o Anquela explican la transformación que ha vivido el fútbol por la evolución de la sociedad.
Dicen las estadísticas que lo más probable es que este texto lo esté leyendo en su teléfono. Los españoles utilizan el móvil más de cinco horas de media al día, ha sido un cambio social profundo, una revolución que, por supuesto, también está en los vestuarios de fútbol. Se define como nomofobia, el miedo a pasar tiempo lejos del teléfono, y está muy extendida.
Carlo Ancelotti comentaba en una entrevista en France Football que el cambio ha sido para peor. Le cuesta entender a los jóvenes y retrata la adicción del móvil por parte de sus futbolistas como una "enfermedad" contra la que tiene que luchar. Todos los entrenadores se enfrentan ante esta cuestión, los móviles no son una anécdota sino una parte más de la vida de los chicos a los que tienen que moldear para ganar partidos de fútbol.
"Es algo que los que llevamos mucho tiempo en el fútbol hablamos con frecuencia, antes se sabía dónde se podía usar y dónde no, pero ahora está tan instalado en los espacios del fútbol que no se puede quitar de ahí", explica Quique Sánchez Flores, entrenador de notables éxitos que ha habitado banquillos durante 20 años y, por lo tanto, ha visto como los celulares iban ganando poco a poco terreno.
"Esto es como la vida misma, te tienes que adaptar a lo que hay. Es complicado, nosotros teníamos un régimen interno en el que el móvil en ciertas fases del día estaba prohibido, porque pensábamos que había que estar en lo que había que solventar pocas después, pero es una cosa inevitable, esto va a así y no hay que darles más vueltas", añade José Antonio Anquela, también con muchos años de servicio a sus espaldas.
Hay en todo esto algo de brecha generacional, entrenadores como Anquela, Ancelotti o Manzano vienen de un mundo en el que el móvil no es orgánico sino un añadido posterior, un artilugio ajeno a su existencia. Lo ven con cierto recelo, casi como un incordio.
Jorge Romero, que entrenó hace tres años al Juvenil del Real Madrid, es de otro tiempo y ha tenido que trabajar con chicos para los que el móvil es tan natural como comer tres veces al día. Su visión es distinta. "Mi experiencia en ese sentido es buena. También creo que es un poco adaptarte al contexto, al momento. Al final son personas, por encima de jugadores de fútbol, y son nativos tecnológicos, han nacido básicamente con el móvil la mano. Lo que sí que creo que es importante, que muchas veces no es necesario porque ellos ya tienen cierta responsabilidad y mucho más en ese tipo de clubes, es de poner cierto orden", explica.
Cuenta Ancelotti en esa entrevista que un día llegó al vestuario con la idea de prohibir el uso del móvil. Uno de sus capitanes le apartó y le explicó que la idea era absolutamente irrealizable. De alguna manera, a todos los entrenadores de cierta edad les ha pasado algo parecido, han intentado poner coto al teléfono, lo que hoy en día es algo parecido a poner puertas al campo.
"En el vestuario estaba prohibido siempre. Siempre que sonaba el móvil ellos mismos se encargaban de poner una norma y ellos mismos se encargaban de poner multas", recuerda Anquela. También estaba prohibido en el autobús, pero con los años eso se hizo imposible, con frecuencia los jugadores tienen que gestionar cosas como las entradas de los amigos y quitar de ese espacio el teléfono terminaba siendo contraproducente.
Gregorio Manzano, cuya última experiencia ha sido en China después de ser entrenador del Atlético o del Mallorca, es consciente de que ya ha pasado el tiempo en el que prohibir el móvil tiene sentido. "Yo no lo haría. Aunque hablamos de esta circunstancia en un plano muy general, cada vestuario es distinto, cada entrenador es distinto y las situaciones son distintas, no es lo mismo un equipo que está ganando que otro que no, por ejemplo", señala.
Reglas hay, claro, aunque el libreto se haya ido destensando con el tiempo. "Hay algunos espacios en los que está terminantemente prohibido, no solo que no aparezca sino que está guardado y en silencio, como las charlas previas al partido, o las charlas durante la semana con vídeos, en la comida o en la cena. Espacios en los que está capadísima la posibilidad de ponerte con el móvil, pero hay otros, incluido la previa de un partido, en los que es un tiempo muy abierto y cada uno utiliza sus métodos de relax", cuenta Sánchez Flores.
Cuando el móvil suena en una charla
Que esté prohibido no quiere decir que a veces no aparezca, siempre hay descuidos, olvidos y, en algunos casos, voluntad de salirse de la norma. "Para el entrenador es un poco grotesco, incómodo, ver que el chico en una charla de estrategia o de balón parado tiene que quitarse el móvil y que lo coge de nuevo justo cuando termina. Para los que estamos criados en otra cultura es complicado, aunque creo que incluso para los entrenadores más jóvenes es complicado, porque al final lo que quieres es una atención plena", explica el exentrenador del Sevilla, el Valencia o el Atlético.
Llega un punto en el que todo esto se acepta como el que vive un fenómeno meteorológico, tampoco hay más remedio. Es el caso de Anquela: "Si es que estás en el vestuario cuando acaba el partido y lo primero que hacen es mirar el móvil o sacar la foto para Instagram. Es un asunto bastante complicado y difícil de solventar en el que al final tenemos que adaptarnos nosotros y convivir con esa situación porque no va a haber otra", añade Anquela.
