Óscar Miñambres se esfuerza por olvidar su drama pero no olvida: "Tardé siete años en ver un partido de fútbol. Siete años"
Las lesiones se cebaron con este lateral del Real Madrid de los 'Zidanes y Pavones'. Se retiró con 26 años y se gana la vida con un estanco: "No hubiera estado mal una llamada de teléfono".
El cuerpo de Óscar Miñambres (Fuenlabrada, Madrid, 43 años) se esfuerza por olvidar. Conserva su anatomía de galgo. Piernas definidas, peso ligero y tronco largo. También una sonrisa física que no logra descorrer el velo de tristeza. El alma recuerda siempre. Y la de este canterano del Real Madrid, lateral derecho prometedor, sigue supurando. "Ahí vamos, tirando", dice nada más llegar a la cita con Relevo. A veces, sólo tres palabras son suficientes para que quede todo dentro. Porque la suya fue una de esas carreras con anverso y reverso. Con 20 años tocó las nubes cuando Del Bosque le hizo debutar en el primer equipo y se vio rodeado de estrellas. Integrante de aquella política del club de Zidanes y Pavones, se le presagiaba un buen futuro en la banda. Pero las lesiones le rompieron la rodilla izquierda y todos los planes.
La más grave la sufrió cuando estaba cedido en el Espanyol. Una mala operación, una segunda lesión fatal y un calvario mental le empujaron a la retirada en 2007, con sólo 26 años. Nadie sale indemne de un divorcio y el suyo con el fútbol fue doloroso. "Dejé de ver partidos, me hacía mucho daño", reconoce. El paso a la vida civil lo sintió como un salto al vacío. El reciclaje no está siendo sencillo. La crisis inmobiliaria de 2008 le golpeó con dureza y, casi desesperado por falta de ingresos, se agarró a la venta de tabaco, con la que se sigue ganando la vida. "Escribí en Google 'Negocios seguros'. Me salieron farmacias y estancos. Farmacias era imposible porque no era farmacéutico. Así que abrí un estanco en Móstoles". Casi dos décadas después está cerca de hacer las paces con la pelota. Tiene tres hijos, una chica y dos chicos, que juegan al fútbol y su mirada está cambiando. Ahora ya puede hablar sin rabia.
Comenzaré con una confesión. Cuando vi que se acercaba el Real Madrid-Espanyol pensé en llamarte para proponerte esta entrevista y me dio miedo.
¿Por qué?
Han pasado 17 años desde tu retirada pero desconocía cuál iba a ser tu reacción, no sabía si el tiempo había curado todo.
Vamos tirando, la verdad.
¿Te has reconciliado con el fútbol?
Uno lo empieza a echar de menos. Ahora lo vivo de otra manera, con mis hijos. Tengo una chica y dos chicos. Juegan. Me he acercado de nuevo desde otro lugar. Pero cuando decidí retirarme por las lesiones, dejé de ver fútbol. Lo he dicho varias veces. Me recordaba muchas cosas buenas. En ese momento, además, no estaba bien por verme obligado a abandonar con sólo 26 años. No quería recordar todas las cosas buenas porque me hacían daño.
"Cuando me retiré, con 26 años, no quise ver fútbol, no quería recordar las cosas buenas porque me hacían daño"
¿Han dejado ya de doler?
De otro modo. Ahora sí veo fútbol. Yo viví un sueño, tuve experiencias bonitas. Luego pasó lo que pasó, pero viví mucho y bueno. Ten en cuenta que yo desde muy pequeño estuve ligado a la pelota.
¿Cómo comenzaste?
