FC BARCELONA - DEPORTIVO ALAVÉS

El fulgurante paso por el Alavés del Cruyff al que no recuerdan por su apellido: "Lo mismo se tomaba una caña que se echaba una partida"

Jordi marcó uno de los goles más recordados de su historia, el 4-4 que forzó la prórroga en la final de la UEFA contra el Liverpool.

Jordi y Johan Cruyff tras la final de la UEFA de 2001. /EPA
Jordi y Johan Cruyff tras la final de la UEFA de 2001. EPA
Marc Mosull

Marc Mosull

A Jordi Cruyff (Amsterdam, 1974) se le juzgó demasiadas veces por su apellido, pero si logró hacerse un hueco en el primer equipo del Barça, con el que disputó más de 50 partidos y marcó 11 goles, no fue por su padre. Tampoco que en 1996, con 22 años, lo firmara el United, donde vivió la cara más amarga del fútbol. Las lesiones y la distancia no le permitieron adaptarse a su nueva vida en Manchester, el lugar en el que hizo a uno de los grandes amigos que le ha dado el fútbol: Roberto Martínez.

El actual seleccionador luso estaba jugando en el Wigan, un municipio de las afueras de la ciudad mancunian, y gracias a la intermediación de Amor Montoliu, su entrañable madre, se conoció con Jordi y ambos se convirtieron en uña y carne. En 1999, Johan, preocupado porque su hijo no estaba a gusto en Old Trafford, le pidió a Josep Maria Minguella que "le buscara equipo". Y en enero regresó a España. "Hablé con el secretario técnico del Celta, Félix Carnero, que era un buen amigo. Y lo llevamos para Vigo como cedido", desvela el veterano agente de futbolistas catalán.

Fueron seis meses con más sombras que luces. Apenas tuvo incidencia en lo deportivo, pues solo jugó 291 minutos y marcó un único gol pero, como en la mayoría de clubes por los que pasó, Jordi dejó huella en lo personal. "Se llamaba Cruyff y venía del United, pero era muy humilde y sencillo. Y muy buen compañero. Solo coincidimos unos pocos meses, pero tengo un gran recuerdo de él", confirma el exjugador celtiña Tomás Hervás. A final de curso, Jordi volvió a Manchester. Jugó muy poco y en verano del 2000 abandonó definitivamente los red devils y, con 26 años, firmó como agente libre por el Alavés, que aquella temporada debutaba en competición europea.

“Fue un movimiento estratégico”

El principal instigador del fichaje de Jordi Cruyff por el Alavés fue Mané Esnal, el entrenador que llevó a la UEFA al conjunto vitoriano. Así lo cuenta a viva voz en Relevo: "Fue un movimiento estratégico. Era un jugador con una gran trayectoria, con experiencia en el Barça y en el United. Venía de Inglaterra y quería regresar a LaLiga. Me lo ofreció un intermediario y entendí que era una oportunidad única. El Alavés estaba consolidándose en Primera y necesitábamos jugadores que aportarán calidad y liderazgo; sabíamos que podía marcar diferencias. Le presentamos un proyecto serio, con ambición y un equipo competitivo. Además, nuestro estilo encajaba bien con sus características. La verdad es que no fue difícil convencerlo porque vio que aquí podía seguir disfrutando del fútbol".

El técnico de Balmaseda añade otro factor a la ecuación: su apellido. "Fichar un jugador que se llamaba Cruyff nos daba un punto extra en términos mediáticos y de visibilidad. Su llegada ayudó a que el Alavés tuviera un mayor reconocimiento a nivel internacional", complementa Mané. "Que el Deportivo Alavés incorporara al hijo de Johan Cruyff, que además venía del Manchester United, fue un boom. Se generó mucha expectación. Nosotros teníamos la incertidumbre de saber hasta donde podía llegar Jordi en un equipo como el nuestro", ratifica Antonio Carmona, el capitán y líder de aquel Euro Alavés, y un hombre de mar.

El peso del apellido Cruyff

"Es inevitable, llevar el apellido Cruyff conlleva expectativas altísimas. Cuando se habla de que es un apellido de peso… es que su padre es una leyenda absoluta y eso generaba comparaciones constantes. Pero Jordi siempre supo manejarlo con mucha naturalidad, no intentaba ser una copia de su padre ni mucho menos, sino construir su propio camino como futbolista. No diría que le afectara en el día a día, pero es cierto que se esperaba mucho de él solo por el apellido. En el Alavés lo valoramos por lo que aportó en el campo, no por su linaje. Fue un jugador clave en nuestro esquema y en el vestuario fue un profesional fantástico, muy comprometido y con una mentalidad muy positiva. Se notaba su experiencia en clubes grandes. Además, nunca se le vio con actitud de estrella. Se integró perfectamente en el grupo y se ganó el respeto de todos", argumenta Mané al otro lado del teléfono.

