OPINIÓN

Flick aprende que Osasuna no es el Tarazona

Hansi Flick, en medio de la imagen, ante Osasuna, donde el Barcelona perdió su primer encuentro de Liga. /GETTY
Hansi Flick, en medio de la imagen, ante Osasuna, donde el Barcelona perdió su primer encuentro de Liga. GETTY

El Barça se dejó muchas cosas en Pamplona, acostumbrado a la purpurina de las primeras siete jornadas de Liga en las que se mostró arrollador por momentos, tocado por la varita mágica de Flick, quien evidenció en El Sadar que no es un mago, sino que es humano y también se puede equivocar, o calcular mal, ya sea porque la plantilla que tiene está plagada de lesiones o porque es escasa debido a los problemas por el límite salarial y la necesidad imperiosa (¿y exagerada?) de tirar de La Masia. La valentía es una cualidad innata en el alemán, y necesaria en una entidad como el Barcelona, pero la línea que la separa de la temeridad es fina, y ante Osasuna la cruzó con creces con la alineación.

El semáforo de la plantilla del Barça había llegado al naranja, y eso requería hacer rotaciones. Algo lógico, habitual, pero la gracia está en que el rendimiento se note lo mínimo. Y el Barça acabó con cuatro goles en el viaje de vuelta. En una semana de tres partidos, Flick decidió que el día de los cambios más estructurales y determinantes era ante Osasuna, que había protagonizado un gran comienzo de curso, que jugaba en su siempre complicado estadio y que tenía además jugadores que ante el Barcelona se comportan como caníbales, como Bryan Zaragoza, que de nuevo se dio un festín. No era el mejor escenario para sentar a Lamine Yamal, Raphinha o Iñigo Martínez, y el Barça se dejó la racha, perdió su inmunidad porque fue vulnerable y sin cuchillo en ataque, y tiró por la borda los primeros 45 minutos. Y no hubo reacción, sino goleada.

Aunque nadie duda de la calidad de La Masia, y ahí están los hechos durante los últimos años para contrastarlo, tres de los cuatro defensores jugaban el curso pasado en Primera RFEF. Y, de hecho, algunos de ellos como Sergi Domínguez apenas tenían oportunidades. La primera vez que coincidió en el césped con Gerard Martín y Pau Cubarsí fue ante el Tarazona... Y dos ratos más. Y Flick aprendió que Osasuna no es el Tarazona. Tantos cambios hizo que el Barça acabó tan desnaturalizado que recordó al de la temporada anterior

El Barça se consumió en la fiesta de El Sadar, corriendo entre olés, noqueado por lo que se le había venido encima porque un 4-2 era un resultado duro, un golpe en el hígado a un equipo que sacaba adelante los partidos de cualquier manera, sufriendo o vapuleando, y que venía de dar una exhibición ofensiva en La Cerámica. Sin Raphinha, sin Lamine, con un Lewandowski sustituido en el minuto 70 y con un mediocampo que acabó deshilachado, el Barça fue más humano que nunca.

El Sadar le dio muchas lecciones al técnico alemán. Su hoja de cálculo tendrá que sufrir modificaciones mientras espera el retorno de jugadores como De Jong o Gavi, mientras Ansu Fati debe sumar más, resuelve el problema de la portería y entiende que la Liga se gana en estadios como Osasuna. Y no está el Barça para descartar partidos. Ni en Pamplona ni tampoco, si lo hubiere, en Tarazona.