A mí me gustaba mucho el fútbol. Siempre estaba con un balón. En Fuenlabrada, donde vivía, y luego en un chalecito que mis padres tenían en Toledo. Me gustaba mucho. Mi padre, por ejemplo, no jugaba. Él afilaba discos para sierras. Le gustaba pero no le daba porque padecía del corazón. Era muy madridista. Yo empecé en el Cisneros. Y un día mis padres me dijeron que si quería hacer las pruebas para el Real Madrid. Antes, echabas una especie de currículum, rellenabas un papel y podías hacer las pruebas. Fui en Alevín de segundo año, en febrero más o menos. Estuve tres días entrenando con el equipo y lo típico: el entrenador me dijo que ya tenía los jugadores hechos, que no me quería, entre comillas. Mezquita, una leyenda en la Ciudad Deportiva, me llevó al torneo social del club. Allí los equipos tenían nombre de los jugadores de Primera y a mí me tocó el equipo Jaro. Estaba el Butragueño, el Míchel... Los jugadores que había allí eran malillos. Estuve cuatro meses. Y de ahí ya sí pasé al Infantil B.
¿Siempre fuiste lateral?
Al torneo social fui como mediapunta.
¿Y cómo acabaste en el lateral?
Como yo tenía velocidad, corría y defendía bien, me fueron retrasando un poco. En el Infantil B empecé de lateral y de central, aunque la altura no me valía para estar en el centro de la defensa. Luego fue con el salto al Infantil A donde ya me asenté. Hice una muy buena pretemporada. El entrenador, que era Paco Jiménez, hizo una cosa a partir de la cual todo lo que pasó después fue bueno. En un descanso, dijo que Miñambres era el único que había corrido en el partido, que a ver si tomaban ejemplo de mí... Muy contento por sus palabras. A partir de ahí cambió todo. Aunque recuerdo que pasaba muchos nervios cada final de temporada para ver si subías de equipo o te decían que no seguías.
Era Del Bosque quien hacía la criba, ¿no?
Sí, supongo que con el consenso de todos los entrenadores. Pero para un chaval era duro, ¿eh? Tú podías haber jugado toda la temporada, haber sido el mejor y al año que viene no estar en el Madrid. Todos íbamos a Del Bosque cagados. Todos. El que había jugado poco iba con pañales, el pobre. El que había jugado más, aun así, iba acojonado.
La tuya fue una buena camada…
Sí, soy de la generación del 81. De la de Casillas, Corona, Raúl Bravo, Borja Fernández... Luego en Juveniles estuvo Valdo, Luis García. Yo, del Juvenil A fui directamente a Segunda B, me salté el de Tercera. Y eso me vino muy bien para llegar antes al primer equipo.
Del Bosque te hizo debutar en el 2000, contra el Toledo, en Copa. Mal día para hacerlo.
Y tanto. El Toledo nos eliminó. Salí 20 minutos al final, pero vamos, que no valían para nada. Aunque ya ahí me di cuenta de que podía contar. Ese año estaba en el equipo de Segunda B con Paco Buyo y no hice la pretemporada, aunque ya se comentaba que la podría haber hecho. Al año siguiente vino López Caro al B y sacó lo mejor de mí, la verdad. En el verano de 2001 ya hice la pretemporada con los mayores en Nyon. Fui contando un poco, intercalando partidos con el primer equipo y con el B.
Haces la pretemporada el año que llega Zidane. Escarbando en la hemeroteca rescaté unas declaraciones tuyas que me hicieron gracia. Te preguntaron qué le ibas a decir al francés cuando le vieras y respondiste: «Primero le llamaré señor Zidane... y después Zizou«.
Ni me acuerdo. Yo es que soy un poco tímido. Imagínate en aquel vestuario. El capitán era Hierro y estaban Figo, Raúl, Iker... Las primeras veces que entraba estaba en una nube. De pequeñito mi ídolo era Roberto Carlos, me encantaba por cómo subía, cómo bajaba, el golpeo con la pelota, su resistencia. Y tenerlo al lado… Alguna vez me decía: '¡Miñambres, tú te vas a venir conmigo de fiesta, que yo salgo algunas veces y necesito compañía!'. Como era él [risas].
¿Tú no salías?
No era mucho de salir. Como tenía novia... Pero no he sido de los que le gustaba la noche. Nunca. Me gusta el día, disfrutar.
Cuando sí disfrutaste fue en tu debut en Liga con el Madrid.
