OPINIÓN

Un Sevilla de locos

Caparrós conversa con Lukebakio durante el Sevilla-Leganés./EP
Caparrós conversa con Lukebakio durante el Sevilla-Leganés. EP

'De locos'. Aquella expresión, más propia de mi generación que de las anteriores, que dependiendo de el contexto cambia por completo su significado. Pues bien, con este Sevilla imagínense el peor. La situación es más límite cada semana. Y todo esto ha llegado a un punto en el cual la redención de una grada que se obliga cada siete días a ilusionarse con los suyos, es total.

Sí. Porque el Sevilla es de locos. Un equipo donde todo lo que puede salir mal, sale peor. El futbolista que más veces le ha salvado durante la temporada, ahora falla hasta lo infallable: Dodi Lukebakio. El portero que le ha llenado de puntos durante el último mes, ahora no encuentra su tan característica tranquilidad y cordura: Nyland. Aunque hay algo que no es muy loco: este equipo juega incluso peor que con García Pimienta, a quien se le habían caído por completo los esquemas.

Aunque yo tenía un entrenador de pequeño que siempre me decía lo mismo: la suerte, tanto la buena como la mala, se busca. Será eso. Será que el mejor antídoto para un equipo de locos no es la psicología. Será que lo mejor para jugar al fútbol es apostar por gente de fútbol. Joaquín Caparrós, en ese apartado, ha tirado la toalla. Y no le culpo. El equipo que tiene da para lo que da, pero él, como técnico, ha fracasado -al menos hasta el momento- en saber colocarlo sobre el césped. El dibujo es indescifrable.

Se ha vuelto un equipo que ataca a arreones. Tiene más alma, sí, pero así será imposible que llegue a controlar un partido. Jamás. Lucien Agoumé se ha vuelto el más cuerdo en el mundo de locos que le rodea. Debe estar muy contento la dirección deportiva con esto. El francés está siendo el mejor acierto de Víctor Orta. Que analice lo bueno... y todo lo malo que conlleva esa afirmación. Aunque seguramente se quede con lo bueno. Un director deportivo "ganador" es lo que suele hacer. De locos.

Como de locos es que una afición como la del Sevilla haya llegado a este punto. Las manifestaciones cada vez tienen menos fuerza, y no les culpo. Las palmas que antes resonaban hasta en Eduardo Dato, ahora lo hacen con un trasfondo tan peligroso como entendible: saben que en pocos minutos desaparecerán. Mi abuelo me decía que sólo hay una cosa más peligrosa que un campo pitando: un campo que se levanta y se va en silencio. Bienvenidos al Ramón Sánchez-Pizjuán, donde la locura desborda tanto que lo más cuerdo es volverle la mirada a un equipo sin nada.

Una situación de locos. Aunque, a lo mejor, lo de locos era lo anterior. Que no había que estar muy cuerdo para lograr una Europa League jugando ante Manchester United, Juventus y Roma a la vez que luchaba por no descender. Eso sí que era de locos. Pero la locura, con locos de fútbol en los despachos, se suele llevar mejor. Con un 'loco' como Monchi derramando agua de una botella que él mismo se encargó de llenar año tras año. Así es este deporte. No vale para nada la psicología cuando no hay mayor misterio que talento y trabajo. Pero en el Sevilla han apostado todo por la vía 'chula'. La que mola.

Tienen lo que se merecen. Ni más, ni menos. Bueno, sí, mucho menos. Porque este Sevilla de locos lo ha dejado todo en las manos de otros. Que los tres de abajo están mucho más locos que él. Iba a decir que le gusta jugar con fuego, pero es que únicamente puede hacer eso. Donde no hay, no hay -aplíquese a todos los estamentos que conforman un club-. Disfruten de lo gestionado y recen para que se cumpla aquella frase de 'No baja porque hay tres peores'. Porque ya es tarde. La locura es un germen que cuando aparece, sólo de ti depende convertirla en un manicomio -como aquel de Nervión que conquistó Europa-... o en un psiquiátrico -aquel que se empequeñece hasta, con todos mis respetos, el Leganés-.