Sus compañeros en ese vestuario, que destacaba por su "calidad humana", sustentan el razonamiento del técnico. Así lo resume el capi: "Su adaptación, dentro y fuera del campo, fue fácil y rápida. Si no nos hubieran dicho que era hijo de Cruyff, no nos habríamos enterado porque era uno más en el grupo". Lo corrobora el mediocentro de aquel equipo, Pablo Gómez: "Entonces, el Alavés era un club muy familiar y él se amoldó perfectamente; lo mismo se tomaba una caña que se echaba una partida con el resto".

El Hotel Cocodrilo y los txokos de Vitoria

Su primera convivencia con el grupo fue en un hotel familiar en la localidad pirenaica de Bagnères-de-Luchon, donde Mané y su segundo Ondarru, solían concentrar a los jugadores antes de la pretemporada. Allí Jordi se dio cuenta de que el Glorioso era un club humilde, totalmente alejado de las comodidades del United y el Barça. Tan modesto era aquel sitio que Cruyff lo bautizó como el "Hotel Cocodrilo". Allí sus compañeros empezaron a conocer la cara más personal del neerlandés, internacional en la Eurocopa del 96, que se adaptó como un guante a ese grupo que cada jueves hacia piña cenando por los txokos de Vitoria.

El goleador de aquel equipo, Javi Moreno, hizo de cicerone a Cruyff en sus primeros días, pues lo conocía desde los 15 años. "Coincidimos en las categorías inferiores del Barça. Y Jordi siempre fue un tío de puta madre: cercano y muy cariñoso. Muy respetuoso, pero con mucho carácter. Era directo y tenía personalidad. Es muy especial", manifiesta el delantero de Silla, que actualmente es entrenador de la Real Balompédica Linense. Como el resto de sus excompañeros en Vitoria, Vigo o Barcelona de Jordi destaca por encima de todo su "educación". Y su fútbol.

Javi Moreno celebrando un gol con Jordi Cruyff.  AP
Javi Moreno celebrando un gol con Jordi Cruyff. AP

Las lecciones Premier de Jordi

"Técnicamente, era muy buen futbolista, con una gran zurda. Y se asociaba muy bien", analiza Javi Moreno, que formó un gran tándem ofensivo con Jordi en Mendizorroza: "Nos entendíamos con la mirada. Él iba más en apoyo y yo picaba al espacio; rompía y generaba huecos para que él se aprovechara apareciendo desde segunda línea". "Se adaptaba a todas las posiciones, era muy vertical y llegaba muy bien a gol", prosigue Carmona. El análisis lo cierra Pablo Gómez: "Yo sabía que si lo buscaba siempre iba a estar entre líneas, y era muy rápido con el balón en los pies".

"Su mayor aporte fue en el campo, no su apellido. Fue clave en muchos momentos de aquella primera temporada inolvidable. Nos ayudó a competir de tú a tú con equipos muy fuertes en Europa", revela Mané sobre un Jordi que puso al servicio del equipo todo lo aprendido en la Premier, tal y como asegura el capitán: "Venía de Inglaterra, de un fútbol con mucho más contacto, veloz y vertical. Nos trajo una serie de detalles que nos ayudaron".

El gol que pudo cambiar la historia del Alavés

Jordi no era un goleador nato, pero especialmente durante su primera temporada tuvo mucho impacto en ese aspecto, marcando cuatro tantos y regalando tres asistencias en los diez encuentros que disputó en la histórica UEFA del año 2001. Gaziantepspor, Lillestrøm, Rosenborg, Inter, Rayo... y Kaiserlautern, al que le endosaron un global de 9-2 para plantarse en la final, fueron los rivales en un trayecto insospechado en el cual Jordi fue creciendo de la mano de un Alavés que aprendió geografía y maravilló a Europa con la camiseta rosa que llevaba el nombre de todos los socios, "un brindis al vino de aquí, de la rioja alavesa", según apostilla Pablo Gómez.

Jordi con la camiseta rosa de la UEFA.  AP
Jordi con la camiseta rosa de la UEFA. AP

Buena parte de los goles de Jordi como babazorro fueron de cabeza, una de sus grandes virtudes, pese a medir 184 centímetros. El más recordado de todos fue el de la final contra el Liverpool, el 4-4 en el minuto 89'. "Me acuerdo muy bien porque el córner lo saqué yo. Él siempre buscaba los balones por arriba y en el juego aéreo era muy bueno. Ese gol no es ni mucho menos casualidad", detalla Pablo Gómez, que actualmente se dedica a la hostelería y regenta el Bar-Restaurante Parlamento de la capital alavesa.

