La nueva vida de Diego Ifrán entre vacas y caballos: "Me tomaron el pelo y en la Real Sociedad tuve la mala suerte de tener a Montanier"
El uruguayo atiende la llamada de Relevo a lomos de uno de sus ejemplares en su Cerro Chato natal, donde disfruta de una rutina ajena a los focos y la pelota.
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"Diego Ifrán es una bomba". Son palabras del Chino Recoba, uno de los mejores jugadores en la historia del fútbol de Uruguay. Las dijo unos días después de que se confirmara el fichaje de su compatriota por la Real Sociedad. Era el verano de 2010 y el charrúa firmó un contrato de cinco años, hasta 2015, que nunca llegó a cumplir. Llegó lesionado de gravedad, aspecto que ayudó, y mucho, a que Diego Ifrán acabara llegando a Donostia. Eran varios los clubs europeos, entre ellos el Lazio, que estaban muy interesados en su contratación, pero una grave lesión (rotura del ligamento cruzado de su rodilla derecha) hizo que el interés de otros conjuntos se enfriase, cuestión que aprovechó la Real para hacerse con los servicios de un delantero cuyo potencial estaba fuera de toda duda.
Pero nunca volvió a ser el futbolista que apuntaba. Así las cosas, cansado del fútbol, de las lesiones y de promesas incumplidas, Ifrán, a los 30 años, decidió colgar las botas para cambiar radicalmente de vida. Vive en su Cerro Charo natal rodeado de vacas y caballos, y es feliz. No echa de menos el fútbol. Vive por y para sus animales. No tiene tiempo para nada más. Atrás quedaron los focos, las entrevistas, la presión, la pelota. Agradece la soledad de un trabajo que no entiende de horarios, pero en el que ha encontrado la felicidad. Diego Ifrán invierte su tiempo en la cría de terneros y en participar en carreras federadas de resistencia.
La primera llamada de Relevo la atiende, como no podía ser de otra manera, a lomos de uno de sus potros. "De 365 días al año, estoy con ellos 360", reconoce esbozando una amplia carcajada. "Estoy viviendo una vida tranquila, trabajando con la ganadería, que es muy típico de estos lugares. Me estoy dedicando a la cría y recría de terneros y terneras", aclara más calmado. "Lo de los caballos es un hobby que siempre me gustó. Aprovecho a trabajar en el campo, recorrer y ya me queda como parte de entrenamiento para luego participar y correr pruebas federadas de resistencia", apostilla.
Su vida ahora nada tiene que ver cuando se calzaba las botas. "Es una vida un poco rutinaria", sostiene, "pero sin horarios marcados", asume. Ahora, la agenda de Diego Ifrán cambia según las estaciones. "Tanto en otoño como en invierno amanece más tarde y no hacen los calores del verano y por eso no madrugo tanto. Pero casi siempre estoy arriba sobre las 6 -6.30 horas", reconoce. Lo primero que hace, "obviamente", es preparar su mate. Luego, el resto de tareas. "Se hacen las camas de los caballos que tengamos estabulados y luego salimos a andar cerca de tres horas. Después de un pequeño descanso, otra hora de recorrido, aunque, a veces, metemos al caminador a los caballos", explica.
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La pasión por los caballos viene de lejos. "Sí, ya desde muy chico que me gustaban. Mi papá y mi abuelo siempre tuvieron", recuerda el exfutbolista, que aprovechó su etapa en Donostia para formarse, estudiando un master online sobre la materia. Le cuesta encontrar las palabras para explicar qué es lo que siente cuando se sube a lomos de uno de sus ejemplares. "Te ayuda a limpiar la cabeza", reconoce. "Son muchas sensaciones… El cariño que se agarra con ellos, lo que hacen, lo que uno les planea… Son sensaciones inexplicables", subraya, siendo consciente también de que "cada uno sentirá diferente el montar un caballo". Ifrán es dueño de caballos SPC, sigla que en Uruguay y también en Argentina, significa 'Sangre Pura de Carrera', refiriéndose a una raza de caballos desarrollada para las carreras. No sabe el número exacto que tiene, pero "bastantes como para entretenerme", significa entre risas.
