Manu Sarabia, un rebelde que busca por fin su paz: "Nunca me sentí raro por ser un jugador especial"
Después de escribir su libro 'Chaval, ¿quieres venir al Athletic?', en el que zanja su polémica con Javier Clemente, el exjugador desvela cómo entendió el fútbol y su permanente pelea con su físico.
El territorio fútbol nunca deja de sorprender. Su capacidad para autoalimentarse y mantener vivas miles de sus historias a través de las décadas es infinita. Hasta el punto de que se llega a situaciones como la que origina esta entrevista. El pasado 6 de noviembre en San Mamés, Manolo Sarabia, futbolista profesional del Athletic (1976-88) y Logroñés (88-91), presentó su biografía titulada 'Chaval, ¿quieres venir al Athletic?', escrita codo con codo con su esposa y periodista, Begoña Armesto. En primer lugar me extrañó que se animara a hilvanar frases y párrafos, como en sus buenos tiempos cosía regates y remates, paredes y fintas, y bicicletas y caños... 33 años después de retirarse. Me llamó la atención, también, que quisiera rescatar para el siglo XXI un affaire, como él lo define en el libro, que tuvo con su entrenador, Javier Clemente, mediada la década de los 80 del siglo anterior. Un enfrentamiento que ya descansaba en parte en el limbo del olvido y del que un puñado de jóvenes generaciones no habría escuchado ni una palabra. Ni siquiera en el País Vasco o en el entorno más globalizado del Athletic.
Ahora todos los que se enganchen a la obra conocerán la versión definitiva que Sarabia guardaba en su cabeza y en su corazón durante más de 30 años y que ha querido poner en el escenario del presente para que, por encima de todo sus nietos y sus seres más queridos, sepan de primera mano lo sucedido en el seno del Athletic allá por 1986 cuando estalló el duelo dialéctico entre ellos. Uno de los choques más duros entre un futbolista y un entrenador en la vida del club bilbaíno y, posiblemente, también en la del fútbol español.
Aprovechando el tirón informativo a nivel nacional que tuvo el contenido del libro, y sin desvelar sus partes más crujientes, Relevo pretende rescatar también la figura del Manu Sarabia futbolista. La pantera rosa, como le llamaban en San Mames, por sus largas y delgadas extremidades inferiores, se hizo un hueco en la élite futbolística por su especial, atractiva e interesante manera de entender el juego, en el que la técnica prevalecía sobre el físico. Tampoco se puede desdeñar su paso por la Selección, con la que jugó 15 partidos internacionales, marcó dos goles y estuvo presente en el inolvidable 12-1 a Malta clasificatorio para la Eurocopa del 84. Manolo marcó el 11-1 a diez minutos del final del partido. Ya en tierras francesas, en la fase final, también fue protagonista. En las semifinales contra Dinamarca lanzó a petición propia el último penalti de la tanda y clasificó al equipo para una final que España perdió contra Francia en el Parque de los Príncipes (2-0).
"Nací para jugar al fútbol. De niño no tenía dinero para alquilar bicis, como mis amigos y me iba con mi pelota al frontón y era feliz con una pared enfrente que me la devolviera"
Jugador del Athletic y de la SelecciónEntramos en la faena. Debe saber el lector que mi relación con Manu Sarabia desde aquellos benditos 80 siempre fue más que cordial. Como también lo era y lo es con Javier Clemente, con quien he tenido mis discrepancias, más públicas que en las distancias cortas. En ocasiones, en la lejanía del tiempo, recuerdo que pasé momentos poco agradables. Estaba en el medio de dos 'gallos' y sólo intentaba ser un simple transmisor de la información y de las manifestaciones que reflejaban el futbolista y el entrenador. Cuatro décadas después, los dos me cogen el teléfono para ejercer de abuelos cebolletas y creo que valoran todo lo vivido juntos, que era, precisamente, lo que les separaba.
Manu, cuente a las más jóvenes generaciones futbolísticas quién era y cómo jugaba ese Sarabia que levantaba pasiones en San Mamés. No exentas, claro, de alguna aversión. Usted era un futbolista muy técnico metido en un equipo muy físico.
