Los primeros galácticos del Real Madrid se presentaron con un notario y las triquiñuelas de Ramón Mendoza
Hace 30 años el Madrid abrió el Bernabéu para dar la bienvenida a Laudrup, Redondo y Valdano. 60.000 personas acudieron a verlo.
El Atlético de Madrid ha vivido un verano optimista. Lo que al principio de la ventana de traspasos parecía algo parada, con reclamaciones de los aficionados que querían un poco de mambo tras una temporada decepcionante. Y vaya que si vino, tanto que para celebrar tuvieron que abrir el Metropolitano y hacer una fiesta.
No son los primeros en verse en esa necesidad. El Real Madrid vivió algo muy parecido en el año 1994. Ramón Mendoza era el presidente del club, que venía de una de sus mayores travesías por el desierto, cuatro años seguidos viendo cómo el Barcelona ganaba la liga y ellos no hacían más que naufragar. Tiempos de economía frágil y ocaso de la quinta del Buitre, inadmisibles para un equipo en el que no ser el mejor es sinónimo de crisis.
Pero, claro, en aquel verano todo iba a cambiar. Llegó Jorge Valdano, entrenador y teórico, que había quitado al Madrid dos ligas de infausto recuerdo en Tenerife y ahora volvía a la capital, a su equipo, para devolver un poco de lo que había arrebatado. No llegaba solo, ni mucho menos, pues con él llegaba también Fernando Redondo, que se convertiría pronto en uno de los mejores mediocampistas de la historia del club. A pesar de que ya era una estrella, ni siquiera era lo más ilusionante para el equipo, pues desde el Barcelona se unía al equipo Michael Laudrup.
Laudrup había sido uno de los jugadores más vistosos del Dream Team, uno de los grandes pasadores de todos los tiempos y, por resumirlo mucho, un indudable crack. Se había ido tarifando de la Ciudad Condal y, aunque ya no era del todo joven, seguía siendo Laudrup.
Ellos eran las dos piezas maestras, pero no los únicos fichajes. También llegaron en verano Quique Sánchez Flores para jugar de lateral, Cañizares para pelear con Buyo y Amavisca, todavía joven pero muy prometedor. Todos ellos provocaron que el Madrid decidiese hacer una presentación masiva, y en la foto de honor se unieron también dos jovencísimos canteranos que buscaban una oportunidad: Ismael Urzaiz y Koke Contreras.
"Lo que me viene a la mente es que era la primera vez que pisaba el Bernabéu como jugador del primer equipo. Llevaba 16 años en las categorías inferiores, vinieron muchos jugadores de fuera, con mucho nombre. La foto lo dice todo", recuerda Koke Contreras, portero recién subido de aquel equipo, posteriormente con una carrera que le llevaría incluso a ser internacional.
"Era una responsabilidad y también un alivio. Aquello era una presentación y también un entrenamiento. Con la orla del primer equipo era mi primera vez y estaba muy emocionado, porque además yo soy madridista de toda la vida, como mi padre o mis abuelos", rememora el guardameta.
Aquel 19 de julio, con el calor madrileño haciendo de las suyas, 60.000 personas se arremolinaron en el campo. Para no ver nada o casi nada, algunos discursos y un conato de entrenamiento. No más, porque se acababa de cambiar el césped del estadio y tampoco hay que forzar.
"No tenemos palabras para explicar lo que sentimos. Esta es la fuerza del Real Madrid. Queridos nuevos jugadores, entrenador, ayudantes técnicos... hemos construido un estadio, un césped que es una alfombra, un equipo con garantías. Existe una única consigna: vencer y convencer. Hay que ganar siempre, si no fracasaremos. Ya no hay excusas", gritaba ante la afición el presidente Ramón Mendoza.