Una carrera marcada por las lesiones
Las lesiones marcaron la trayectoria de Diego Ifrán, ya no solo en la Real Sociedad, sino también en su carrera. De hecho, un percance en la rodilla cuando iba a ser convocado por Tabárez para la selección permitió su llegada a Anoeta tras las buenas campañas realizadas en los equipos uruguayos de Fénix y Danubio. Tras el logro del cuarto puesto en la Real, salió cedido al Deportivo de la Coruña, con el que logró ascender de Segunda, y luego al Tenerife, también en Segunda. En 2015 fichó por el Peñarol de Montevideo, su sueño, con el que salió campeón en dos ocasiones. Su carrera la cerró en el Club Sporting Cristal peruano.

Siete años después de su aterrizaje en Donostia, en 2017, anunció su retirada del fútbol a los 30 años mediante un comunicado en su cuenta de Facebook. El exjugador de la Real Sociedad escribió que "hoy no me siento con fuerzas ni con esa ambición futbolística que tuve desde que empecé" y por eso "he decidido cerrar un ciclo en mi vida que me hizo aprender, soñar, luchar extrañar y me dejó muchos amigos". En la Real Sociedad marcó siete goles en 57 partidos oficiales repartidos en tres temporadas. Su mejor campaña en la escuadra txuri urdin coincidió con una de las más brillante en la historia reciente, la 2012/13. El de Cerro Chato contribuyó a la consecución del cuarto puesto, que luego trajo el premio de la participación en la Champions League, disputando 26 encuentros, nueve de ellos como titular, para un total de 911 minutos en los que anotó dos goles.
No obstante, los dos goles de Ifrán que más se recuerdan no son de aquella temporada. En su primer ejercicio en Anoeta, marcó un golazo al Barcelona de Guardiola que fue el inicio de una de las grandes remontadas con los blaugrana, a los que derrotaron 2-1 con tanto definitivo de Prieto de penalti. En la 11/12, Anoeta entera rugió su nombre y celebró otro tanto del charrúa en el 89' para una inolvidable remontada ante el Málaga (3-2) que sirvió para salvar la cabeza de un amenazado Montanier, un entrenador del que Diego Ifrán no guarda un grato recuerdo.
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"No lo echo de menos. Cada vez menos", reconoce el charrúa. La decisión llegó a una edad muy temprana. "La verdad que sí, pero fue lo que me decía mi cabeza", analiza. "Pasaron muchas cosas en medio. Me tomaron el pelo y en Real Sociedad tuve la mala suerte de tener de míster a Montanier, que me agarró de punto mucho tiempo, todos los días en prácticas y dos por tres en partidos", deja claro. Tampoco le ayudaron las enfermedades sufridas por sus progenitores, con el cáncer de por medio. "En una de mis primeras vueltas a casa, mi mamá tenía cáncer de colon, la vi muy mal y me tocaba irme", recuerda un afligido Ifrán. Su última aventura en España fue en Tenerife, donde le fue "bastante bien" al marcar 11 goles, su mejor cifra goleadora, algo que le ayudó "a cumplir el sueño" de jugar con Peñarol. "No lo dudé en venirme a cumplirlo y a estar cerca de mi mamá. Por suerte, se recuperó y hoy está mejor que yo. Pero al tiempo le salió a mi papá de páncreas y ese fue muy complicado, dos años de idas y vueltas, que, lamentablemente, no lo pudo resistir y no me arrepiento de haber vivido con él ese último tiempo de año y poco sin futbol y con él", deja claro.

No pierde el tiempo en pensar en lo que pudo haber sido y no fue, aunque no siempre ha sido así. "Antes pensaba mucho en esas cosas", reconoce alguien que padeció lesiones que "fueron muy claves en mi carrera". Echa la vista atrás y recuerda algunas de las más graves. "La primera llegó en una preselección Sub 20 con Uruguay para un partido que se iba a jugar en EE.UU. y, una semana antes, tuve la mala suerte de que me fracturaron tres metatarsianos y quedé descartado. Luego, venia muy bien en Danubio, que creo fue mi mejor momento futbolístico, también sonaba la citación a una preselección para el Mundial de Sudáfrica y ahí fue cuando me rompí la primera vez los ligamentos cruzados -la segunda ocurrió en la Real-. Fueron sacudones fuertes que me pegaron, pero era muy fuerte de cabeza y salía adelante. Pasara lo que me pasara traté siempre de dar lo mejor de mí", quiere dejar claro un Diego Ifrán, que ha encontrado su lugar en el mundo. "Vivo en Cerro Chato, que es donde viví toda mi vida. Tengo una chacra que es donde hago la recría y tengo los caballos. Y también tengo campos a ocho kilómetros y a 30, que es donde tengo el ganado de cría". No necesita nada más.