Siempre digo que nací para jugar al fútbol. Nací futbolista y moriré futbolista. El fútbol es mi pasión, es mi vida. Lo es todo para mí. Ser futbolista me marcó. No sólo desde el punto de vista profesional, también desde el punto de vista personal. Salí de una familia muy humilde que me ayudó a tener que aprender muchas cosas para ser mejor. Cuando mis amigos iban a alquilar bicis, yo no podía ir porque no tenía dinero para pagar su alquiler, hasta el punto de que hoy en día no sé montar en bici. Yo me iba con el balón al frontón y me divertía simplemente con tener una pared enfrente que me lo devolviera.
Si de futbolista profesional era delgadito, me imagino cómo sería en su etapa de cadete o juvenil en Lezama, donde prevalecían los cuerpos de los chicos del norte.
¿Cómo delgadito? A mí una ráfaga de aire me tiraba al suelo. Pero con la pelota todo cambiaba. Cuando fiché por el juvenil del Athletic no creo que pesara más de 50 kilos. En Lezama había pocos como yo, por no decir que era único. De hecho, desde que fiché, el club comenzó a cuidarme de una manera especial para que mi cuerpo fuera desarrollándose y fuera cambiando. Estuve año y medio viviendo en Lezama para tener esa preparación especial. Sólo iba a casa a dormir. Me hacían trabajos específicos. Aquella fase fue clave en mi transformación física. Así la recuerdo. Con un gran sacrificio, pero con un gran cariño. Me vino de lujo. Por eso digo que Gonzalo Beitia, un técnico de la casa que se ocupó de mí, fue quien más influyó en la evolución de mi carrera. Cuando era pequeño yo tenía tres ídolos: Iribar, Fidel Uriarte y Txetxu Rojo. Iribar, por todo lo que significaba para el Athletic. Y los dos otros en aquellos tiempos eran los futbolistas que a mí me parecían más técnicos, que hacían con el balón lo que me gustaba hacer a mí. Tuve el honor de jugar con El Chopo y con Txetxu en mi primer año en el primer equipo.
Usted comenzó como interior, era el '10' de toda la vida.
Desde que comencé jugaba en el mediocampo, pero llegaba mucho y tenía gol. Me gustaba participar de la organización del juego y tenía facilidad para llegar al área. El día de la presentación del libro, compañeros y rivales de aquella época me decían que era un jugador distinto. Lotina me recordaba que los entrenadores de los equipos rivales, cuando jugaban contra nosotros, siempre les hablaban de un jugador especial, que jugaba muy bien... y era por mí. Yo eso no lo sabía entonces.
En aquel Athletic doble campeón de LaLiga 83 y 84, con doblete en la segunda temporada, era, evidentemente, el raro... Encima, a su entrenador no le gustaban sus características. O, digamos, que le gustaban más otras de otros compañeros.
Es evidente que en aquel Athletic era el más diferente a todos. El Athletic siempre se ha caracterizado por un estilo muy clásico. Por su garra, su esfuerzo, su pundonor, su pelea, su empuje... con un fútbol muy directo. Yo no era así. Era como era. El Athletic siempre había tenido, históricamente, algún jugador que poseía un toque de distinción. No tuve el privilegio de ver jugar a Óscar Panizo, pero todos dicen que era un futbolista diferente, con una técnica excepcional. A Uriarte se le reconoció por su furia, por su trabajo, su llegada al gol, pero también por su técnica. Fue a uno de los primeros que le vi dar pases con el exterior, a lo Modric, que decimos ahora...Txetxu, Argote eran finos. Regate, recorte, centro en carrera...
Por ejemplo, en el año 85 la Prensa deportiva de la época hizo un serial sobre 'Los sabios del fútbol español', los jugadores más técnicos, de más calidad y usted se codeaba al lado de los Schuster, Ricardo Gallego, Landáburu, López Ufarte, Juan Señor, Francisco...
Sí, lo cito en el libro. Fue en el Marca y además lo hizo usted... Era un reconocimiento a mi forma de entender el juego. Además de fijarme en los jugadores que le he dicho, hubo un momento que comencé a tener una referencia externa al Athletic. Fue Gunter Netzer, el alemán que fichó por el Real Madrid. Desde un partido que Alemania ganó en Wembley (1972) me quedé prendado de su forma de jugar. Yo quería ser como él...
En algún momento de su carrera, en la etapa de Clemente, antes o después llegó a pensar que el físico le podía jugar una mala pasada y por ser tan 'tirillas' se podía quedar a mitad de camino, por muy pelotero que fuera...
