La revolución de Iñaki Sáez, clases de euskera a Valerón y un ascenso "apoteósico": el desembarco de los vascos en Las Palmas 30 años después
El conjunto canario, inmerso en Segunda B, recibió una oleada vasca en todos los estamentos del club en los años 90.
El comienzo de los años 90 fueron muy duros en Gran Canaria para los aficionados al fútbol. Un equipo histórico como Las Palmas cayó hasta la Segunda B en la temporada 1991-92, tocando fondo a nivel deportivo e institucional. Una etapa complicada en la que para algunos se puso en duda incluso el fútbol canario y la esencia del club. Así lo sentía, al menos, una parte de la opinión pública cuando se dio un giro a la hoja de ruta de la entidad. Tras un primer intento fallido de ascenso, Iñaki Sáez, con mucho nombre tras su paso por el Athletic Club, aterrizó en la isla y se hizo cargo del proyecto deportivo de la entidad canaria e incluso de la visión deportiva del Cabildo. Con él, llegarían poco a poco una oleada de vascos que vivieron una experiencia única en busca del ansiado ascenso.
"Era una buena idea, él buscaba ese gen competitivo de los jugadores vascos. Con la calidad canaria nos valía para la liga regular, pero necesitábamos un punto más para los play-off de ascenso", analiza hoy Orlando Suárez, una leyenda canaria que vivió aquella época desde dentro. No solo guarda buenos recuerdos de todos los vascos que pasaron por allí, sino que también pone en valor muchas ideas que intentó implantar Sáez. "Siempre nos ha gustado el Athletic y más allá de traer vascos, él quería inculcar también el valor de los jugadores de la tierra, de los canteranos. Nos enseñó muchísimo, quería inculcar la filosofía vasca, pero fue una pena; era un hombre de muchos valores", dice el exdelantero sobre aquella experiencia, que no funcionó en los primeros años.
En la temporada 1993-94, el conjunto canario volvió a quedarse a un paso del ascenso, cayendo en la liguilla de ascenso por segundo año consecutivo. Fue entonces cuando Sáez decidió dar un cambio drástico. "Buscó un poco lo que no había allí. Un estilo de jugador diferente que él conocía bien. Pero siempre pasa, en todos los clubes, que hay gente que no entiende estas cosas y unos se ponen de un lado del club y otros en contra", cuenta Juan Eleder Acedo, uno de los primeros jugadores vascos en aterrizar en el club en el verano del 94. Antes lo había hecho Xabier Ramos, pero el gran desembarco fue en ese mercado, hace treinta años, cuando el guipuzcoano Marco Antonio Boronat tomó las riendas del equipo y llegaron también Axier Intxaurraga, Félix Sarriugarte y el mencionado Acedo.
Con Iñaki Saéz en la dirección deportiva, el verano del 94 llegó el desembarco vasco con Marco Antonio Boronat en el banquillo, y Xabier Ramos, Eleder Acedo, Félix Sarriugarte y Axier Intxaurraga en el campo
"Asusta un poco, pero el recibimiento fue bueno tanto del club, como aficionados y compañeros. Y si le unes que vas a tener compañeros que son paisanos, hace más fácil la decisión. Iñaki tuvo una parte de culpa muy, muy importante de que decidiera ir allí, además de que a Xabier Ramos también lo conocía, porque prácticamente éramos vecinos del pueblo", explica Acedo sobre su decisión, tras salir del Bilbao Athletic y pasar dos años en el Sestao. Orlando también destaca la buena conexión con el resto de la plantilla de esta 'cuadrilla': "Son gente tranquila, muy educada, trabajadores… Se adaptaron muy bien, teníamos siempre la broma de nuestro deje canario y sus 'hostia' y todo esto, pero fueron muy respetuosos con nuestra cultura y fueron un grupo más en el vestuario".
En lo deportivo, hubo muchas dudas. Sobre todo al inicio. "No diría crispación, pero sí había muchísima presión por ascender porque era un equipo histórico en Segunda B", reconoce en primera instancia Eleder, aunque durante la charla con Relevo reconoce que una parte de la opinión pública miraba con recelo la estrategia de 'importar' el fútbol vasco a una isla en la que siempre ha primado el juego vistoso canario. "No enamorábamos, por decirlo de alguna manera, con nuestro juego. Si no enamoras pero ganas, pasa, pero si no enamoras y no llegan los mejores resultados siempre hay más crítica", explica como resumen de una primera decisión dolorosa: el despido de Boronat a mitad de la temporada 1994-95.
El canario Paco Castellanos, que tenía a su hijo en la plantilla, se hizo cargo del equipo y mejoró notablemente, pero nuevamente se quedaron a un paso del ascenso en unos play-off para olvidar. "Ahí sí que se sintió el enfado de la gente. El último partido en casa, después de habernos quedado sin opción de ascenso ante el Alavés, es imposible de olvidar". Sin embargo, los sinsabores deportivos no impidieron que los vascos comenzasen a dejar huella.
En el césped, su dureza impresionaba a los locales. Una anécdota que cuenta con gracia Orlando da muestras de ello: "Todavía lo recordamos con los compañeros. En una pretemporada que hacía mucho calor, Eleder se 'enllagó' toda la pierna y nos quedamos todos alucinados. Se le ensangrentaba el calcetín y Aparicio, que en paz descanse, le curaba pero le seguía sangrando cada día. Pero el tío no dejó de entrenar ni un día. Estamos hablando de agujeros, una cosa... Aparicio siempre lo puso como ejemplo. Qué duro era". Eleder recibe con gusto la anécdota y hoy explica que le daba cierta vergüenza dejar los entrenamientos por ello.
