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Jesús Navas, la ansiedad que retardó su llegada a la Selección y acabó con un abrazo: "Veía los partidos de España llorando"

Testigos directos del progreso del palaciego tratan las dificultades de su inicio... y cómo acabó siendo el futbolista con más títulos con España. Sergio Ramos lo ayudó en todo el proceso.

Jesús Navas celebra el triunfo en la Eurocopa./Reuters
Jesús Navas celebra el triunfo en la Eurocopa. Reuters
José Manuel Rodríguez

José Manuel Rodríguez

Jesús Navas está a menos de 48 horas de jugar su último partido como profesional en el Ramón Sánchez-Pizjuán. Con él se va un trocito del escudo del Sevilla, un club que le tratará siempre como merece a su mayor leyenda. Porque el 'Duende' de Los Palacios que llegó a la carretera de Utrera siendo un "chaval que regateaba hasta a los charcos" se ha convertido en el estandarte ético, futbolístico y ejemplar de la entidad hispalense. Por los siglos de los siglos.

Lo más impactante de Jesús es que todo eso lo ha logrado en silencio. Sin alzar la voz. Siempre trabajando más que ninguno y sufriendo únicamente con los suyos. Y eso lo trasladó, también, a la Selección española, la otra camiseta de su vida. Porque su amor por España y la posibilidad de representar a su país sobre un terreno de juego es lo más grande que le ha pasado, junto a su Sevilla, a Navas. Aunque todo no fue sencillo. No. La historia del futbolista con más títulos con La Roja comenzó de la peor forma posible.

En sus inicios, esta ansiedad que le ha 'acompañado' durante su carrera profesional ya le pasó una primera mala jugada. Se quedó sin Mundial sub-20, ya que se vio obligado a abandonar la concentración con la Selección por estos problemas. Jesús Navas encajaba 'bien' los viajes cortos por partidos de la temporada, en los cuales el tiempo del mismo no superaba los dos días. Pero hacerse la idea de estar más de una semana alejado de Los Palacios y de su familia le creaba unos episodios de ansiedad que lo bloqueaban por completo. Un problema al que no se le veía solución, pero con ayuda de todo su círculo más cercano y de los profesionales, Navas logró acabar superando.

Los primeros episodios de esa ansiedad los vivió con Joaquín Caparrós y Juande Ramos, en aquellas famosas pretemporadas en Isla Canela (Huelva). Ahí ya apuntaba a fenómeno del fútbol y el cuidado por todos fue exquisito. "Jesús pesaba poco más de 50 kilos y, por lo tanto, el nutricionista Antonio Escribano le permitía a él comer golosinas, pero eso va unido a una muy buena alimentación y una rutina de mucho entrenamiento", relata a Relevo el técnico utrerano. Él le dio la primera oportunidad en el fútbol profesional... con la que acabó ganándose un hueco que nadie ha sido capaz de arrebatarle jamás.

Sin embargo, con Juande Ramos se produce un capítulo que sobrecogió a todos en aquella época. Se trata de la famosa pretemporada en la que acabó abandonando la concentración. Su ansiedad le bloqueó por completo y su cabeza dijo basta. A partir de ese momento, el técnico comenzó, de la mano de los médicos, a 'probar' con otro hábito: "Los demás tenían que estar concentrados y no salir prácticamente del hotel, y él entraba y salía a su antojo. Tenía un poco la libertad de que si alguna vez venía su novia o su familia, podía estar con ellos", cuenta en Relevo. Algo que, indudablemente, podía afectar a nivel grupal, pero con el de Los Palacios nadie podía enfadarse: "Su actuación era contraproducente para el resto del grupo, pero realmente no había ningún problema porque luego cuando estaba con ellos se comportaba con naturalidad, era simpático, trataba con ellos, comía con ellos".

En el Sevilla todos se volcaron con Jesús. Todos. Y cómo se lo devolvía Navas en el campo. "La sorpresa para nosotros era que un chico que no podía entrenar regularmente como el resto de sus compañeros, iba a hacer cualquier tipo de prueba y daba un rendimiento altísimo", confiesa Juande Ramos. Poco a poco, con esfuerzo, fue amoldándose y ganando confianza en esas pretemporadas. Compañero de habitación de Paco Gallardo, aspecto obligatorio para Caparrós y Juande con todos los futbolistas que llegaban nuevos al grupo, y, más adelante, inseparable de Javier Saviola, con quien forjó una relación muy fuerte.

Sin embargo, el techo de Jesús Navas no podía ser el Sevilla. Su talento desbordaba por todos lados. Las carreras por la banda derecha del Sánchez-Pizjuán impactaron más allá de Nervión y la Selección no tardó en, de nuevo, volver a llamar a su puerta. Aquella que se cerró tras uno de los capítulos más complicados de la carrera del palaciego, con el abandono de la concentración de la Sub-21. Pero esta vez era distinto.