Nunca lo pensé. Nunca me sentí raro por ser especial. Siempre me sentí uno más. Yo no tenía ninguna duda de lo que era capaz de hacer y lo demostraba en cada partido. No pensaba que era distinto a los demás. Simplemente hacía lo que sabía. Fui cumpliendo mis objetivos. Jugaba pensando en hacer las cosas lo mejor posible para que mi equipo ganara, no para que yo luciera. Pero también mi otro objetivo era hacer disfrutar a la gente con el fútbol que realizaba y en ese sentido siempre me sentí pleno de felicidad. Creo que tuve la fortuna de poder hacer los dos cosas.
Usted que sigue de primera mano el fútbol actual, es comentarista de Onda Cero, lector, oyente y televidente empedernido, ¿cree que con las nuevas tendencias futbolísticas en las que predomina el físico, se habla de la intensidad y de la energía como de la madre de todas las ciencias, puede llegar el día de que los futbolistas jugones, los que Cruyff llamaba peloteros, puedan quedar en el ostracismo o en un segundo plano porque no pueden con la carga de esfuerzo y desgaste que exige el calendario del siglo XXI?
Nunca, nunca jamás. Los jugones son la esencia del fútbol. Cuando jugábamos de niños al fútbol y jugábamos 'a pies' para formar los equipos, los primeros que elegían eran los jugones. Había uno en cada equipo, por lo menos, y ellos se habían ganado el derecho de elegir a sus compañeros. No pasará nunca. El fútbol evoluciona como evoluciona. Los jugadores ahora son portentos físicos excepcionales por todos los cuidados que tienen: la alimentación, el descanso, las recuperaciones. Es otro mundo al mío, por ejemplo. Siempre destacarán los futbolistas que corren mucho, de ida y vuelta, que se dice ahora, pero al final, los distintos, los especiales, los que han nacido con ese don siempre estarán ahí. Eso sí, claro, los que tengan ese don tendrán que trabajarlo, entrenarlo. Si no te cuidas, no eres un profesional, no conseguirás nada. El talento sin trabajo y sin esfuerzo no te conduce a ningún sitio. El talento con trabajo y esfuerzo es lo que marca la diferencia.
Es decir, que los Camavinga, Tchouameni, Bellingham... nunca se comerán a los Modric, por ejemplo.
Nunca. Ni en el terreno de juego ni en el gusto del espectador. Hace poco fui a una charla con Quique Setién a Santander y el título era el 'Fútbol del norte'. Se hablaba, precisamente, de lo que usted me pregunta, del juego directo, de la garra, de la supervivencia en los campos de barro... y fue curioso. Pregunté quiénes habían podido ser los tres mejores jugadores de la historia del Racing, de la Real, del Athletic, del Sporting... ¿Ý quiénes salieron? Pues los jugones: Setién, López Ufarte, Zamora, Panizo, Txetxu, Julen Guerrero, Churruca... ¿Y ahora quién llama más la atención, por ejemplo, en el Athletic? Pues Nico Williams, porque lo tiene todo, físico y calidad... Ahora ya no encuentras jugadores en Primera o Segunda que no tengan calidad. Ahora hay tantos medios para poder mejorar que es imposible encontrar a un futbolista que sólo juegue como profesional por condición física.
"En el 84 pude fichar por el Barcelona, me querían Menotti y Maradona. Eso decían, querían formar la delantera de la Selección con Marcos y Carrasco. Pero existía el derecho de retención... y me hubiera costado irme del Athletic"
Jugador e internacional¿Qué entrenador a lo largo de su carrera le aceptó más como era, sin darle tanta importancia al asunto del físico? Además de Clemente, que le pedía una mayor implicación física. Me acuerdo que Senekowitsch, aquel técnico austriaco decía: «Si Manolo corre, Manolo juega. Si Manolo no corre, Manolo no juega...».
