Kroos eligió los tiempos de su despedida; Modric se ha visto conducido por las circunstancias
El croata será ovacionado como la leyenda que es del club, pero su adiós no podrá ser tan perfecto como el de su eterno compañero.

Modric y Kroos son una de las mejores parejas de la historia del fútbol mundial. Hicieron durante una década una asociación casi perfecta, cuando Kroos tenía el balón no necesitaba ni mirar para saber dónde le esperaba su compañero, que siempre era en el lugar correcto. Juntos lograron cinco Champions, cuatro ligas. Juntos cambiaron la historia del Real Madrid, le dieron un empujón para distanciarse de todos los demás. Cuando a un madridista se le dice el nombre de uno, automáticamente le aparece el otro también en la memoria, siempre juntos, dando gloria a los suyos.
Aquella entente cordial se disolvió el año pasado por voluntad de Toni Kroos. El alemán siempre fue un tipo peculiar y llevaba advirtiendo tiempo que a él no le retiraría él fútbol, sino que sería al revés, él marcaría los tiempos y decidiría con exactitud el día de su final. No muchos le creían, porque lo cotidiano es que las relaciones se eternicen y todo termine mal, pero él cumplió su amenaza.
Al final de la liga pasada, Kroos puso un audio en castellano en el podcast que tiene con su hermano: "Bueno, Madridistas, yo quiero anunciar algo importante de mi futuro...". A partir de ahí, se marcaron con fuego los actos de despedida. Se marchaba del club una leyenda y lo hacía en un momento feliz. El Madrid había ganado unas semanas antes la liga y no tardaría también en llevarse la Champions contra el Borussia de Dortmund. Si la vida tuviese un guion, el de Kroos hubiese ganado el Oscar.
El alemán no solo se marchaba del Real Madrid, lo hacía del fútbol. Jugaría el Mundial, sí, pero nunca se le vería más con un club que no fuese el suyo. Modric, como su eterno aliado, hubiese querido un final parecido, hollywoodiense, sin mácula, pero no ha sido posible. Ni las circunstancias han sido parecidas ni él tiene el carácter o la personalidad que te lleva a decir adiós cuando la grada todavía está viendo tu mejor versión.
El croata cumplirá 40 años en julio y esos son seis más de los que tenía Kroos cuando decidió marcharse. Un lustro es una diferencia apreciable, y aunque Modric ha sabido mantenerse joven mucho tiempo, ha logrado no parecer un estorbo para el Real Madrid, la realidad es que el tiempo nunca va en dirección contraria y su físico cada vez estaba más lejos de mantenerse en la línea deseada.
Tampoco el equipo ha ayudado, porque cualquier golpe es más suave cuando todo lo que te rodea gira en la dirección correcta. El adiós de Kroos, tan perfecto, hubiese sido algo absurdo en un equipo mediocre. El alemán decidió marcharse antes de que le dijese que se fuese, pero tomar esa opción era más sencillo cuando sabía que el contexto iba a ser en todo caso feliz.
Modric renovó un año más la pasada temporada y con eso tomó un riesgo, porque era difícil que el Real Madrid, o en realidad cualquier equipo del mundo, repitiese lo que se vivió en el 2024. Kroos se marchó con sus hijos acompañándole, en unas imágenes que son historia del club, con el aplauso estruendoso de todo el estadio y muchas lágrimas desperdigadas en la grada e incluso al otro lado de las televisiones.
Como es lógico, el sábado habrá también un homenaje, y será uno importante. No en vano se marcha un Balón de Oro, un jugador de leyenda, el ídolo de miles y miles de madridistas. Pero no será lo mismo, porque no puede serlo, el último Modric que se ha visto en el Bernabéu no era malo, pero tampoco era Modric. Y el último Madrid que ha dado vueltas por Europa ha dado más sinsabores que alegría. El año que viene, además, irá a jugar con otra camiseta. Hay un futuro más allá del Mundial de Clubes para él, porque quiere jugar el Mundial de Estados Unidos. Por todo ello, el adiós será sentido, pero no será perfecto.
Kroos y Modric se sienten como uno, pero son muy diferentes. Kroos no solo eligió su despedida, en realidad en toda su carrera midió los tiempos, estimó cuándo tenía que retirarse de la selección, cuando se vio con ganas para volver y, por supuesto, cuál iba a ser el último capítulo de su libro.
Lo de Modric ha sido algo muy distinto, un derroche de ilusión constante, con su sonrisa, siempre queriendo un poco más de fútbol, como ese compañero de trabajo que está constantemente proponiendo un plan más. Se nota en el Real Madrid, del que se marcha en el quicio de la cuarentena, pero también en Croacia, un lugar al que no ha dejado de ir nunca, siempre que le convocaban acudía presto, por más que el reloj biológico y el consejo de algunos le pidiesen un poquito de mesura.
Se va un grande del Real Madrid y el estadio Santiago Bernabéu le despedirá como el héroe que siempre fue. No será el mejor final, tan solo será un final.