Pepe Gálvez, el amigo de Romario y discípulo de Luis Aragonés: "Me dijo: 'niño, ya tienes que ganar dinero en el fútbol, clin, clin, caja'"
El delantero balear repasa una trayectoria plagada de personajes inolvidables, situaciones insólitas y lesiones que truncaron su vida.
Con 50 años cumplidos en agosto, Pepe Gálvez (Calviá, 1974) sigue teniendo mono de fútbol, a lo que ha dedicado toda su vida. Once años como jugador profesional, pese a su temprana retirada con 28 años, y luego una vinculación a los banquillos como el que ahora ejercerá en la selección balear Sub-14. "Al retirarme del fútbol estuve un tiempo sin querer saber nada. Luego coordiné y llevé al equipo de mi pueblo hasta que me llamó el Mallorca. Alfonso (Pérez Muñoz) se vino conmigo y estuvimos cuatro años desde juveniles al primer equipo. Ahora otra vez empiezo como una forma de seguir con el fútbol y estando con jóvenes", dice el balear en una conversación telefónica con Relevo que sirve para recordar sus vivencias en el fútbol con el Mallorca (91-93, 97-98), el Valencia (93-97) y el Betis (98-2001) como grandes protagonistas.
Su debut de la mano de Lorenzo Serra Ferrer, que luego también le daría la oportunidad en los banquillos, su llegada al Valencia donde coincidió, entre otros, con Luis Aragonés y Romario, e incluso realizó el servicio militar, su regreso a Mallorca y su posterior pase al Betis... Subcampeón de Liga con el equipo ché, dos veces subcampeón de Copa del Rey con Valencia y Mallorca y también dos ascensos a Primera, con el conjunto bermellón y el Betis. "De los segundos no se acuerda nadie", dice entre risas el balear, que mantiene ese buen humor que lo hizo siempre muy querido en los vestuarios.
La excusa del duelo entre Betis y Mallorca sirve para una charla que no pierde tampoco la actualidad de dos de sus equipos, a los que sigue atentamente cada jornada. "Con el Betis tenía dudas por la salida de grandes jugadores como Ayoze, Guido o Pezzella, pero poco a poco se va encontrando mejor y me da que va a ser una buena temporada", cuenta de los verdiblancos, de los que se detiene en Lo Celso. "Se nota que hay jugadores que encajan y se sienten a gusto en un club, y él es uno de ellos", dice del argentino, a la vez que lanza una advertencia: "A ver cómo funcionan los delanteros, que es un poco más la duda. Pero Pellegrini tiene un estilo valiente y atractivo, de los que le gusta a la gente del Betis". Del Mallorca espera que esa transición de Javier Aguirre a Jagoba Arrasate pueda ejecutarse con celeridad y el convencimiento del vestuario. "Son muchos años jugando a una cosa con Aguirre y funcionaba. El jugador creía en eso y ahora si no se consiguen resultados creer cuesta más. Los últimos resultados y con buena imagen puedan ayudarlo a dar ese salto. Creo que ahora el jugador va a estar mentalmente más suelto. Para mí correr detrás del balón no era agradable", señala Gálvez que espera que jugadores como Sergi Darder puedan elevar su aportación: "Debería brillar más ahora, es un jugador más del perfil del nuevo entrenador".
Vayamos al principio. Fuiste un niño prodigio...
Cuando era infantil fui campeón con el equipo de mi pueblo, pude meter 100 goles y ser campeón de Liga. Me llamó el Mallorca y ahí empezó todo.
Y allí debutarías en Primera nada menos que contra el Barcelona.
Justamente, contra el Dream Team de Cruyff y compañía. Me acuerdo que me sacó Será Ferrer, que siempre ha estado muy ligado a mi carrera. Me llamó a mediodía y me dijo: 'niño, que va a jugar'. Yo con 17 años, me entró un cagazo… 'Confío en usted', me comentó. Y debuté contra Koeman, Guardiola…
Tenías 17 años y en aquel tiempo era más complicado debutar con esa edad. ¿Cómo lo llevaste?
Hoy en día cada vez chicos más jóvenes, pero entonces era muy difícil. Me lo tomé con la inmadurez de un chico de 17 años y con el descaro que te da la edad. O te hundes o si quieres ser futbolista aguantas la presión. Me salió un buen partido y Lorenzo siguió confiando en mí.
De Mallorca a Valencia. ¿Cómo viviste aquel cambio?
No me querían dejar marchar, pero descendimos a Segunda y te llama un Primera, un grande como Valencia, y tuve que apretar para salir. Era mi futuro, pero tampoco quería desprestigiar al club que me había dado la oportunidad, por lo que no fue sencillo.
