La dura realidad de Spasic: "Soy mozo de almacén y vivo con 400 euros al mes"
El central serbio fue triste protagonista de un Clásico por un autogol que marcó su vida. Recibe a Relevo en su localidad, Kragujevac.
"Necesito ayuda". Predrag Spasic (Kragujevac, 28 de septiembre de 1965) habla masticando el remordimiento y bajando con frecuencia la mirada. Tal vez en busca del fantasma que lleva atormentándole más de 30 años. O de una explicación. El 19 de enero de 1991, el Real Madrid iba empatando a uno en el Camp Nou. En el minuto 62, el barcelonista Eusebio centró al área desde la derecha, Jaro no llegó a despejar el balón y fue peinado por un rival. El rechace le llegó a Spasic en unas condiciones idóneas para ser despejado. Estaba solo, en el área pequeña, una acción aparentemente sencilla. Pero encogió su alargada anatomía y, en un movimiento tan lento como extraño, impactó con su frente la pelota. No fue un despeje. Fue un remate. Un gol en propia puerta. Un gol a su carrera. Porque el Madrid perdió aquel encuentro, pero él vio cómo empezó a fugarse su sueño. "Aquello me trajo muchos problemas", reconoce. Ahora, tras una retirada antes de lo previsto y un regreso a Serbia convulso, sobrevive como mozo de almacén.
No fue sencillo cerrar este encuentro con él. Un día decidió retirarse de la vida pública y desapareció. Llevaba casi 20 años 'oculto', huyendo de entrevistas en España y del ruido para reconducir su vida después de críticas y problemas. Ahora, antes del Clásico, rompe su silencio en Relevo. La única condición: hablar en serbio. La cita es en su localidad natal, Kragujevac, a 140 kilómetros de Belgrado. Es martes. El cielo descarga lluvia como si tuviera una cuenta pendiente y el coche que nos traslada a la reunión juguetea varias veces con la colisión. El trayecto se alarga a las dos horas hasta que el conductor aparca en la puerta de una cafetería modesta.
Sentado en una mesa baja, con chaqueta gris y camisa blanca, Spasic saluda con una sonrisa. Es un hombre de contrastes: un gigante (mide 190 centímetros) que no le gusta ser observado. Algo le impulsa a dejarse ver de nuevo: "Creo que ha llegado el momento de que salga en público para que pueda contar mi historia".
De Kragujevac al cielo
Reconoce que no empezó en el fútbol como central. Lo hizo como lateral: "Era alto y rápido. Como lateral zurdo me fichó el Radnicki Kragujevac en 1984". Allí, en el equipo de su localidad, fue donde después comenzó a hundir raíces en el centro de la defensa. Le apodaron el Briegel yugoslavo, por su gran parecido a aquel defensor alemán de los años 80. En físico y cualidades. Sus aptitudes le llevaron en 1988 al Partizán de Belgrado. Un conjunto notable, con Pantic, Goran Milojevic o un jovencísimo Pedja Mijatovic, que coincidió en el tiempo con un duro Estrella Roja. Sólo pudo ganar una Copa, pero su desempeño como capitán le llevó a ser un fijo de Ivica Osim en la selección de Yugoslavia. "Fue uno de los mejores entrenadores del mundo y un gran hombre. Recuerdo que teníamos entrenamientos muy duros físicamente, nada que ver con los de España", confiesa.
Osim se lo llevó al Mundial de Italia 90 y destacó. Argentina les eliminó en cuartos. Antes, en octavos, se enfrentó a España. Yugoslavia ganó 2-1 y Spasic se vio las caras con Butragueño, Sanchis o Michel, quienes unas semanas después se convertirían en sus nuevos compañeros en el Real Madrid. "En ese momento no sabía que iban a contratarme. Me quedaban dos años con el Partizán y los rumores que había era que a lo mejor me iba a Italia o a Alemania", dice.
Ramón Mendoza, presidente blanco, le echó el lazo después de negociar también con Walker (Nottingham) y Popescu (Universitatea Craiova). Sin embargo, sus fichajes resultaban más caros. 200 millones de pesetas pagó por Spasic, aunque estuvo a punto de descartarlo… por su calvicie. Creía que aquel serbio con aspecto de policía soviético (también recibió el sobrenombre de 'El Agente') era mayor de 30 años. En realidad tenía 25… "Es cierto, pensaba que era más mayor. Lo arregló todo él con la gente del Partizán", sonríe.