"Ese 4-4 seguramente sea su gol más famoso en Vitoria porque fue el empate que nos permitió jugar la prórroga y porque llegó casi en el descuento. Desgraciadamente, terminamos perdiendo con un gol de oro y… marcándolo en propia puerta. Pese a ello, el recuerdo es imborrable", evoca Moreno, autor de un doblete en Dortmund, el fatídico día que el Alavés vistió la afamada "camiseta de Boca Juniors".

“Fue la mejor final europea de la historia”

"Estábamos muy cerca de la tanda de penaltis, pero con dos jugadores menos y contra un Liverpool de ese calidad era difícil. Fue un éxito igualmente", añade Pablo Gómez, el único vitoriano que jugó en el Westfalenfadion. "Para nosotros fue la mejor final europea de la historia. Fue muy emotivo, un equipo como el nuestro, que no había jugado nunca en Europa, poniendo contra las cuerdas a uno de los grandes de Europa… Mientras vivamos recordaremos lo bonito que fue", evoca con nostalgia Carmona, que es natural de Bermeo y años antes de capitanear al Glorioso por Europa jugaba en segunda regional y compaginaba el fútbol con los estudios de náutica para convertirse en capitán de un barco pesquero, como su padre.

Johan y Jordi tras la final de la UEFA.  EPA
Johan y Jordi tras la final de la UEFA. EPA

También el entrenador Mané recuerda aquella final con una sonrisa y destaca el papel de Cruyff a lo largo del torneo: "Su contribución durante el campeonato fue fundamental para que hiciéramos historia". Y tan histórica fue la temporada que pese a haber sido subcampeones, la expedición fue recibida en la plaza de la Virgen Blanca por decenas de miles de aficionados. La fiesta terminó con parlamentos de los jugadores y su entrenador desde el balcón del ayuntamiento.

Volviendo Dortmund, por cierto, la UEFA le preparó una sorpresa a Jordi: sin que él lo supiese había invitado a Johan para que repartiese las medallas. Y, tras el gol de Geli en propia y la consecuente derrota, la fotografía del padre consolando al hijo en el podio quedó como una de las imágenes de aquella noche en Alemania.

La despedida de Jordi Cruyff de Vitoria

Jordi todavía disputó dos temporadas más en Vitoria, rindiendo a un gran nivel y contribuyendo a que el Alavés volviera a jugar la UEFA en su último curso como babazorro. En 2003, el club despertó del sueño europeo y bajó a Segunda. Fue entonces cuando el futbolista neerlandés abandonó la entidad y fichó por el Espanyol como agente libre. Hay quien dice que Cruyff perdonó el año de contrato que le quedaba a cambio de un jamón, pero de eso hace casi un cuarto de siglo y ninguno de sus excompañeros lo sabe a ciencia cierta.

Lo que sí recuerda Mané es que su marcha fue amistosa: "Él quería seguir compitiendo al máximo nivel y el club, tras el descenso, no podía mantener ciertos salarios. Fue una decisión mutua porque él tenía contrato y entendieron ambas partes que lo mejor era separar los caminos. No hubo tensiones ni polémicas. Solo respeto. Su profesionalismo fue impecable hasta el último día. La afición, que le tenía mucho cariño, lo entendió perfectamente. No fue un adiós amargo, sino el cierre de un ciclo".

Mané junto a Jordi y otros futbolistas en el balcón de la plaza de la Virgen Blanca.  EFE
Mané junto a Jordi y otros futbolistas en el balcón de la plaza de la Virgen Blanca. EFE

Las formas y las palabras en su despedida confirman que es un tipo de lo más educado y que en Vitoria es donde más feliz fue jugando. "El Alavés fue el club que me enseñó a disfrutar del fútbol de una manera especial. Fue muy importante en mi crecimiento estar en un equipo que sufría para conseguir sus objetivos, que estaba en el otro lado del juego, en el del equipo que tiene que defender para después sorprender a los demás. Nunca hasta entonces había vivido esa sensación".

Más de dos décadas después de su marcha, su nombre, que no su apellido, todavía se recuerda en Álava. "Si llegó donde llegó no fue por ser hijo de quién es", sentencia Javi Moreno. "¿Que cómo valoro su trayecto en el club? Totalmente positivo. Fue un fichaje ambicioso que nos dio calidad, experiencia, prestigio y formó parte de la época más gloriosa del Alavés, contribuyendo enormemente a ese éxito. Su apellido pesaba, pero aquí se le recuerda con muchísimo cariño. Dejó huella por lo que hizo dentro del campo y no por ser hijo de nadie", lo cierra Mané sobre Jordi Cruyff y su fulgurante paso por Vitoria.