Así fue el último derbi en Montjuïc: el "no me toques" de Laporta a un "trozo de pan", el saludo de Piqué y las bengalas de los Boixos
En septiembre de 2008, una lluvia de bengalas de los aficionados radicales marcó uno de los episodios negros de los derbis catalanes.
En el último derbi jugado en Montjuïc, Leo Messi no había ganado todavía el Balón de Oro, Dani Jarque era el central titular del Espanyol y Pep Guardiola no había sumado ni un título como entrenador profesional... al margen de la Liga que se adjudicó en Tercera División con el filial. Ni Pochettino aún sabía que, cuatro meses después debido al mal comienzo perico, empezaría una aventura en los banquillos que le ha llevado de Londres a París y ahora a Estados Unidos. Aquella fue la noche de las bengalas y del No em toquis de Laporta, una de sus frases célebres. Y la de un derbi decidido por un polémico penalti en el añadido.
El problema había comenzado con la venta de entradas. La web de los Boixos Nois vendía entradas a 60 euros. Solo había que ingresar dicha cantidad en una cuenta corriente y ser puntuales a la cita: a las 18.30 horas en el Bar Virginia de la Riera Blanca, en Travessera. Los Boixos no pasaron por taquilla a por las entradas, pues desde hacía años les estaba prohibido entrar. "No es responsabilidad nuestra las entradas vendidas en otros estadios", se defendió Laporta horas más tarde del incidente.
Laporta fue el encargado de expulsar a los radicales de las gradas del Estadi, aunque eso le llevó a recibir amenazas de muerte. También a sus familiares. Regresando a las bengalas, estas ya empezaron a encenderse antes del derbi. Los Boixos ya habían caldeado el partido en su web, donde anunciaron que "los pericos jugarán como locales en la ciudad Condal. NUNCA MÁS volverán a jugar en casa como equipo de Barcelona". "Queremos despedirlos como se merecen de la Ciudad Condal", escribieron.
Durante el partido, los radicales lanzaron ocho bengalas a la grada perica. Al estar en el segundo anillo, desde abajo, a pesar de las lonas y de la distancia que había, no se pudo hacer nada. Todavía a día de hoy la afición visitante se ubica en el mismo sitio y estos precedentes fueron los que llevaron a varios clubes de la Premier League a situar a la afición rival en la primera gradería. El partido se detuvo y los jugadores se quedaron en el centro del campo, mientras el fisio del Espanyol, Manolo González, atendía a algunos de los afectados. Luis Media Cantalejo, el árbitro, decidió reanudar el partido.
Según algunos testigos que aportaron medios de la época, se publicó que los cacheos fueron "light". Josep Sánchez, entonces director del estadio, argumentó que las bengalas eran muy pequeñas y se podían esconder con facilidad. Tras el empate de Thierry Henry, lanzaron dos bengalas más. El Barça acabó remontando el partido, Leo Messi anotó el 1-2 en el descuento -en un penalti muy discutido por los pericos, pasado el minuto 100- y los futbolistas blaugrana se acercaron a la afición culer para celebrarlo. Uno de los nombres más repetidos en la prensa por su celebración fue Gerard Piqué. Al acabar el partido, varios futbolistas se detuvieron a saludar a la afición desplazada, no fue el caso de Carles Puyol o Pep Guardiola. "No toda la gente que estuvo allí tuvo conductas violentas, así que a los jugadores que no me los toquen", defendió Laporta al día siguiente.
En 2013, un juez de Barcelona condenó a tres radicales, de los cuales dos eran hermanos, a tres años de prisión y la prohibición de acudir a espectáculos deportivos durante cuatro años. Otros dos que llegaron a estar en prisión provisional fueron absueltos porque no pudo acreditarse que tirasen también bengalas, que entraron los responsables ocultas en una mochila. El lanzamiento de estas causaron lesiones a un padre y un hijo, que sufrieron quemaduras y contusiones.
La relación entre Sánchez Llibre y Laporta y el 'caso Saviola'
El lío de las bengalas no pasó desapercibido en el palco. Por aquel entonces, las relaciones entre Dani Sánchez Llibre y Joan Laporta no eran las mejores. Saltaban chispas. Todo comenzó en 2005, en la tercera campaña del presidente azulgrana en el cargo. El Espanyol tenía apalabrada la cesión de Javier Saviola, pero finalmente Laporta se negó y el argentino se fue rumbo a Sevilla. "La actitud del presidente del Barça y de su cuñado ha sido impropia de personas con un cargo así. Todo ha sido un engaño y una falta de categoría", dijo un presidente del Espanyol que decidió no acudir al estadio azulgrana nunca más. Aunque Echevarría intentara mediar, "realmente nunca llamó", dijo Dani. El propio argentino reconoció cuando le llamaron los dirigentes pericos que "el Barça no me deja fichar y me manda a Sevilla".
Desde el otro lado, Laporta reconoció tiempo después que "Dani [Sánchez Llibre] me ha dicho en más de una ocasión que ya le va bien esta situación, (porque) para tener contenta a la parroquia perica tiene que hacer antibarcelonismo". Pero justo después de que se rompieran relaciones en 2005, el actual presidente azulgrana, en una conferencia en el CAR de Sant Cugat, reconoció cómo cedió a Saviola al Sevilla cuando la mejor era más baja. "Pocos días después la Federación confirmó que el Camp Nou no se cerraría y hay que tener en cuenta que el presidente del Sevilla se había mostrado muy beligerante en este tema y que había diez días para reclamar la decisión de no cerrar el estadio...Creo que el Barça tenía la razón, y uno de los acuerdos con Del Nido fue que no impugnase ese fallo y que, por lo tanto, el Camp Nou no se clausuraría. Estaba dentro del paquete de acuerdos". Habló claro, y añadió: "El Espanyol no presentó una oferta como dijo que hizo".
Ese caldo de cultivo inundó la atmósfera de un palco con tensión porque un grupo de Boixos Nois se había colado en Montjuïc cuando no era posible que lo hiciera en Montjuïc. Habían comprado entradas de la grada visitante, a priori sin control, y cuando lanzaron las bengalas todos los aficionados del Espanyol cerca del palco le empezaron a recriminar a Laporta esa actitud de sus hinchas radicales. Las imágenes hablan por sí solas. "¡Vosotros les habéis dejado entrar!", recrimaba Laporta. "Había tensión, la gente le decía de todo, y estaba nervioso", rememora Joan Collet, que no estaba en el palco porque siempre veía los derbis o en la Curva (grupo de animación) o en sus asientos con la familias.
En una de esas, el vicepresidente del Espanyol, Sebastian Javier, dueño del Grup Tarradellas que llegó a patrocinador la primera camiseta, comprar un avión para que viajara el equipo perico y financiar algunos fichajes como el de Luis García, tocó al presidente azulgrana pidiéndole calma. "Es un trozo de pan, es una persona tranquila que nunca se metía en líos. El que lo conoce lo sabe", dijo Collet. Pero, claro, Laporta no estaba para nada en aquel momento y pronunció una de las frases de cabecera de su historia en el fútbol. "¡No em toquis! (A mí no me toques)". La repitió varias veces.