Un piso compartido con los Valerón
Eleder fue uno de los pocos que viajó solo, sin familia, y se adaptó rápido. De hecho, es el que más tiempo pasó en el club. "A lo bueno te acostumbras rápido", reconoce, enamorado de la isla, la ciudad y el club. "Mi bandera es el Athletic, pero Las Palmas ocupa un lugar muy importante para mí", cuenta este vizcaíno, canterano del Athletic y con previo paso por el Sestao. Además, la 'colonia' vasca se agrandó un año más tarde con la llegada de Luis Garmendia, aunque Sarriugarte dejó el equipo.
Precisamente, Eleder y Garmendia compartían piso -incluso habitación en su caso- con los hermanos Valerón y dos compañeros más. "Estos alucinaban con nosotros. Eleder que era un cabezón y yo casi más, discutíamos en plan vasco, y ellos pensaban que nos íbamos a dar de leches. Solían andar mirando por la rejilla de la puerta porque se pensaban que nos íbamos a matar", cuenta en broma Garmendia, que recuerda con mucho cariño una etapa corta -que además empezó mal por una rotura de pómulo- pero intensa en el club canario.
En ese piso hubo tiempo incluso para enseñar euskera a Valerón. "Con Juan Carlos hice muy buenas migas. Incluso cantaba en euskera y todo. Terminó aprendiendo una canción: Gueria da", recuerda Garmendia, que tampoco olvida un torneo de mus con Axier Intxaurraga que acabaron fuera del horario permitido por el club. Una manera de hacer grupo y construyendo un ambiente que acabó en uno de los momentos más importantes y recordados en la historia de la entidad canaria.
Y es que esa temporada sí fue casi perfecta. Tras un inicio de dudas, llegó Pacuco Rosales, "el técnico milagro", para llevar al éxito a una plantilla en la que aún continuaban los mencionados Axier, Eleder y Garmendia. "Fue apoteósico", dice Eleder, insistiendo en que es imposible de olvidar aquel éxito. "Metimos un montón de goles y solo nos hicieron uno, fue un play-off perfecto. Ganamos 0-4 en Elche y ya desde el aeropuerto nos decían que había una montada en la isla tremenda", recuerda sobre aquella gesta.
El éxito coincidió con la noche de San Juan y la Playa de las Canteras fue testigo del ascenso más recordado y celebrado en la historia de la entidad. "Fuimos en chárter y ya nos iban diciendo que había 10.000 esperándonos en el aeropuerto y nos dijeron también que había 100.000 en la Playa de las Canteras, que había habido un concierto. Fue increíble, una fiesta inolvidable. Imagínate el recorrido en coches, motos, y de todo desde el aeropuerto hasta la playa a las 3 o 4 de la madrugada. Poder vivir esto creo que son las cosas por las que uno se hace futbolista", dice Eleder, aún emocionado de aquel éxito que en la isla nunca olvidarán.
"El mejor ascenso del club", lo cataloga una leyenda como Orlando. "Fue flipante. En ese momento te das cuenta de todo lo que hay detrás. Ya veíamos en el Insular que ese año había un ambientazo, pero ver a toda esa gente en la playa, por la carretera... fue inolvidable", resume Garmendia.
El sufrimiento de Mendiguren
Con el ascenso bajo el brazo, desde la directiva, que había cambiado de manos durante el curso, se llevó a cabo una revolución. Luis Garmendia tuvo que dejar el equipo, pero Eleder sobrevivió a la criba. Llegaron fichajes muy importantes, como el Turu Flores, pero también el de Ricardo Mendiguren. El de Oñate, ya con una gran carrera en el Athletic, aterrizó en la isla como estrella. "Era de mi quinta en Lezama y cuando me enteré me hizo una ilusión tremenda. Era un fichaje que te cagas para nosotros y encima yo le conocía como persona y era aún mejor", recuerda Eleder.
Sin embargo, aquella historia iba a acabar muy mal. "Pobre, qué mal lo pasó. Me da pena porque se lesionó pero el tío lo daba todo. Era un animal. Entrenaba con un corsé que le hicieron a medida. Yo me ponía cualquier cosa y ya estaba incómodo y él entrenando con eso. Lo intentó todo, hay que reconocerle el valor y el coraje que le puso", recuerda Orlando, que guarda un gran cariño por un futbolista que vivió una pesadilla durante muchos meses en los que no pudo llegar a debutar con la camiseta de Las Palmas. "Me da pena por la afición, que no pudo disfrutar de él y se quedaron con la idea de que ficharon un jugador lesionado. Pero si le hubiesen conocido pensarían lo mismo que yo: siempre con buena cara, siempre con palabras de ánimo y un ejemplo para todos", destaca Eleder.
En aquella situación se dio una anécdota inolvidable, entre el dolor de esos meses, para el protagonista y quienes lo vivieron en primera persona. En navidades, el club junto al Gran Canaria de baloncesto, organizaron un acto solidario para recaudar fondos: Un partidillo de futbito entre ambas plantillas y otro de baloncesto. Mendiguren, ya puestos, prefirió jugar la 'pachanga' de baloncesto y 'debutó' de esta forma en la isla. Jugó de base, como Eleder. "Imagínate, Ritxi y yo, con 1,70… Lo pasamos increíble, fue muy gracioso", recuerda el vasco. Al menos, una vivencia positiva en una experiencia muy dura para un Mendiguren que sigue guardando un gran cariño a la institución y a sus compañeros. Como la mayoría de los vascos que llegaron a un Las Palmas en crisis y rozaron el ascenso a Primera.