Paco Roig era entonces el presidente del Valencia. ¿Era tan peculiar como se veía desde fuera?
Valencia es una plaza difícil, es una ciudad con mucha presión, donde hay que jugar bien y ganar. Ha tenido épocas bastante peculiares e inestables, pero con Roig, en el día a día, el trato era increíble. Siempre estaba con el equipo, en las buenas y en las malas. Los problemas eran otros.
Giner, Camarasa, Arroyo... ¿cómo se integra un joven en un vestuario con tanto veterano?
Y Roberto, Quique... Había mucha gente importante. Como siempre, intentando aprender con humildad. Los jóvenes entonces hacían caso a los capitanes. Hoy en día es diferente. Antes los veteranos eran dioses y se respetaban mucho. Ahora entiendo que no es tan así. Es diferente, como también ha cambiado la sociedad. Ya no existen esos grupos de los equipos para salir, ir a comer... Eso se ha perdido.
Allí estaba de entrenador Guus Hiddink.
Lo que hoy en día se hace en los entrenamientos, sobre todo con balón, ya lo hacía él. Era un perfil de entrenador moderno, lo de correr por el bosque tres horas y hacerte vomitar no era lo suyo.
Pero llegó el día de Kalsruhe, uno de esos partidos de tu carrera que no se olvidan. ¿Cómo fue aquello?
(El Valencia, que había ganado 3-1 en el partido de ida, encajó un 7-0 en la vuelta en Alemania). La temporada no iba tan mal hasta ese día en la UEFA. Con el resultado a favor, que habíamos ganado en la ida... Fue una debacle, nos querían matar cuando volvimos. De los días más duros de mi carrera. A los alemanes les mirabas las pupilas y las tenía dilatadas... Hacía un frío y la afición de ellos no paraba de animar. Menudo vendaval nos dieron y no veíamos que acabase aquello. Esa temporada tuvimos cinco entrenadores, hasta Hiddink volvió al final.
Al siguiente año, Carlos Alberto Parreira. ¿Era tan peculiar como se cuenta?
Venía de ser campeón del mundo. Salía con las gafas de sol a entrenar. Un día Camarasa le dijo: 'esto no es Brasil, te van a dar unas hostias en la prensa por eso". Pero venía con la experiencia de ser campeón, con otra forma de trabajar, empezamos con el tema de medir el ácido láctico... Un entrenador distinto.
Y luego Luis Aragonés. ¿Fue el entrenador que mejor te entendió?
Estaba siendo mi mejor temporada en Primera, pero tuve la mala leche de lesionarme. Estoy seguro de que hubiera debutado con la absoluta, además me truncó ir a la Olimpiada.
¿Tan especial era Luis para sacar ese rendimiento?
Era increíble, no he visto un entrenador más justo. Los entrenadores que te venden la moto, los vestuarios no creen en él. Como persona ya motivaba, encima cuando te hablaba...
Cuéntanos alguna anécdota de algo que te dijera...
Me dijo muchas cosas… Recuerdo que un día me cogió y me dijo: 'niño, ¿cuántos años tienes? ¿21? Ya tienes edad para jugar de titular. Te voy a meter dos hostias y vas a jugar, que tienes que ganar dinero en el fútbol. Aquí o en el Mallorca. Clin, clin, caja'. Yo alucinaba. Y otras muchas cosas que no se pueden contar...
¡Vaya dúo formaba con Jesús Paredes!
Eran iguales. Recuerdo que entrenando, si te ponías los brazos en jarra se escuchaba una voz cantando: 'con mis manos, en tu cintura…'. Jesús quería que siempre estuvieras activo. Eran muy especiales. Luis te hacía pensar que le podías ganar a la Brasil campeona del mundo, y luego les ganabas. Mira luego con la Selección, les convenció y era verdad.
Ese año viviste la experiencia con Romario. ¿Qué le pasó con Luis?
No tuvo buen feeling con él. Luis respetaba a la gente que se esfuerza, quería que la gente lo diera todo. Romario era peculiar, necesitaba otro tipo entrenador, que lo mismo le podría haber sacado más rendimiento. A Luis no le gustaba, aunque también el brasileño llegó en su etapa final.
Supongo que a Luis no le importaba tanto el tema de las salidas nocturnas...
¿Por las salidas? Qué va, Luis te animaba. Te decía: 'chico, cuando se pueda...' Era por el día a día. Recuerdo un día que Romario falló un penalti, que lo tiró por arriba. Se giró Luis para el banquillo, que yo estaba allí y nos dijo en voz alta: 'lo ha hecho a posta para putearme. Como no se lleva bien conmigo…'.