Eso sí que lo recuerdo perfectamente. Fue en febrero de 2002, contra Las Palmas. Míchel Salgado no podía jugar y lo hice yo. En el autobús, Del Bosque me dijo tres palabrillas. Que estuviera tranquilo, que jugara como lo sabía hacer en el B. Ganamos 7-0. Fue aquel día en el que Morientes marcó cinco goles y falló el penalti del sexto. Yo le di un pase de gol con la cabeza y el penalti me lo hicieron a mí. Muy bien. Cuando entré, Figo me dijo en la banda que apretara los dientes. Y salió todo redondo.
"Roberto Carlos me decía: '¡Miñambres, tú te vas a venir conmigo de fiesta, que yo salgo algunas veces y necesito compañía!'. Nunca me gustó la noche"
Ya se empezaba a hablar del Madrid de los 'Zidanes y Pavones'. ¿En el vestuario se notaba esa diferencia de estatus?
Qué va. En el vestuario no se hablaba de eso. Nosotros lo que veíamos era que Del Bosque estaba contando con muchos canteranos y que Florentino estaba fichando galácticos. Estábamos encantados porque es verdad que con la cantera no se contaba mucho en ese momento y a la hora de los Zidanes y Pavones sí que se empezó a tirar más.
Pero los 'Pavones' teníais que hacer más que el resto para contar.
A ver, estábamos encantados de que por lo menos cualquiera pudiera tener la posibilidad de entrenar o de jugar algún partido, que se le pudiera ver. Antes, como pasa un poco ahora, era muy complicado que alguien pudiera meter la cabeza ahí porque no dejan. Siempre lo digo. El que viene de fuera parece mejor que el que está dentro, pero luego, a la hora de la verdad, cuando vienen, muchos no son mejores que los que hay en la casa. A veces, en la cantera del Madrid hay jugadores muy buenos que no se cuenta con ellos y al final vienen otros que cuestan unas millonadas... El canterano lo haría prácticamente igual costando muchísimo menos dinero. Es verdad que hay otros que no, que cuestan y son mejores porque están consagrados. Pero si no das oportunidades a los de abajo...
Tú no lo tenías sencillo para entrar en el once, con Míchel Salgado en su mejor momento.
Mi putada no fue que estuviera Míchel Salgado, fueron mis lesiones. Con Del Bosque también jugaba carrilero en ese sistema de tres defensas. Incluso a veces sustituía a Figo porque estuviera cansado. O me sacaban porque había que defender más. Fueron las lesiones. De no haberlas tenido, creo que hubiera contado con posibilidades tanto de lateral como de central. Pero bueno, al final te quedan experiencias, como haber formado parte de un equipo que ha ganado la Liga, la Novena… El año de la Champions, en 2002, no fui convocado en la final pero sí que jugué un ratito durante cuatro partidos.
Tu nivel era bueno y, aunque no jugabas mucho en el primer equipo, en verano estuviste concentrado con la Selección Sub-21. Sin embargo, te marchaste repentinamente. Los titulares dijeron que fue por una «crisis de ansiedad». ¿Qué ocurrió exactamente?
Sí, fue por ansiedad. Por una chorrada, entre comillas. Quería que me mostraran una tarjeta amarilla porque estaba muy cansado de viajar, de toda la temporada. Si me amonestaban con la Selección Sub-21 ya no jugaba el siguiente partido. Mi mujer se empeñaba en que tenía que estar allí, que sí, que no... Al final me agobié mucho. Fue un poco por inmadurez. Tenía que haber tenido algo más de madurez. Pero me salió por ahí.
"Dejé una concentración con la Sub-21 por ansiedad. Estaba cansado de viajar y se me juntó todo. Fue por inmadurez, pero me salió por ahí"
También se publicó que ibas a recibir ayuda de los psicólogos del Madrid. ¿Cómo fue la terapia?
No hice nada. Como ya era el final de la temporada me fui a descansar. No era una ansiedad que trajera de antes, sino que en ese momento como que se me vino todo encima. Dije: 'Prefiero estar en casa de alguna manera, necesito descansar'. Vino el descanso y cogí la siguiente temporada con muchas ganas.
Esa campaña, la 2003-04, ya no la empieza Del Bosque. No le renuevan. ¿Te afectó deportivamente su marcha?