Romero, que es de otra generación, lo trata con naturalidad, entiende de otra manera el fenómeno. El vestuario tiene muchos ratos muertos, y ahí el móvil no tiene necesariamente que hacer mal: "Yo creo que en esos momentos ellos tienen un poco que hacer lo que consideren, con cierto orden. Creo que es una manera de llevártelos un poco a tu terreno. Si el entrenador no tiene cierta flexibilidad se le puede volver en contra. A lo mejor en otras generaciones era distinto, pero hoy sería más negativo que positivo prohibirlo".
De hecho, la experiencia de Ramos es bastante distinta. Él estuvo en Valdebebas en el año posterior a la pandemia, y ahí el móvil más que un engorro fue un aliado. "Tratamos de que el móvil sea una herramienta de la que podamos aprovecharnos. En ese sentido hemos hecho charlas a través del móvil, que es algo que se sigue haciendo. También se mandan vídeos para que los jugadores vean situaciones del partido e incluso para que ellos puedan interactuar, hemos hecho encuestas por el móvil", enumera.
Quique, que además de entrenador y exfutbolista es un gran conversador del fútbol, entiende un poco de esta adaptación. "Al final lo que quiero es que mi jugador salga lo mejor posible al campo. Si lo que le viene bien es la música, pues la música. Pero yo no controlo, sé que dos escuchan música, pero no lo que hacen los 20 restantes. No sé si diez están con textos, si cinco están muy preocupados de que los amigos que van a venir al estadio y no tienen las entradas, si están en las redes sociales... Lo que sí tengo claro es que yo no quiero imponer reglas que no pueda cumplir, porque cada regla que no puedes controlar es un misil en contra del vestuario. Esto lo hablamos muchas veces, incluso con jugadores veteranos como Ramos o Navas, son plenamente conscientes de lo que ocurre, yo entiendo lo que dice Carletto", relata.
El móvil es una ventana al exterior que te da la opción de elegir tus conversaciones, puedes hablar con alguien que esté en China y, consecuentemente, no necesitas prestar atención a quien se está cambiando a tu lado. Eso, por descontado, ha transformado también las dinámicas de grupo.
Las cenas de grupo
"Han cambiado muchas cosas porque ha cambiado la sociedad. Antiguamente, por poner un ejemplo, cuando se cenaba o se comía en las concentraciones, nadie se levantaba hasta que no se iba el entrenador. Era una costumbre. Últimamente cada uno entra al comedor en horario previsto cuando quiere, cuando termina se levanta y se va. Hemos pasado de una situación un poco más rígida y más disciplinaria a una situación mucho más flexible", cuenta Manzano.
Aunque el mundo esté lleno de fanáticos del pasado, nostálgicos que entienden que cualquier tiempo fue mejor, el exentrenador del Juvenil del Madrid, que ahora es analista en el Atlético, le quita hierro al asunto: "El que haya vivido otros tiempos es posible que tenga esa percepción y eche en falta ciertas cosas que ahora se hacen de otra forma, porque han cambiado el vestuario y la sociedad, pero yo lo que veo negativo es ir contra natura".
Y es que en el mundo de las relaciones personales es muy complicado saltar tu propia perspectiva y pensar las cosas de otra manera. "Creo que uno de los motivos por los que esto pasa es porque nos ponemos nosotros en primera persona. A mí me gusta hacer las cosas de una manera, a mí me gusta concentrarme de una manera concreta, a mí me gusta relacionarme con mi compañero de una manera... Ya, pero esa es la tuya, hay otro que se concentra escuchando música o jugando al ping-pong. Lo he vivido, hay jugadores que su manera de concentrarse es tratar de quitarle hierro al asunto y los ves que están como en otra película y luego salen al campo y son los mejores", explica Ramos.
Es conveniente no considerar el uso del móvil como algo anecdótico, porque no lo es. La tecnología ha cambiado la fisonomía de los hombres, hay un nuevo orden mental que exige a los entrenadores adaptarse. "No es que sean diferentes a lo de antes, es que son muy diferentes. Desde que yo era jugador hasta ahora todo ha sido una constante evolución de la sociedad y los jugadores son parte de esa sociedad. Se mueven a otras velocidades, son cortoplacistas, tienen enfoques en procesos cortos, tienes que tener en cuenta que lo que le muestres tiene que ser abreviado para que no pierdan la focalización. Esa es la sociedad actual, y eso lo llevas a la rutina de cualquier joven y te dice que hace lo mismo con las series o las películas. Ahora se sientan veinte minutos a comer, no una hora y media. Y los entrenadores no podemos ir en contra de eso, podemos cambiar algunos hábitos, eso sí", cuenta Quique Sánchez Flores.
Eso ha hecho que cambie radicalmente su trabajo, cuenta que los entrenamientos o las charlas que hace hoy en poco se parecen a las que dirigía cuando empezó con el Getafe en 2004. Ha pasado el tiempo y solo quien es capaz de adaptarse puede seguir ganando.
El exjugador del Valencia, en todo caso, analiza, no juzga. Primero porque hacerlo no puede llevarle más que a la distancia con los chicos, pero también porque sabe la presión que tienen esos jóvenes futbolistas. Es mejor bregar con un deportista alegre que con uno enfadado.
"Es una idea que tengo y que no sé si es compartida o no, no lo he hablado con otros entrenadores, pero lo intuyo en otros técnicos, por su forma de ser, de actuar, de expresarse en rueda de prensa, cómo quitan hierro a muchas cosas. Hacemos muchas cosas para que los chicos estén felices y que lleguen al entrenamiento felices y al partido felices ¿Por qué? porque luego van a estar muy exigidos, que es la otra parte. Y nadie quiere tener un equipo aburrido".