Una paella... y el Camp Nou
Su expresión cambia cuando se arranca a relatar su etapa en el Real Madrid. De inicio, no comenzó bien por culpa de un plato típico que acabó siendo traicionero. "Después de un amistoso en Valencia, pillé un virus estomacal después de comer una paella. Me dejó un poco blando. Tuve problemas con el estómago y diarrea, pero quise estar en el Trofeo Bernabéu. Era contra el Milán y jugué mal. Ahí empezaron un poco los problemas…", se lamenta. A esa indigestión se le unió, reconoce, una preparación física cuestionable ("No estaba al nivel, creo que me relajé un poco después del Mundial") y dificultades en la adaptación.
El castellano se le hizo cuesta arriba, aunque contó con ayuda. Dentro del club había un trabajador serbio que le auxilió con las traducciones y dentro del vestuario siempre se sintió respaldado. Tres nombres desbordan su boca cuando se le pregunta por sus principales apoyos: "Chendo, Gordillo y Fernando Hierro. Eran unos grandes motivadores para los extranjeros que no sabíamos el español. Y ser central en el Real Madrid no era nada fácil; cada error se paga muy caro".
No tuvo que esperar muchos meses para comprobar la crueldad del puesto y cómo hay veces que un segundo es para siempre. El 19 de enero de 1991, el Madrid visitó al Barça de Cruyff. Los blancos venían de ganar cinco Ligas seguidas, pero aquella temporada era un equipo desangelado (acabó sin títulos). Toshack fue despedido en noviembre y le sustituyó Di Stéfano, el técnico aquella noche. Pese a ello, el Madrid controló con oficio muchos tramos del encuentro. Hasta que llegó el minuto 62. No es necesario recordarle ningún detalle; Spasic narra la jugada como si estuviera sucediendo en ese mismo instante, en la mesa de enfrente: "Cuando vi el vídeo no entendía cómo pude meter un gol así. Todo empezó con un tiro que venía desde el lado derecho y nuestro portero, Jaro, pensaba que iba a poder atrapar el balón. Desgraciadamente, no lo logró. Esa situación me sorprendió y ocurrió el accidente".
"El autogol del Camp Nou representa mi pesadilla; todo lo que ocurrió tuvo mucha influencia en mi estado mental"
Las imágenes se sucedieron. Algunos jugadores del Madrid se echaron las manos a la cabeza; Di Stéfano se volvió a su banquillo y soltó con su ironía: "Golaso"; el capitán del Barça, Alexanco, se acercó a consolar a Spasic mientras todo el Camp Nou coreaba su nombre... : "Aquel fue uno de los momentos más difíciles de mi carrera. Ese gol representa mi pesadilla. Tuvo luego mucha influencia y puso las cosas más difíciles en general". Sostiene que nadie en el vestuario le reprochó nada.
Aquella desafortunada jugada, eso sí, desencadenó una ola de críticas en la prensa. De una, en concreto, no logra desprenderse: "Algunos periódicos dijeron que había marcado el gol en propia puerta a propósito. No podía imaginar que llegarían a pensar esas cosas de mí. Todo lo que ocurrió tuvo mucha influencia en mi estado mental. Muchas veces le he dado vueltas a la cabeza y, a día de hoy, cuando vuelvo a ver el vídeo, no consigo entender cómo llegué a hacer algo así".
Comenzó la batalla interna
Aquel cabezazo le mandó a galeras. Se pasó un mes y medio sin ser convocado. La llegada al banquillo de Radomir Antic, a finales de marzo, le dio esperanzas. El técnico, serbio como él, conocía de sobra sus cualidades y le entregó confianza. Le concedió dos semanas de 'minipretemporada' para ponerse a un nivel físico adecuado y, después, minutos. Disputó todos desde la jornada 29 a la 38. Curiosamente, el último encuentro de aquella temporada fue un Real Madrid-Barça, en el Bernabéu. Los madridistas ganaron con gol de Aldana y Spasic acabó ovacionado. "Yo sabía que ese iba a ser mi último partido. Fue mi despedida del público. Recuerdo que me dieron un gran aplauso. Jugué bien", asiente. Ni ese fogonazo ni los tres años de contrato que le quedaban le rescataron. Mendoza ya le había puesto la cruz. Comenzó la 'leyenda negra' de Spasic.