La salida de Vicente no la entendimos nadie, pero nosotros no decidíamos. Futbolísticamente para mí la cosa pintaba bien. Queiroz iba a contar conmigo, aunque no me dio tiempo a saberlo bien. Ahí empezó a torcerse todo con las lesiones. Porque la gente se queda con la lesión de rodilla en el Espanyol, y sí. Pero en el Madrid tuve una lesión del quinto metatarsiano del pie.
¿Fue complicada?
Fue en esa pretemporada en China, con Queiroz. Me fracturé un poco el dedo meñique. Seguí entrenando pero me dolía y me dolía. No podía. Dejé de entrenar, tomé calcio durante unas seis semanas. Volví al césped pero me seguía doliendo mucho porque no se cerraba la fisura. Y me operó Del Corral. Me puso un tornillo y estuve otras seis semanas de baja. Pues bien, regreso al trabajo más o menos bien. Pero, al poco, otra vez. De hecho, jugué tres partidos. De Liga, de Champions y de Copa, que fue el último, en Navidades, contra el Leganés. Disputé los primeros 45 minutos pero en el descanso me tuve que marchar. Le dije al doctor: 'No puedo, me duele un montón el dedo'. El problema era que se me estaba clavando el tornillo que me habían puesto, se me estaba clavando en el hueso. Me quitaron el tornillo, me operaron de nuevo, me pusieron una pasta que trajeron de Estados Unidos y a las seis semanas me resbalé en casa, en el parqué. Fue lo mejor que me pudo pasar.
¿Por qué?
Porque se me partió del todo. Me operaron en Murcia, un doctor especialista de pies. Me puso un tornillo más gordo y más corto que el que me implantó Del Corral. Y ese fue el que valió. Entonces, claro, ya terminó la temporada, vino Camacho como entrenador y me dijo que, si no había jugado tres partidos en todo el año por la lesión, lo más conveniente era irme cedido. Y me fui al Espanyol.
¿Por qué el Espanyol?
No te voy a decir ni que fuera la mejor oferta o no. Fue la única que hubo. Fue casi en agosto y sucedió de hoy para mañana.
¿Te costó mucho salir del Madrid?
Muchísimo. Me costó salir del Madrid, que no es cualquier cosa, y de Madrid. Los primeros meses…
¿Reapareció la ansiedad?
Bueno… Tú te crees que como vienes del Madrid vas a ir allí y lo vas a jugar todo. De repente, vas y no juegas nada. Pero no sólo es que no juegas nada, es que no vas ni convocado en los primeros partidos. No sé, no entendía para qué había ido. De hecho, hice unas declaraciones en una rueda de prensa que molestaron a la afición del Espanyol, pero que no iban contra nadie. Simplemente dije que no entendía a qué había ido allí cedido, que se suponía que iba para jugar y que ni siquiera iba convocado. Algún pito me llevé. Luego, afortunadamente, en el mínimo tiempo que estuve cambié los silbidos por aplausos.
¿Quién era el entrenador?
Lotina.
¿Le pediste explicaciones?
Tuvimos una charla, sí. Me dijo que él había pedido un lateral, que no sabía que iba a ser yo y que dudaba de que yo quisiera ir. Él tenía un lateral y quería uno suplente. En definitiva, dudó de que yo estuviera dispuesto a estar allí. Me animó a que me pusiera las pilas y me aseguró que iba a participar alguna vez pero que de momento iba a estar así la cosa.
¿A partir de ese cara a cara cambió algo?
Pues sí. Parece que cambió un poco. Ya no sólo jugaba de lateral. Me puso incluso de interior por la derecha. Todo lo que fuera jugar me encantaba. Me gustó. Era donde jugaba De la Peña. Luego vino lo que vino.
"Me lesioné la rodilla el 22 de diciembre de 2004. Me tocó el Gordo de Navidad. Y, además, en un partido en el que yo no iba a jugar..."
Lo que vino fue la lesión en la rodilla.
El 22 de diciembre de 2004. Me tocó el Gordo de Navidad, siempre lo digo. Y además en un partido en el que no iba a jugar de titular.