¿Tuviste una buena relación con el brasileño?
Muy buena, él llegó y me encargué de enseñarle la ciudad (risas). Era un tipo muy peculiar. Salía por la noche pero no bebía una gota, sólo su zumo. Le gustaba salir, bailar, las chicas... Ya vino de vuelta. En los entrenamientos era espectacular. A la hora de definir no he visto otro igual.
Pero llegó la lesión que lo truncó todo. ¿Qué sentiste?
Encima fue en el campo del Betis, estando de entrenadores Luis y Serra, los dos más importantes de mi carrera. Merino se lanzó al suelo, salté para seguir hacia el balón pero la inercia de la rodilla era para otro sitio. Lo noté al instante. Fue un palo gordo, la única suerte es que el lunes antes del partido había renovado mi contrato. Imagínate, los clubes suelen renovar en esas situaciones, pero nunca se sabe.
En aquella época una triada casi era sinónimo de retirada. ¿Tanto cuesta volver de una lesión así?
Sí, la verdad es que sí. En ocho meses empiezas a jugar, pero no estás bien, al año y pico no empiezas a estar como antes y a perder el miedo. Hoy en día es distinto, las recuperaciones son más rápidas. Entonces no teníamos la información suficiente en muchos temas. Hoy en día quien quiera jugar al primer nivel tiene que ser un atleta. La fiesta de Halloween hoy en día no se podría hacer (risas). Hay que ir con más cuidado. Todo ha evolucionado, no sé si a mejor o peor.
Otro partido de los que no se olvidan, el penalti de Djukic...
Hablamos del destino, el karma. El año anterior le quitamos la liga al Dépor en la última jornada, que fue una de las experiencias más importantes de mi carrera por cómo lo pasó la gente de La Coruña. Y al año siguiente se suspende el partido, la final, volvemos al día siguiente, las aficiones vuelven a llenar el estadio y nos meten un gol. Estaba escrito.
¿Tanto se notaba la presión en los jugadores del Deportivo?
El ambiente fue brutal, era una marea humana desde el hotel hasta el estadio, por todo el paseo. Si conoces La Coruña, desde el hotel María Pita a Riazor, que nos estaban esperando para meternos presión, golpeando el autobús. Durane el partido se notaba en las caras que tenían muchos nervios. La jugada final, el tirador que no quiere lanzar (Bebeto), Djukic que empieza a respirar... Se atenazaron. Hicimos un buen partido y tuvimos ocasiones para haberlo ganado antes. Después del partido tuvimos que hacer el tramo al revés para volver al estadio. Con la gente mosqueada, que si el Barcelona nos había dado algo… Nos rompieron a pedradas todas las lunas del autobús. Íbamos todos tumbados en el pasillo y nos pasaban las piedras por encima. Pasamos miedo.
De Valencia de nuevo a Mallorca...
Después de la lesión, en el Valencia con Jorge Valdano no estaba jugando mucho. Vuelvo a Mallorca para el tramo final de la temporada. Había una cláusula por la que si ascendía, pero el precio era muy alto. Mateu Alemany negoció para meter algún jugador más en la operación. Fuimos Engonga, Moya, Eskurza, Romero y yo. Al final ese Mallorca quedó por encima del Valencia y jugamos la final de Copa en Mestalla ante el Barcelona.
¿Todavía te duele que Héctor Cúper no te pusiera en esa final?
No se portó muy bien, había sido el máximo goleador del equipo en la Copa, había metido goles en dos o tres eliminatorias, en parte el equipo estaba en la final gracias a mí. Es normal que un entrenador si quiere ganar y cree que son mejores otros compañeros, los elija, pero por justicia tendría que haber estado al menos en la lista. Pese a todo, me lo he encontrado de vez en cuando y me llevo bien con él.
De allí pasas al Betis, que te reclama de nuevo Luis.
Llego al hotel y se pelea con Lopera. Entro allí, voy a saludar y hay un lío tremendo montado en la concentración.
Vamos, que ni llegaste a entrenar con él.
Luis estaba defendiendo a dos jugadores que no quería, Josete y Ureña, pero no los quería apartar. Mientras estuvieran con el equipo iban a ser uno más. Por eso era tan querido. Si hacía eso con los que no quería, imagínate con los que sí. Dijo que se iba y se fue.
También fue el lío por el fichaje de Denilson.