Fernando Hierro, de la mano de Vicente del Bosque y, sobre todo, Antonio Fernández -trabajó en el Sevilla y coincidió con Navas-, comenzó un proceso tranquilo, sin presión y con la confianza de llegar a ver a Jesús con la camiseta de España. "Estaba con un nivel como para venir convocado perfectamente. Pero siempre existía la duda flotando ahí de '¿Y si lo traemos y finalmente le da un poco esa cosa que le da a él de no poder estar solo cuando se concentra o está un poco fuera de su círculo más íntimo?'. No hacía tanto tiempo había ocurrido el famoso episodio de Cartagena y luego se desveló el problema que tenía. Pero él seguía bien, y cada vez mejor, así que empezamos a diseñar un plan", cuenta Antonio Fernández.

Él era el nexo de una serie de pasos orquestados desde la cúspide de la selección: "La vía más fácil en ese sentido era la comunicación entre la Federación y el Sevilla y, bueno, luego estando yo por medio por la relación que tenía con él, pues tratar de buscar un acercamiento, de pulsarlo un poco a ver qué podía pasar y a partir de ahí establecer una estrategia de acercamiento. Empezamos a elaborar eso todo poco a poco. Fernando Hierro fue hablando con Monchi, Del Bosque... y yo comencé a llamarlo a él con mucha sutileza, utilizando en primer lugar a su hermano Marcos un poco como amortiguador, digamos".

Pero aquellas conversaciones no eran para nada sencillas. Antonio recuerda alguna que se le quedó grabada para siempre: "Recuerdo las primeras conversaciones que él me decía 'Antonio, claro que quiero ir, si yo estoy en mi casa viendo la Selección y me pongo a llorar porque me gustaría estar ahí y me veo con capacidad'".

Poco a poco, todo comenzó a ir más fluido y se dio un paso más: reuniones en persona. "Después de ir hablando entre todos y de que él dijera que sí, que a él le gustaría y estaba con una buena predisposición, los siguientes pasos fueron hacer algunos acercamientos. Él se subía desde Sevilla hasta Córdoba y yo bajaba desde Madrid hasta Córdoba, y nos íbamos a un sitio bastante privado por intentar eludir un poco el ruido de nadie y hacerlo todo muy privado y sobre todo por protegerlo a él. Y solía bajar él o con el padre o el hermano", relata Fernández. "Cuando él ya veía más o menos las cosas claras, se vinieron un fin de semana que hubo parón aquí a Madrid, a casa, aprovechando que Marcos jugaba en el Guadalajara. Comimos, seguimos hablando... todo esto muy pensado, muy meditado, muy trabajado y con perfecta comunicación entre club, federación, el propio jugador y todo su entorno", añade sobre aquellos días.

Se dieron los pasos correctos... y así llegó su estreno con España. "Desde la última reunión hasta que debutó no pasa ni un mes. Era un partido en el Calderón contra Argentina, que empatamos a uno. Una concentración corta. Vino y ahí se le dio ya la primera oportunidad. Y ya luego el segundo, que fue la primera vez que se desplazaba fuera, fue en Austria. Yo normalmente no viajaba con el equipo, pero a ese desplazamiento sí voy precisamente por estar cerca de él. Ahí se da una foto muy significativa que es justo después del entrenamiento previo al partido en la que estamos los dos hablando. Ya se le veía en los ojos y en la manera de hablar y en la vivacidad típica que estábamos metidos al 100%. Ya no había vuelta atrás. Teníamos Jesús Navas para tiempo", dice Antonio Fernández. Fue en ese entonces cuando Sergio Ramos se convirtió en su 'hermano mayor' y le protegió en todo momento. "Fue clave. Si a Jesús le toca a otro cuerpo técnico o una época en la que Sergio no está, no te digo que no lo hubiera superado, pero yo tengo mis dudas", confiesa Antonio.

Y para tanto tiempo. Antonio, sin poder evitar la sonrisa, recuerda lo que ocurrió en aquella mítica final de Johannesburgo. España, Holanda... y Jesús Navas comenzando la jugada de todo un país, pero sobre todo con un detalle al final del partido sin parangón: "Yo no veo el gol de la final porque estaba bajando del palco hacia el banquillo con la intención de recordar los lanzadores de penalti de los holandeses. En el momento en el que bajo por el ascensor y cojo la bocana, se canta gol. No me dio tiempo a verlo ni incluso sabía a quién había marcado. Doy dos pasos adelante y veo a la gente de nuestro banquillo correr y me doy cuenta de que fuimos nosotros. Yo ya me quedé entonces en el banquillo hasta que pitaron el final y cuando acabó, al primer jugador que yo me voy es Jesús. Y nos fundimos en un fuerte abrazo que significaba mucho. Mucho más que un Mundial, más que una victoria y mucho más que todo".

Un final que sería el colofón perfecto para cualquier historia. Pero no para la de Jesús Navas. Después de aquel Mundial, Eurocopa en 2012 y en 2024, con un homenaje continuo de todo un país. La historia del futbolista con el que todo el mundo se volcó. Caparrós, Juande Ramos, Fernando Hierro, Vicente del Bosque... Pero nunca, jamás, nadie se arrepintió de apostar por él. Un futbolista especial. Una persona especial. Y una frase final de Juande que lo resume todo: "Él lo único que quería era estar en su casa o con sus amigos, estar en su pueblo y todo eso. No es que pidiera nada especial, y te lo decía así con esa naturalidad". Jesús Navas, el Duende de España.