¿Qué sucedió a última ahora para que cambiaran los planes?
Iba a jugar De la Peña, pero viajando para Valencia su hijo se puso enfermo. De la Peña era un poco aprensivo con ese tipo de cosas, con la familia, las enfermedades y tal. Se angustió tanto que se puso malo de la tripa, que no podía. Al final no jugó. Yo venía de jugar el sábado, 90 minutos contra el Numancia. Y no solía completar los encuentros, aunque ya participaba 60' o 70'. En ese partido en Mestalla, además, yo creo que no calenté mucho. En el minuto 14, veo que un balón va a ir de central a lateral y pienso: 'No vas a llegar'. Pero voy a la bola. Y cuando voy, el defensa suyo saca un poco el culo hacia atrás, yo intento tocar la pelota con la pierna izquierda apoyada y la otra en el aire. La izquierda se va hacia adelante y se parte el ligamento.
¿Nada más caer presentiste la gravedad de la lesión?
Pues creíamos, según el doctor, que no era cruzado porque no se me había inflamado. Me había ido del campo más o menos andando, aunque yo sentía que la rodilla se me iba. Pero claro, como no había notado nunca esa sensación... En el vestuario creían que sería un esguince de ligamento, pero la resonancia ya dijo que era cruzado. Y me opera el doctor Cugat, que se suponía que era el mejor de España.
No fue bien…
No sabía si operarme con Del Corral o con él. Al final, decidí ir con el mejor médico experto en rodillas. Y su operación no me vino nada bien. Él quitaba del rotuliano para ponerlo de ligamento cruzado y tuve muchísimos problemas con el rotuliano, unos dolores espectaculares. A los seis meses y medio comencé a entrenar con el Madrid porque la cesión con el Espanyol había terminado. Ya estaba Luxemburgo como entrenador. Y en pretemporada yo notaba 'pum', que la rodilla se me iba. Se lo decía al doctor. Se me inflamaba, esperaba tres días y volvía a entrenar más o menos bien. Y al mes otra vez, se me iba. Otros tres días parado. Luego, otro mes entrenando... Y justo a los tres meses, un centro que hago a Morientes, que encima fue un golazo de cabeza, al girar se me volvió a ir la rodilla y se rompió. Ya se me quedó encasquillada, con el menisco interno metido y roto. Muy mala suerte porque esa lesión se produce en el momento en que echan a Luxemburgo y suben a López Caro al primer equipo. Sólo cinco días antes me dijo: 'Ponte las pilas que ahora estoy yo, que te conozco, que te he tenido en el B y voy a contar contigo'. Y ocurrió eso.
¿Quién te operó esta vez?
Del Corral. Me puso el ligamento de un cadáver, de otra persona, y estuve otros siete meses parado. Fue la temporada de Capello. La primera vuelta estuve sin ficha y en Navidades me inscribieron. Y más o menos bien. De hecho, llegué a ir convocado. Hubo partidos que calenté en la banda pero no salí. La rodilla más o menos estaba bien porque la fortalecí haciendo pesas, ejercicios... El Madrid ganó aquella Liga. Llegó el final de temporada, me fui de vacaciones buscando equipo y vino el Hércules, que me quería. Me fui para allá. Firmé el contrato para tres años y en el primer entrenamiento por la mañana, la rodilla hinchadísima. Segundo entrenamiento por la tarde, rodilla hinchada. Y yo no decía nada porque en mi contrato ponía que si me rompía el cruzado, se acababa la relación.
¿Esa cláusula en el contrato te hizo sentir más presión?
En parte sí. Al tercer día de entrenamiento veía que no podía. Por la tarde íbamos a jugar un partido, iba a ser titular. Pero dije a mi representante que no podía jugar más. Si seguía jugando estoy convencido de que me hubiera roto otra vez. Verte así, que no estabas a cien por cien, que no ibas a llegar a una bola, que ibas a tener miedo al centrar, que la rodilla se inflamaba... Rompí el contrato y me fui para casa.