No sé si pudo pasar algo por Denilson, yo no viví eso directamente ni sé qué pensaría Luis. Él fue un compañero alegre. En los brasileños hay dos tipos, los calmados y los más moviditos. Él era de los segundos. Le costó adaptarse un poco al fútbol español, pero hacía unas cosas… También fue el fichaje más caro y eso no es fácil de gestionar. Pero en el vestuario del Betis hay gente que te lo hace fácil.
A los pocos meses, Javier Clemente, otro clásico del fútbol español y de los líos...
Otro entrenador parecido a Luis, aunque sean diferentes. Lo quieren mucho los vestuarios. A mí ya me había dicho una vez que ese año de la lesión me hubiera llevado a la Selección, que lo tenía pensado. Yo había estado en todas las categorías, me faltó la Absoluta.
Con la afición y con Lopera se las tuvo tiesas. ¿Cómo se vivió aquello desde dentro?
Recuerdo una vez que Lopera le dijo: 'quillo, sólo te falta hacer una declaración de la renta, te metes en todos los charcos'. Y hasta le respondió: 'de eso también podríamos hablar'. Era otro estilo de fútbol, otra idea, pero llevando al grupo era parecido a Luis, con ese sentido de la justicia.
A ti te puso de lateral derecho en Bolonia en un partido de la UEFA. ¿Te lo había avisado antes?
Y luego me cambió. Otro Kalsruhe que viví. Ya me había dicho en los entrenamientos previos que ese día iba a jugar de lateral.
Valencia y Betis, dos clubes de sentimiento, para lo bueno y lo malo.
Son dos de los clubes con más presión de su afición, por cómo lo viven. La cara negativa es dura, en el Betis se enfadaron mucho con el descenso, algo normal con el equipo que teníamos. Era un equipazo y bajamos. Esas cosas pasan, pero la afición no lo entendió. Lo pasamos mal. El Valencia es una pena, si fuera un club que no tiene potencial, pero con esa afición y esa ciudad no se merece estar en una situación así.
La otra cara de la moneda fue el ascenso con el Betis.
Una Segunda de equipazos, con el Atlético, el Sevilla… Pudimos ascender y vivir esa parte del recibimiento, que no se puede olvidar. Si me das elegir un poco… No sé lo que es ser campeón de Primera, sí subcampeón con el Valencia, pero los ascensos son increíbles. Si una final de Copa también lo es, con dos aficionados llenando un estadio, lo más bonito es un ascenso. Para un club es un drama no subir, por eso las celebraciones son tan especiales.
Aquel de Jaén con el Betis fue una locura. ¿Qué recuerdos te quedan?
Me tocó el antidopaje con Otero. Había acabado el partido y salí del campo en calzoncillos. Estábamos en la caseta y entró Lopera, que se había desmayado. Fue un drama, otro show, nosotros no podíamos ni mear. El presi allí echo polvo diciendo que se iba. Todo ese me tocó vivirlo. Luego la llegada a Sevilla en el autobús fue tremenda.
¿Cómo era la relación con Lopera?
Yo ya lo conocía, y siempre le decía lo que usted diga don Manuel. Mejor llevarse bien. Siempre he tenido claro que cuando no me han querido en un sitio, me he ido. No me he aferrado a los contratos, aunque fuera perdiendo dinero.
De Sevilla a Burgos, ¿vaya cambio, no?
Estaba mi mujer embarazada, tuvimos que hacer la mudanza, diez horas de coche… Era una ciudad más tranquila, otro ritmo de vida. Todo diferente, mi hijo se fecundó en Sevilla y nació en Burgos. La experiencia fue positiva y la gente increíble. De vez en cuando volvemos a visitarla. La experiencia fue buena, aunque vivimos un descenso económico, en la primera vuelta íbamos líderes. Tenía a Enrique Martín de entrenador, otro mítico.
Y allí la retirada, de nuevo por otra lesión.
Estuve a punto de perder la pierna. Me dijeron los doctores cuando volví a Sevilla que si tardo unos días más me tenían que cortarla. Me dieron un rodillazo y me partieron el 60% del músculo. Me produjo un derrame que no me vieron. La pierna la tenía hinchada hasta abajo. Me sacaron seis jeringuillas de las grandes llenas de sangre. Después de eso me costó mucho, cuando esprintaba veía que no iba igual.
¿Siente que su carrera apuntaba más alto de lo que fue?
Me retiré con 28-29 años, aunque habían sido once años de carrera como profesional. Sobre todo fueron las lesiones, que vinieron en acciones fortuitas. La lesión del Valencia se produjo en mi mejor momento y me cortó. Estoy muy agradecido al fútbol pero eso me pasó. O si hubiera llegado al Betis en otras circunstancias...