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Isco, Pellegrini, la cantera...: la sonrisa se vuelve a asomar en la casa del Betis

Los verdiblancos volvieron a competir al máximo nivel y mostrar su mejor cara. Un empate que, de tener acierto en la punta de lanza, podría haberse convertido en una victoria ante el líder de LaLiga.

El Betis celebra el gol de Assane Diao ante el Barcelona./EFE
El Betis celebra el gol de Assane Diao ante el Barcelona. EFE
José Manuel Rodríguez

José Manuel Rodríguez

El fútbol es un estado de ánimo solía decir Jorge Valdano. Una realidad como un templo, como también lo es que este es tan cambiante como volátil. Las rachas en el deporte rey en España existen. Y tanto. Que se lo digan al Betis, equipo que se ha llevado sufriendo más que disfrutando los noventa minutos protocolarios que le toca jugar cada tres días. El calendario, las lesiones, los malos rendimientos... Todo tiene su cuota de culpa. Pero eso volvió a cambiar en la casa de todos los verdiblancos.

Y frente al líder, con un empate de esos que cambian dinámicas. Puntos de inflexión. El Barcelona se presentó en el Benito Villamarín con el porte que cualquier líder de liga lo debería hacer: siendo fiel a su estilo y con un chaval de 17 años en la banda derecha que cada día 'asusta' más. Qué calidad y personalidad. Sin embargo, lo que no sabían los culés es que se iban a topar con el Betis de las grandes citas. Ese que compite mejor en las plazas complicadas. Aquel que asfixió al Atlético... y logró desempolvar la sonrisa de una vez por todas.

Todo salió en el Betis. Bueno, casi, ya que incluso se mereció la victoria, pero arriba no estuvo acertado. Lo Celso mandó desde los once metros en una jugada que definió a la perfección el partido verdiblanco. Un gran pase de Chimy Ávila permitió a Vítor Roque encarar portería... y penalti de De Jong -tan torpe como claro-. Un día para que el argentino y el Benito Villamarín se reencontrasen a su forma. Con un partido de garra, empuje, intensidad, lucha. Puro Chimy. Puro Betis.

Ahí llegó la igualada. Quizá, de hecho, lo más preocupante fue la banda izquierda del Betis, por la cual llegaron los dos goles del Barcelona. Perraud no dio la talla y Ez Abde se adormiló de nuevo. Tanto que, seguramente, fue el más señalado de los de arriba. No estuvo fino. Pero no importó, porque el Betis volvió. Y se cayó el Benito Villamarín con la entrada de Isco Alarcón. El mago que trae, de nuevo, ilusión a los verdiblancos. Ya dejó algún detalle de lo que es: un crack.

Su falta de ritmo no le permitió estar a su nivel, pero su mera presencia contagió a todos. Pese al varapalo del segundo gol del Barcelona, el Betis no se vino abajo y dio una última estocada. Con un gol de cantera -unido al buen partido de Mateo Flores-. De un futbolista que no lo ha pasado nada bien y que necesitaba justamente eso, una sonrisa. Assane Diao. Y tras centro de Aitor Ruibal, otro soldado alistado a la causa. Nunca defrauda. Tampoco lo hacen Bartra y Diego Llorente, confirmándose como la dupla ideal de los verdiblancos atrás, ni Altimira que recuperó su mejor versión.

Entonces fue cuando el Benito Villamarín enloqueció. Porque en el Betis, los días de fútbol, su gente le pide exactamente eso. Competir. Al máximo nivel y sin importar qué rival está enfrente. Manuel Pellegrini volvió para recordar una máxima que siempre se repite con él en el banquillo: pese a las malas rachas, incluso esta última, este equipo jamás se termina de caer. El ingeniero sabe de lo que habla.