Para contestar a esa pegunta me tengo que retrotraer hasta mi temporada cedido en el Baracaldo (77-78). Cedido por el Athletic jugamos en Segunda y casi subimos a Primera. En Lasesarre jugábamos todos, pero todos, los partidos en barro puro y duro. Que les pregunten a los que me vieron jugar allí. Jugué 34 partidos de Liga y marqué 14 goles. Tenía 20 años. Salvo los casos que me ha citado, no hubo ningún otro entrenador que me dijera que por mis 'piernecillas' no estaba preparado para jugar en Primera los 90 minutos. Con Kendall, el inglés, fue distinto a todos. Fue con el entrenador que más me divertía en los entrenamientos. Estaba más modernizado y casi todo el trabajo era con balón. Entonces no se trabajaba mucho el físico con el balón. Nosotros siempre tuvimos a Manolo Delgado Meco, que estuvo también en la Selección, y sabía racionar bien las dos partes. Siempre intenté trabajar para mejorar. Tenía la habilidad completa de saber superar al defensa con la pelota y también superarle yo y seguir adelante. Con aquellas entradas y con aquellos arbitrajes, no siempre era fácil.
¿Alguna vez tuvo posibilidades de salir del Athletic y fichar por el Real Madrid, el Barcelona, el Atlético? Ya se puede decir, está prescrito.
Estamos hablando de hace 40 años... y entonces existía un derecho de retención que te ligaba a los clubes de por vida. Te llamaban para ir a otro club, pero no podías. Te podían retener subiéndote el 10 por ciento de la primera ficha que firmabas, no de la última. Sí, tengo que decir que Menotti quiso ficharme para el Barça en el 83, cuando ganamos la Liga y la Copa. En algún partido de la Selección habíamos jugado Marcos, Carrasco y yo... y se decía que esa era la delantera que quería el Barça para jugar con Maradona. Que el mismo Diego me pidió. Nunca tuve nada oficial. No tuve que renunciar porque el club no me quería vender y no me vendió. No me alteró en nada esa posibilidad porque para mí jugar en el Athletic era lo máximo y ya estaba allí.
Del Sarabia que se jubila en el Logroñés al Sarabia que comenzó en Lezama, futbolísticamente existía una transformación extraordinaria...
Comencé de interior, incluso los primeros partidos en el primer equipo, y acabé siendo un delantero centro falso. El primero que me puso arriba fue Koldo Aguirre. El Athletic fichó a Churruca, del Sporting, y entonces el mediocampo comenzó a ser Villar-Irureta- Churruca, que fuimos subcampeones de la Copa de la UEFA y a partir de entonces yo no tenía sitio. Koldo probó conmigo más adelantado. La primera vez fue en un derbi contra la Real. No lo debía hacer muy mal. Luego alterné posiciones, pero al final me quedé ya como delantero.
"Yo siempre fui muy exigente conmigo mismo, quería ser el mejor, quería jugar en la Selección con los mejores, jugar todos los partidos. Un futbolista tiene que ser disciplinado, pero nunca perder ser él mismo, su esencia"
Jugador del Athletic e internacionalEtapa Selección. No muchos partidos, pero sí muy señalados: 12-1 a Malta, semifinales contra Dinamarca de la Eurocopa.
Jugar en la Selección fue para mí siempre una aspiración máxima. Era formar parte del grupo de los mejores jugadores del país y yo, en ese sentido, siempre tenía las máximas aspiraciones. Era muy exigente conmigo mismo. Yo siempre quise ser el mejor, jugar siempre, todos los partidos y contra los mejores. En la Selección no jugaba igual que en el Athletic. El estilo de juego de los entrenadores era diferente. Allí participaba más. Lo que sí tenía claro, me gustara más o no, es que principalmente tenía que hacer lo que me dijera el técnico, pero sin dejar de ser yo, de exponer mis condiciones. Siempre pensé que el futbolista tiene que ser disciplinado, pero tiene que tener la libertad suficiente como para poder desarrollar lo que se lleva dentro. Siempre pensando en el beneficio del equipo. No se puede perder ser uno mismo. Si no estás a gusto, no te sueltas. Al menos yo no estaba satisfecho si no me dejaban soltarme. Y entonces no le das al equipo lo que el equipo necesita de ti. Dar lo mejor posible para el beneficio del equipo.
Aquellas famosas bicicletas que usted hacía cuando encaraba y tenía el balón entre los pies y que habían sido poco vistas en el fútbol español, ¿las traía usted de fábrica o se las copió a algún jugador especialmente?
