El fichaje millonario que rompió relaciones entre Real y Athletic: "Lo tenían en el escaparate con un precio; pago y me lo llevo"
José María Arrate repasa cómo se fraguó el fichaje de Joseba Etxeberria, su llamada al club txuri-urdin y la 'guerra' que se desató en los años siguientes.
Hoy es domingo de derbi. Jornada de fútbol vasco en San Mamés, donde el Athletic Club y la Real Sociedad se volverán a ver las caras un año más. No importa cuándo, los partidos entre los dos gigantes vascos siempre tienen morbo y dejan anécdotas inolvidables. Hubo unos años en los que las relaciones eran muy cercanas, como en esos años 80 en las que saltaban chispas en San Mamés y Atotxa mientras ambos ganaban ligas y copas, pero en los que los jugadores compartían mesa y mantel en más de una ocasión. Los años 90, sin embargo, marcarían un antes y un después. El verano de 1995 sería inolvidable para todos y los duelos directos de los siguientes años estarían marcados por una crispación sin igual.
Nos situamos. En la Real había debutado su mayor perla: Joseba Etxeberria. Un joven guipuzcoano de apenas 17 años, dejaba destellos en el primer equipo, pero fue en el Mundial Sub-20 jugado en Qatar donde explotó definitivamente coronándose como Bota de Oro. "Le teníamos entre ceja y ceja", reconocía José María Arrate, presidente del Athletic en aquella época, en una entrevista publicada recientemente en Relevo.
En esta segunda entrega, el ex mandatario rojiblanco analiza en profundidad aquel fichaje y sus consecuencias, que van desde los éxitos del propio 'Etxebe' en San Mamés, convirtiéndose en el quinto jugador con más partidos en la historia del club, hasta una crispación general que afectó a toda la sociedad. "No nos recibían con mucho cariño, como te puedes imaginar", reconoce Arrate.
Aquel fichaje fue un terremoto.
Aquello nos supuso un enfrentamiento muy serio con la Real, aunque yo después he seguido tratando y he tenido una excelente relación con Luis Uranga, que entonces era el presidente de la Real, y lo hemos comentado sin ninguna acritud. "Pues lo teníais en el escaparate, teníais puesto un precio, no hay ningún problema: pago el precio, me equivoco o acierto, y me lo llevo". Previa a consulta con el jugador, evidentemente.
Me interesa esa consulta con el jugador. ¿Cómo fue? Para un guipuzcoano tiene que ser también complicado, o delicado, dar ese paso sabiendo lo que suponía.
Sí, sí, para él fue duro. Qué duda cabe que para él fue duro, pero es que hay mucha gente que es hincha del Athletic y está en otro lado. Fue uno más de los que vino. Y con la gente de la Real ya te digo que después hemos tenido un trato cordial. Con Sebastián Irusta, que era el vicepresidente, recuerdo que le llamé para decirle que íbamos a ficharle. Se llevaron un susto, evidentemente. Pero ya digo que por parte del jugador también había una clara predisposición para venir al Athletic. No hubo ningún otro problema. El único problema que había era acertar.
Y se acertó, evidentemente. Le cuento una anécdota: a mi padre, que tenía matrícula BI -entonces las matrículas se distinguían por capitales de provincia-, le pusieron palillos en la cerradura en una visita a San Sebastián. Fueron años duros, de mucha crispación social. ¿Lo sentía?
Claro que lo sentía. Tuvimos mucho conflicto. Había que ir a Anoeta y cada vez que íbamos teníamos un recibimiento… Fue tremendo, sí. Pero bueno, es que es muy sencillo. Es que si tú tienes una cláusula, con una cifra alta, como era aquella por un juvenil, que no sabías qué iba a resultar, si la pagas el riesgo es del que paga la cláusula.
¿Cómo recuerda a Joseba cuando llega?
Pues lo mismo que hubo un rechazo frontal en donde se había ido, evidentemente aquí fue un boom y una acogida total. Y por su parte se enraizó inmediatamente porque ya digo que la predisposición por parte de Joseba era clara y patente.
¿Se podía llegar a imaginar que se iba a convertir en uno de los jugadores con más partidos en la historia del Athletic?
Era el sueño perfecto. Se puede decir que era un sueño, pero los sueños cuando se hacen realidad te dan más satisfacción.
Estamos en semana de derbi. Usted vivió unos cuantos aunque con malos resultados. Por ejemplo, un 5-0 en Anoeta.
La manita… Fue tremendo aquello. Fue un recibimiento cariñosísimo el que tuvimos en Anoeta. Digamos que no tuvimos, por una parte, una cordialidad con la Junta Directiva de la Real, como te puedes imaginar, y por otra el público. Fue un desastre.
¿En el palco se celebraban especialmente los goles?
Fue un desastre, fue una vergüenza por parte de Odón Elorza, el alcalde de San Sebastián. Dando saltos en el palco, estando a dos pasos de mí y yo allí aguantando del tipo.
¿Le llegó a decir algo?
Sí.
¿Se puede saber qué?
No.
(...)
Le dije de todo.
Fueron años de malos resultados contra la Real. De hecho, el único que ganaron con usted de presidente fue el último, un 0-2 en enero del 2001 con doblete de Etxeberria. ¿Lo recuerda?
No me puedo olvidar de aquel partido. Después de haber sufrido unos años antes la manita y luego el recibimiento a Etxebe, que el público continuaba igual de hostil. Ya teníamos una relación cordial con Luis Uranga, pero ese doblete de Etxebe fue una puntilla.
¿Cómo recuerdas a Etxebe en esos partidos? Él tiene mucha personalidad, se le ha llamado siempre el gallo, pero sería duro.
Bien, bien. Él tenía mucha casta, mucha casta. Yo creo que jugaba esos partidos con ánimo redoblado.
Por cierto, siempre que viene un derbi vasco se habla de dónde se vive con más pasión. Yo soy de la opinión de que en ambos lugares, pero me gustaría saber la suya.
No, apasionadamente en los dos sitios. Sobre todo cuando las relaciones no son muy cordiales. Vamos a decir apasionadamente. Siempre será un partido muy, muy… no sé si polémico, pero cada uno vacía el cargador de la metralleta como puede.