"En mi primer entrenamiento con el Hércules se me hinchó la rodilla; en el segundo igual. Rompí el contrato y me fui para casa. También miré por el club, si me rompo la putada es para ellos"
¿Nadie intentó convencerte para seguir?
No se dio el caso de decirlo. Yo también miré por el Hércules. Si me rompía después de que ellos me hubieran contratado para ser titular... Si me rompo en septiembre y se quedan sin lateral derecho para toda la temporada, la putada era para ellos.
Muy honesto por tu parte.
Ver que no iba a poder dar el cien por cien, ni el ochenta por ciento... Me saturó tanto tras años de intentarlo que así lo decidí. Si la primera lesión hubiera quedado bien, todo habría sido diferente. Pero con la segunda, que me llevé el menisco interno entero... Ese fue el problema, mi rodilla quedó demasiado laxa.
¿Ahora puedes hacer deporte?
Algo de bici, pero fútbol nada. De hecho, hace cinco meses volví a operarme. Me han puesto un trozo de fascia lata para que la rodilla pueda estar más sujeta.
¿Cuánto tiempo tardaste en hablar con cierta naturalidad de todo esto?
Bueno, más que hablar, de ver fútbol. Como te decía, yo dejé de ver fútbol. Tenía como rabia. Me hacía daño, me dolía ver a compañeros haciendo lo que yo hacía. Tardé siete años en ver un partido de fútbol. Siete años. Pero ya sí. El otro día vi el Real Madrid-Stuttgart y ahora veré el Real Madrid-Espanyol.
Dejarlo fue un palo. Pero, por otro lado, ¿no sentiste alivio?
Fue una putada porque retirarte con 26 años, con toda la carrera por delante, tú me dirás. Pero no te voy a engañar, también un alivio. La presión de tener que estar a tope y no poder, de querer ver bien la rodilla y no conseguirlo... Soy bastante exigente conmigo, no puedo hacer las cosas a medias, no me gustan. El decir 'bueno, pues hubieras estado robando un poco de dinero esos años y a lo mejor no te hubieras roto'. Pues a lo mejor hubiera pasado. Pero no soy así. Aunque si sé lo que viene después...
¿Cómo ha sido tu vida desde entonces?
Pues llegó un vacío total. Yo había sido jugador desde niño. Estuvimos metidos en temas de construcción y no salió bien. Vino la crisis económica, la de 2008, y me atizó duro. Fue un vacío de ver qué haces, ver que pasaron tres años en los que prácticamente no ingresabas nada ni hacías nada. Al final tuvimos que ver qué había por ahí. Y abrimos un estanco en Móstoles.
¿Por qué un estanco?
¿La verdad? Yo escribí en Google 'Negocios seguros'. Me salieron farmacias y estancos. Farmacias era imposible porque no era farmacéutico, empezamos a mirar estancos y vimos que se podía.
"Tras la retirada vino el vacío. La crisis de 2008 me atizó. Escribí en Google 'Negocios seguros'. Me salieron farmacias y estancos. Y abrí un estanco en Móstoles"
¿El Madrid tiene constancia de tu situación, ha hablado contigo en estos años o te ayudó de algún modo?
Conmigo nadie ha hablado. Lo dejé, fui a otra cosa y ya está. En ningún momento se han puesto en contacto. Y yo tampoco, ¿eh?
¿Has echado de menos alguna llamada?
No hubiera estado mal una llamada de teléfono, pero a lo mejor no saben mi situación. Yo creo que están más pendientes de que el club vaya bien y al final el que no esté ahí que se busque la vida. Y ojo, yo he decir que tampoco he llamado a la puerta porque tocar a la puerta me cuesta horrores.
¿Te gustaría volver al fútbol?
Uno lo echa de menos. Como te decía, ahora lo vivo de otra manera. Cuando voy a los partidos con mis hijos, veo entrenadores por ahí… Cosillas que no hacen bien en las categorías inferiores y uno cree que podría aportar cosas, claro que sí. Pero a día de hoy, nada. Así que tiramos hacia adelante. Ahora no estamos ni muy mal ni muy bien. También hay problemas en un estanco.