La bicicleta se la vi hacer por primera vez al brasileño Leivinha en un trofeo Carranza que jugaba, creo, con Palmeiras. Y luego ya en el Atlético, cuando vino a la Liga. Y se la hizo a Benito, el central del Madrid. Luego, la casualidad nos dejó que en uno de los mejores goles de mi vida que hice en San Mamés fue después de hacerle una bicicleta al propio Benito...
¿En esos sueños que tenemos todos, se ha imaginado alguna vez habiendo nacido 30 años más tarde y haber podido jugar en esa Selección de los Busquets, Xabi, Xavi, Iniesta... y usted de delantero centro empachado a pases y juego al pie?
No me da para tanto la imaginación... Nunca lo he pensado. Sí me lo ha podido preguntar la gente, o incluso me dicen que si hubiera nacido más tarde podría haber ganado mucho dinero, pero ni me lo he planteado... A ver, que yo he ganado dos Ligas, un doblete, que he jugado con mis ídolos... Aquel Athletic de los mediados de los 80 era un equipo descomunal. No ganábamos por casualidad, ganábamos porque éramos los mejores. Un equipo compensadísimo, casi todos internacionales... No cambio nada de todo lo que fui. A los jugadores que me dice, los he disfrutado a todos, pero nunca se me pasó por la cabeza cambiarlos por los míos, con los que jugué.
La vena de entrenador le duró poco, apenas media docena de temporadas. No llegó a Primera. ¿Se rindió pronto?
Yo quería entrenar. Lo tenía muy claro. Ya en el último año del Logroñés como jugador, pensaba ya como un entrenador y ayudé a todos los chavales que llegaron al equipo. El banquillo me apasionaba. Me lo ofreció el presidente del Athletic, Txetxu Lerchundi. ¿Por qué no vienes a Lezama? Comencé con un juvenil y me di cuenta de que sí era lo que pensaba, que me gustaba. Pero luego estaba la familia. No quisimos movernos de casa. Los niños eran pequeños y los veía poco. Cuando eres entrenador, disfrutas toda la semana y luego los domingos sigues disfrutando si ganas y sufres si pierdes. Pero los que están a tu alrededor, como tu mujer, sólo sufre. No tienen los alicientes que tú tienes y pensé que lo mejor era dejarlo. Me surgió la posibilidad de trabajar en los medios como comentarista y encontré el sitio para que mi mujer no sufriera y yo siguiera disfrutando dentro del fútbol.
"He escrito el libro porque no podía quedar para la historia como corresponsable de la etapa más crispada y convulsa de la vida del Athletic, cuando además yo fui la víctima"
Jugador del Athletic e internacional¿Le ha sorprendido la respuesta y trascendencia a nivel nacional, no solo en Euskadi, que ha tenido su versión de los hechos sobre todo lo que sucedió con Javier Clemente en su momento, en esos tan lejanos años 80?
No me ha sorprendido. Sabía que la parte del libro que trata el affaire iba a ser importante para el aficionado del Athletic, pero también sabía que fuera de aquí podía trascender. Era un futbolista conocido, había jugado en la Selección, en uno de los mejores Athletic de la historia, un equipo campeón, había trabajado en los medios, y sabía que había aportado felicidad al fútbol porque así me lo habían manifestado muchos aficionados a lo largo de mi carrera y después. Sabía que había hecho disfrutar a la gente. Y a todas esas personas, con toda la humildad del mundo, sabía que les iba a llegar.
Y, además, si no lo dice, revienta.
Es que no podía admitir que se quedara ahí. No podía admitir haber podido quedar para la historia como corresponsable de la etapa más crispada y convulsa de la historia del Athletic, cuando en realidad yo fui la víctima. Creo que en el libro queda clarísimo qué fue lo que pasó. Las contradicciones, sus mentiras y sus manipulaciones y era con eso con lo que quería acabar. No sé si ha acabado ya. Por mi parte, sí. Lo que no voy es a entrar en más polémicas. Con este libro quiero zanjar todas. Y que quien lo lea tenga la información, el rigor y los argumentos para saber exactamente cuál es la verdad y saber lo que pasó. No pretendo dar mi versión sobre la suya, como pudiera parecer. Quiero cerrar el tema definitivamente, por eso he puesto toda la información y todos los datos para desmontar sus mentiras y zanjar el tema. En esta entrevista, que es posterior al libro, no creo que haya habido ninguna descalificación más por mi parte. Todo lo que tenía que decir ya estaba dicho en el libro...