Del 'Riqui Raca' a la desidia: los 20 partidos sin victoria de Las Palmas
A finales del siglo XIX, Gran Canaria experimentó una auténtica metamorfosis con el inicio de la construcción del Puerto de La Luz a cargo del Estado y a través de la empresa Swanston and Company, con sede en Londres. De los primeros usuarios en estrenar este enclave marítimo fueron precisamente los ingleses, quienes además regalaron a la isla un tesoro cultural fascinante: el fútbol. Las sabulosas explanadas de Arenales y Ciudad Jardín se convirtieron en estupendos escenarios de improvisados encuentros entre equipos británicos de fútbol. Al igual que con el idioma –donde términos como knife derivaron en "naife" o papas "King Edward" en "quinegüa"–, la ciudadanía grancanaria, con su característico buen humor e ingenio, no tardó en absorber, también a su manera, las características del deporte rey. Pronto se comenzó a plantar cara a los británicos cada fin de semana y de este crisol cultural brotó, décadas más tarde, la Unión Deportiva Las Palmas, único equipo de la historia nacido fruto de la unificación de cinco clubes rivales que optaron por sumar fuerzas en busca de la grandeza.
En un curioso giro del destino, la actualidad trae a Valentino Raca, joven defensa central nacido en Gran Canaria en 2005, quien ha sido convocado por primera vez para entrenar bajo la dirección de Luis Carrión. Su primer apellido evoca el legendario cántico "Riqui Raca", una de las tradiciones más arraigadas en el antiguo Estadio Insular, mucho más resonante en el mítico recinto que en el actual Estadio de Gran Canaria. Tal y como destaca el historiador canario Javier Domínguez, eminente erudito del legado cultural isleño, este grito encuentra sus raíces en la expresión británica "Reach in rank" (alcanzar el honor), adoptada primeramente por la afición del Marino FC, uno de los equipos fundadores de la Unión Deportiva. Su tonalidad de batalla y su simbología cargada de orgullo y pasión se fue consolidando como el alma de cada asiento del Insular.
Sin embargo, ese fervor que inundaba las gradas contrasta agudamente con la tormentosa travesía que hoy, por desgracia, sufre el equipo canario. A pesar de contar con 25.000 abonados en esta temporada –un récord de fieles que persiste desde la anterior campaña–, los resultados no perdonan: la UD Las Palmas acumula 20 partidos consecutivos sin conocer la victoria, una racha que se remonta a febrero, y apenas ha cosechado 6 puntos de los últimos 60 posibles en LaLiga. La sensación es la de un equipo atrapado en una especie de maldición, como si navegara en uno de los navíos del corsario holandés Pieter van der Does, quien en 1599 intentó, sin éxito, conquistar la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. Las estadísticas, también en la portería propia y ajena, son tan contundentes como alarmantes: 39 goles encajados, una media de dos por encuentro, y solo 15 tantos desde aquel fatídico mes de febrero.
Salidas, apatía...
El panorama mediático ha contribuido a enturbiar una situación ya de por sí compleja en la Unión Deportiva Las Palmas, donde las especulaciones sobre el futuro de varias de sus figuras clave generaron incertidumbre y malestar. Desde enero, cuando los representantes de Sergi Cardona insinuaban su salida en redes sociales, hasta febrero, cuando el Sevilla sondeaba discretamente a García Pimienta, un técnico muy valorado en Gran Canaria tanto por sus logros en el campo como por su cercanía con la agradecida afición. A esto se sumaron los rumores sobre el posible fichaje de Álvaro Valles por el Real Betis, confirmados más tarde en abril por el propio presidente Miguel Ángel Ramírez. Al final, la Unión Deportiva ha sido el club que les ha abierto las puertas del fútbol profesional, y aunque ellos "busquen progresar" –una expresión que, debo admitir, a veces me enerva–, es innegable que, al igual que la figura del one-club man se ha vuelto una rareza en el fútbol moderno, estas distracciones socavan la estabilidad del vestuario.
En lo estrictamente deportivo, el equipo pasó de coquetear los puestos europeos en el primer tramo de la temporada 2023-2024 asombrando a toda España, incluida Gran Canaria, a sumirse en una preocupante apatía. La permanencia, que pudo haberse sellado con solvencia a principios de 2024, se dejó en suspenso hasta la penúltima jornada, reviviendo el sufrimiento de tiempos no tan pasados. Las teorías sobre este declive son numerosas –aunque remediables–, y aunque culpar a los entrenadores pueda parecer la salida fácil, la realidad es más profunda.
En la isla, el sentir general no se inclina hacia la percepción de un mercado de fichajes fallido; por el contrario, el optimismo inicial era palpable, incluso a pesar de la dolorosa venta del canterano Saúl Coco al Torino. Este sentimiento se ha intensificado especialmente con los prometedores destellos que han mostrado los jóvenes portugueses Dário Essugo y Fábio Silva, el guerrero Oliver McBurnie y lo que se pudo ver en pretemporada de Adnan Januzaj, quien ha pasado el último mes y medio entrenando intensamente con Salim Attye, personal trainer francés de referencia que conoció en la isla y que ha logrado devolverle a un estado de forma excepcional.
Se ha achacado la falta de más jugadores canarios en el equipo –actualmente solo seis forman parte de la primera plantilla, cuatro de ellos habituales en el once inicial–, pero no es el principal problema. La desidia sí ha calado hondo en la plantilla y se ha manifestado en una drástica y preocupante relajación general. Si bien nadie niega el trabajo durante las sesiones de entrenamiento, resulta inadmisible que la intensidad defensiva se apague casi por completo en apenas meses. La evidente pérdida de consistencia en jugadores clave como Kirian Rodríguez –a quien, como toda la isla, tengo en un pedestal, no solo por su inspiradora historia de superación personal, sino porque es el mejor futbolista del equipo junto a Alberto Moleiro– es un fiel reflejo. Los dos jugones deben dar otro paso adelante, están capacitados. Pero más allá del aspecto puramente deportivo, el componente mental ha jugado un papel crucial; la carga emocional ha sido pesada y se ha ido incrementando de manera inexorable, afectando cada vez más al rendimiento colectivo.
Los lamentos, para otros
Como decía Galdós, "el mal, en cualquier forma que tome dentro de lo humano, no tiene significación alguna para una alma fuerte, aplomada y segura de sí misma". Esta máxima debería empapelar las paredes del vestuario, que sirva para que los jugadores y entrenador aprieten los dientes y, con ello, busquen recuperar el porcentaje de fe perdido. No hay más jornadas para lamentarse, sí para actuar. En el horizonte inmediato aparece el Real Betis de Manuel Pellegrini.
Ha llegado el momento de despertar y redescubrir el espíritu del "Riqui Raca", ese grito de guerra que en su día encendió a toda una afición y que, lejos de extinguirse, debería seguir latente en el corazón del equipo y de su gente. Es hora de recuperar esa esencia que, en su momento, fue el alma del club y que tiene el poder de volver a revitalizar a una hinchada sedienta de gloria.