Un personaje peculiar Mendoza. Un presidente de los de antes, por así decirlo, de una manera dulce. "Te pones un poco a ver cómo estaban gestionados los clubes, sobre todo a nivel de presidencia y... bueno. Era otra manera de entender la gestión, más desde un punto de vista fanático, aunque suene un poco fuerte, saltarse protocolos. Ser más hincha que gestor", recuerda Contreras.
Esa eterna improvisación, que vista desde otra perspectiva también es algo parecido a una falta de seriedad. Aquí van algunas cosas que pasaron aquella tarde. Robert Prosinecki no aparece en ninguna foto, más que nada porque el club le había suspendido de empleo y sueldo, sospechando que se iba a marchar poco después. Como al croata la cosa no le parecía bien, se plantó en el Bernabéu con un notario, para dar fe de que le estaban haciendo el vacío.
El contrato
Esta fue pública y publicitada en todos los medios, pero Koke Contreras aporta otra más que explica que su cara no sea la más alegre del lugar a pesar de que, en teoría, tenía que ser uno de los días más alegres de su existencia. "He hablado con mi hermano, que es superforofo, porque yo no me acuerdo, y me ha dicho que estaba muy serio en un día de fiesta y me ha contado que yo había tenido un problema. La renovación no se había hecho todavía, me pusieron un papel delante y usaron una artimaña un poco fea, me dijeron que firmase el papel o no me presentaba", recuerda.
"Yo, llamando a mi representante, él no cogía el teléfono, porque estaba compinchado. En fin, pero yo ni me acuerdo, porque yo, a la larga, con el tiempo, lo agradezco, porque veo que todo lo que yo saqué de ese año fue muchísimo. Es el año que más he crecido como portero", recuerda 30 años después. Fue complicado, pero salió bien. "No me arrepiento, me arrepiento de otras cosas pero de esa no", remarca.
Y es que ese año... es uno importante para el Real Madrid, uno lleno de leyendas e historias. Es el Madrid de Valdano, que reunía a los chavales para contarles cómo es la vida. "Fue asombroso y didáctico. Jorge contaba con todos, y luego él, entre comillas, perdía mucho tiempo a inculcar valores, hacer charlas grupales e individuales sobre aspectos que rodean el fútbol que no son el juego. Eran cosas que yo no había tratado, cosas como los códigos, la prensa. Él creó un grupo, vamos a mal llamarlo élite, en la cantera, e igual llevaba periodistas para que conociesen el medio, o a Sabina para hablar del arte. Aportaba mucho", relata.
Contreras recuerda el carisma y la argentinidad de Redondo o de la remontada de Amavisca e Iván Zamorano que fueron claves en el equipo cuando casi estaban llamados para salir del club. El equipo fue campeón de liga y metió un histórico 5-0 al Barcelona y logró, por fin, respirar. De aquella tarde calurosa en el Bernabéu salieron muchas cosas notables y, también, una enemistad de esas que perduran en el tiempo. Buyo y Cañizares tenían que competir por un puesto y aquella batalla también pasaría a la historia del club. Mirando desde lejos, Koke Contreras.
"Eran dos personalidades diferentes y con un solo objetivo. Para mí fue un shock, me valió para aprender de lo que se tiene que hacer y lo que no tienes que hacer. Paco tenía una trayectoria muy buena, Santi era suplente en la Selección y venía del Zamora. Él se veía con posibilidades. Yo flipaba, iba allí inocente y...". Aquello no debía ser calificable para todos los públicos, aunque Contreras lo cuenta con bastante gracia.
"A mí me cogió el entrenador de porteros, Ángel Félix, y me dijo a la semana de pretemporada, que debió ver mi cara al ver las cosas que sucedían 'Koke, tú aquí oír, ver y callar. Observa, analiza, si necesitas preguntarme algo hazlo, pero no te metas en la lucha de los dos' y era así. Yo me fijaba mucho en la manera de actuar del titular, del suplente. Yo vi cosas que no he vuelto a ver, me ha enseñado mucho a hundir de ciertas tácticas", recuerda.