Fútbol, pobreza y drogas que arrebatan balones: en las entrañas del barrio donde creció Raphinha
El brasileño creció en uno de los barrios más humildes de Porto Alegre, en el que la frontera entre el fútbol y el narcotráfico es ínfima.
El balón le descosía de una realidad bañada por la pobreza, el narcotráfico y los asesinatos. Raphinha encontró refugio entre el fútbol y la música para salir de La Restinga. La inconsciencia de cualquier niño le hacía parecer insensible al delirio que sufría, y sufre aún a día de hoy, su barrio. Había chicos de la generación de Raphinha que eran mejores que él. A veces, sin embargo, es mejor tener suerte que talento.
"El barrio te da carácter, la calle te enseña a sobrevivir", comenta Flavio Teixeira, director de la Escolinha de Futebol GB y profesor de educación física. Flavio vive en La Restinga desde los cinco años y vio crecer en sus calles a Raphinha, que ahora busca en el Barça de Xavi llegar a la cima del fútbol. "Era muy pequeñito, delgado. Sabía que sería un buen jugador porque destacaba en los campeonatos locales, pero nunca imaginé que llegaría a ser profesional", explica Flavio.
La Restinga es un barrio grande que se encuentra dentro del área metropolitana de Porto Alegre. Allí vive una comunidad necesitada, falta de recursos. De hecho, es la zona con el índice de mortalidad más elevado. Dicen estar abandonados por la política. El narcotráfico es el elefante en la habitación de La Restinga. Flavio no lo regatea, lo encara con franqueza. "Aquí el fútbol es la salvación contra el narcotráfico, es clave como herramienta para los niños. Nuestra escuela tiene una labor social, el problema es que no podemos estar con los chicos las 24 horas del día", lamenta el director de la Escolinha.
"El fútbol es la salvación contra el mundo del narcotráfico"
Director de la Escolinha de Futebol de La RestingaLas facciones de los grupos narcotraficantes se sitúan en los extremos del barrio y los enfrentamientos entre bandas es algo naturalizado. "He perdido a varios exalumnos por culpa de las drogas. A otros los pude recuperar", recuerda Flavio. En las familias estructuralmente más frágiles, los niños de siete años ya empiezan a adentrarse en este mundo. Los padres necesitan dinero, los hijos abandonan los estudios para sostener a la familia y la forma más fácil y rápida de ganar dinero es sumirse en este universo.
El primer equipo de Raphinha fue el Monte Castelo, club del barrio pero ya extinguido. Más tarde, llegó a probar en Gremio e Internacional, pero lo descartaron para las categorías inferiores. El brasileño pasó por varios clubes. Tomaba el bus y pasaba varias horas viajando para ir a entrenar, incluso llegó a pedir alguna moneda en la calle para comer algo durante el trayecto. Tenía 14 años y había cruzado la frontera de cristal de La Restinga para luchar por su sueño, pero el fútbol profesional aún quedaba lejos.
El niño al que las drogas le arrebataron el balón
José, futbolista de la Escolinha de Flavio, tenía la misma edad la última vez que tocó un balón de fútbol. Llevaba desde los seis años en las manos del entrenador. Por necesidad familiar, tuvo que abrazarse al narcotráfico para traer dinero a casa. Lo vio crecer y era uno de los más destacados de su generación. Hace dos años, no se presentó a un entrenamiento. Nunca más lo haría. En un enfrentamiento entre bandas, José recibió un balazo en la cabeza.
"Para llegar a ser profesional tienes que tener una buena estructura familiar, también para hacer lo más larga posible tu carrera", explica Flavio. Pese a las dificultades, el director de la escuela explica que Raphinha siempre la tuvo. "No pertenecía a la clase media, ni muchísimo menos. No tenían dinero, pero su familia se ganaba la vida de forma honrada", recuerda. El padre de Raphinha era sambista. Ronaldinho, que también creció en La Restinga, llegó a apadrinar el grupo de su padre cuando la leyenda blaugrana comenzó a dar sus primeros pasos en Gremio. A día de hoy, Raphinha y Ronaldinho aún mantienen el contacto. La pareja del ex del Leeds le ha acompañado toda la vida, también es del barrio.
Gremio e Internacional, que en su día rechazaron a Raphinha, ayudan a la escuela con la cesión de material deportivo. A cambio, de vez en cuando se llevan algún jugador a probar en sus instalaciones. También es habitual que por La Restinga se pasen ojeadores de Boca Juniors o River Plate.
Como dice Flavio, la calle enseñó a Raphinha a sobrevivir. Conserva las pisadas, los cambios de ritmo y las fintas que hacía en la calle cuando era pequeño. En La Restinga, la frontera entre el balón y el mundo de las drogas es ínfima. Y no siempre se puede elegir. Raphinha tuvo el lujo de poder hacerlo.