El instinto de Véliz y Pere Milla deja al Espanyol en Primera
El Espanyol, que estuvo 40 minutos en Segunda, se conectó al partido con un penalti de Puado y cumplió ante Las Palmas.
El instinto de superviviencia mantuvo al Espanyol en Primera cuando el runrún del descenso era más presente que nunca en el RCDE Stadium. Un acto inconsciente de Véliz, callejero y pillo, rescató a los de Manolo González, superados por las circunstancias en un partido que no se podía jugar más al límite porque desde el minuto 24 los blanquiazules eran el equipo que descendía. Y hasta el minuto 62 no había lanzado a la portería de Las Palmas. El penalti transformado por Puado, malabarista sobre un mar de agujas, era definitivo porque con Joan Garcia en la portería, a los blanquiazules no se les podía escapar la presa. Y encima Pere Milla, otro futbolista que saca petróleo de una pecera, remachó otra noche de salvación (2-0).
Dos actores inesperados aparecieron en una tarde para pendencieros, porque jugar partidos a ese nivel de ansiedad te sumerge en un torbellino emocional donde a veces lo importante son los pequeños detalles, el cuerpo que se mete cuándo toca, la peinada de cabeza o interpretar el partido lejos de la pizarra. Y lo entendió Manolo González, que quitó a los centrocapistas porque consideró que esa zona era un campo de minas y metió a jugadores de presión y duelos, pesados, porque era un partido para ganarlo desde el corazón. Bingo para el técnico del ascenso y de la salvación, que festejó como uno más una tarde de banderas al viento y de fiesta. Es lo que ahora debe celebrar el Espanyol junton con el ya manido "directiva dimisión".
PRIMER EQUIPO | 🤩 La afición celebra en el verde la permanencia del @RCDEspanyol
— El 1900 (@somel1900) May 24, 2025
🤍💙 Después de una temporada muy dura, nos quedamos donde merecemos#rcde #SomEl1900 #El1900 pic.twitter.com/edEo9mEXes
El pesimismo inicial estaba fundado en la historia del Espanyol
El Espanyol es puro sentimiento, un club forjado a base de emociones, posicionado muchas veces en el lado perdedor de la historia. Las lágrimas de Leverkusen humedecen sus recuerdos. Por eso, los más viejos del lugar no lo veían tan claro. Un Las Palmas descendido, pero un Espanyol con la necesidad de ganar y un Leganés que, nadie tenía dudas, iba a resolver su partido rápidamente ante el Valladolid. Y así fue, 2-0 en el minuto 28. Todos los focos se desplazaron a un RCDE Stadium que a partir del minuto 24 animaba a un equipo que pasó a ser de Segunda.
Y sonaba duro, como una losa que atenazó las piernas de unos jugadores que un mes y medio antes llegaron a escuchar y a ser preguntados en sala de prensa por la posibilidad de ir a Europa. Pero el Betis le arrebató la salvación matemática y luego llegaron las derrotas ante Villarreal, Leganés, Barça y Osasuna. Y todo lo que podía salir mal, salía mal, jornada tras jornada hasta llegar al día del juicio final.
Un recibimiento espectacular, un estadio con 32.500 espectadores, la Grada Canito animando a pleno pulmón... todo el decorado era el de las grandes noches, pero en el campo había hago que no funcionaba. A los 14 minutos, Las Palmas ya había probado en dos ocasiones a Joan Garcia, que respondió con dos manos salvadoras a tiros de Fuster y Loiodice. Y el Espanyol estaba inmerso en la tela araña de Diego Martínez, que conoce a muchos jugadores de su etapa blanquiazul.
El equipo canario, sin jugadores determinantes como Sandro, Fabio Silva, Moleiro y McBurnie, se plantó con dos líneas de cuatro, muy juntas, por las que no pasaba el aire. Anulados Pol Lozano y Expósito, que no dio una en los primeros 45 minutos, Calero y Cabrera debían crear los ataques, pero el Espanyol se despidió de la primera parte sin un tiro a puerta. Dos centros desde la izquierda que no encontraron rematador fueron las aproximaciones más claras. La grada se desesperaba ante la ofuscación perica, nerviosos los jugadores, superados por la presión que llegaba desde Butarque.
Los cambios simplificaron al Espanyol en una tarde de ideas básicas
Manolo González agitó el cocotero. Sacó a Pere Milla por Pol Lozano y justo después a Alejandro Véliz por Jofre Carreras. Ganaba área y pillería, perdía equilibrio y juego interior, también velocidad. Quizás en ese momento el mejor aliado era la experiencia, que una acción callejera le diera al Espanyol el gol que necesitaba. Y esa llegó por medio de un héroe inesperado. Véliz llegó al Espanyol en agosto para ser su nueve, pero finalmente ha acabado siendo un futbolista intermitente, abonado a la suplencia. Hasta que decidió pelear por un balón perdido y meter el cuerpo entre la pelota y Essugo. Y picó, se le añadió una B. Penalti. Jolgorio en las gradas. Gol de Puado, que se quitó la camiseta en el que puede ser su último partido de perico. El Espanyol había hecho lo más difícil.
El tanto reanimó a la grada, que había venido a festejar la salvación y llevaba más de una hora comiéndose las uñas. Para añadirle más salsa, Puado recogió un balón en el área y se lo dio a Pere Milla, que marcó de tiro cruzado y puso el lazo al partido y a la temporada. Hasta a Joan García le dio tiempo para salvar los mueblos con otra salida meritoria. Y el banquillo perico era ya una sala de baile cuando el partido languidecía. Las Palmas hizo sudar sangre al Espanyol, que sacó ese instinto que le hace seguir vivo en Barcelona para mantenerse un año más en Primera... Otro aviso, eso sí, a una campaña en la que ni la inversión ni el liderazgo en el club son las acordes.