SEVILLA FC

¿Acaso hay otro final posible?

La directiva del Sevilla en un entrenamiento del equipo./ABC
La directiva del Sevilla en un entrenamiento del equipo. ABC

Es complicado. Y muy duro. Muy duro escribir estas líneas sobre un club grande, centenario y que repartió gloria por el viejo continente derrocando a los más históricos de este deporte. Pero también necesario. El Sevilla se está destruyendo a marchas forzadas. Una caída sin parangón. Hace menos de dos años estaba celebrando en Puerta Jerez su séptima Europa League. Y ahora está temiéndose lo peor. Nadie deja de pensar que este equipo huele a descenso. A Segunda.

Por todo lo que está ocurriendo. Todo indica que sólo hay un final. Si no es este año será el próximo, pero si nada cambia, el Sevilla está condenado al más oscuro ostracismo. Lo ocurrido en la ciudad deportiva a la llegada de Vigo fue un aviso de algo que puede ser incluso peor dentro de dos días. El martes, el Ramón Sánchez-Pizjuán será el punto más caliente de España. De largo. Existe miedo, y normal. Temor a que todo se pueda ir de las manos y se viva un capítulo lamentable. En todos los sentidos.

Esta mañana he querido darme una vuelta por la ciudad deportiva. Aquella misma que anoche fue el foco más interesante para el mundo del fútbol. Las caras hablaban por sí solas. Hasta Pablo Blanco fue pitado por la afición que había ido a ver al filial. Este desastre consume hasta a sus mitos. Hasta al mismísimo Caparrós. Y es que Sevilla volvió a ser la capital de este deporte, aunque esta vez por un motivo de vergüenza. Me he despertado con un comunicado desacertado. En tiempo y forma. Jugar a echarle un pulso a aquellos que nunca han abandonado a su equipo era lo último que podía esperarme. Pero piensa mal y acertarás. Condenar la violencia era necesario, estoy de acuerdo, pero lo ocurrido no forma parte de ninguna "banda organizada" ni nada por el estilo. Eran aficionados cansados de una situación que les quita años de vida.

Es la peor forma de encajar lo de anoche. La peor, de largo. Y eso que la mejor sólo habría sido una: tomar decisiones drásticas. Cuando fracasas en tu empresa, porque eso es lo que es un club de fútbol, decirse las verdades a la cara es lo único que puedes hacer. Pero en este Sevilla parece que no es así. Si aún quedaba un mínimo de porcentaje de sacar a relucir una 'dignidad' que ha brillado en todo este tiempo por su ausencia, la han perdido. Los grandes accionistas deben tener altura de miras y ver en qué están convirtiendo a este club. También permiten esto. El barco se hunde. Es una situación insostenible e inaguantable para todos. Dejar pasar el tiempo como si nada ocurriese sería darle el último puntillazo a un equipo al que le queda muy poquita vida.

Porque, ¿acaso hay otro final? ¿Acaso hay otro final predestinado para este Sevilla que no sea el descenso, más tarde o más temprano? Condenado a la ruina si nada cambia. Pero que aquí son culpables todos. Nadie se salva. Los jugadores están demostrando una inmadurez competitiva fascinante. Están bordando su regularidad: van a, mínimo, dos fallos individuales que te cuestan partidos. Así es imposible.

La noche fue larga. Y dura. Sobre todo para unos canteranos 'obligados' a crear un contexto para un equipo cuando no están preparados para tomar las riendas. Todos se agarran a Suso Fernández. Así está el Sevilla, rezando para que un jugador que han querido sacar hasta en dos ventanas de fichajes tire de un carro al que no le quedan ni ruedas. Así está el Sevilla, rezando para que Leganés y Las Palmas no ganen ni un sólo partido, porque no se ven sacando nada en las últimas tres jornadas. Así está el Sevilla, un equipo condenado a un solo final.