"Es difícil explicarle a la gente lo del autogol. Y es muy difícil hablar de ese tema porque tienes que estar ahí, en mi situación, para poder entenderlo". Le duele cuando lee en Google su nombre en las listas de los peores fichajes de la historia. Se acuerda de las declaraciones que Higuaín hizo en septiembre sobre lo letales que pueden llegar a ser las mofas para la salud mental: "Hasta que no lo vivas no puedes saber lo difícil que es. Son momentos muy complicados y la batalla que tienes contigo mismo es muy difícil de combatir".
Después de salir por la puerta de atrás del Bernabéu, Spasic se marchó a Osasuna tres años. Su autoestima recuperó el pulso en un entorno más propicio. Se nota al escucharle hablar sobre esa etapa: "Estuve muy bien allí. Tengo grandísimos recuerdos. Cómo se come, ¿eh? (risas). El club y la ciudad me trataron muy bien. Me adapté rápidamente. Su estilo de juego me favorecía". Incluso le marcó un gol al Real Madrid. No obstante, el camino acabó torciéndose definitivamente.
Su vuelta a Serbia, la puntilla
Finalizó el contrato, el equipo rojillo no le renovó porque descendió de categoría y decidió irse a vivir a Marbella esperando alguna oferta de Inglaterra o Alemania. Nunca llegó. Y al ver que se le cerraban todas las puertas, volvió a casa y cerró el círculo en el Radnički Kragujevac, con solo 30 años. "Me arrepiento de haber acabado mi carrera tan pronto. Hubiese podido jugar cuatro temporadas más, pero…".
"Cuando volví a Serbia tuve depresión; gracias a los psicólogos he conseguido salir"
Colgó las botas en 1997, aunque en la percha no se quedaron los problemas. Volver a Serbia fue muy difícil para él, admite. Todo acabó pesándole demasiado. "Cuando regresé a mi país sufrí una depresión. Tuve buenos amigos que me ayudaron en los momentos difíciles y gracias a los psicólogos he conseguido salir. Fue todo: una cosa, la otra, la otra… Se me juntó todo y al final exploté". Ese "todo" incluye una quiebra económica. Según narra, invirtió mucho dinero en un proyecto empresarial y se vino abajo como consecuencia de las guerras yugoslavas. Remata la explicación con un mensaje imprevisto: "Necesito ayuda, necesitaría un favor. Ayuda en el sentido económico. Ahora vivo al día. Tuve que buscar otro trabajo para poder vivir decentemente. Un trabajo que hasta ahora ni podía imaginar. Soy mozo de almacén y vivo con 400 euros al mes. Estoy en una situación difícil, hay que ser muy fuerte para superar todo".
Después de casi una hora de charla, Spasic comienza a estar incómodo y acorta las respuestas. Dice que nunca llamó a los clubes en los que jugó, y que nunca lo hará. "Sería estúpido", declara. Reconoce que es orgulloso: "Puede que ese haya sido mi error. Todo lo que me pasó me afectó mucho y no hablaba con nadie. Vivía en silencio. Me encerré en mí mismo. Ahora, mentalmente, estoy mucho mejor". Su semblante se relaja cuando se habla de fútbol. Por muchos reveses, el balón siempre es de oxígeno: "Nunca lo podré odiar, me ha traído muchas cosas en la vida. Y del Madrid solo puedo decir lo mejor, le estoy muy agradecido por poder formar parte de su equipo".
Spasic da por concluida la entrevista. Pero no el encuentro. Quiere mostrarnos los campos de sus dos primeros clubes, el Serbia y el Radnicki Kragujevac. Su andar pausado, de veterano de guerra, destaca a la entrada. En el césped y sin preguntas parece recuperar luz. Hay niños entrenando y algún padre le saluda. Nadie le llama Spasic. Tampoco Predrag. Allí es 'Spale'. Él corresponde a todos con gesto amable, aunque siempre acaba por hundir la mirada.
Este reportaje fue publicado originalmente el día 14 de octubre, pero ha vuelto a ser seleccionado para aparecer en la portada de Relevo.com como una de nuestras mejores historias del año.