Érase una vez LaLiga... así disfrutaron o penaron los equipos de Primera División
Toda la escala de grises entre la brillante temporada del Barcelona y la catástrofe sin paliativos del Valladolid.

Es absurdo analizar el fútbol solo desde el resultado, pero casi lo es más que el resultado no forme parte del análisis del fútbol. Es lunes y la liga ha terminado, hay una clasificación que define sin dudas lo que ha sido un ciclo de fútbol. Habrá quejas, por supuesto, siempre las hay, árbitros denostados e invocaciones a la mala fortuna, pero al final el orden de los 20 equipos no deja de ser la consecuencia de un año de fútbol.
Los resultados en sí mismo son objetivos, pero las sensaciones están sujetas a las expectativas. Los puntos que aparecen en la clasificación son más o menos placenteros o dolorosos según la inversión y el pasado reciente, todas esas cuestiones que se meten en la coctelera para poner perspectiva a la columna de los puntos. Por eso el Real Madrid es hoy una decepción y el Espanyol todo lo contrario.
La clasificación tiene también un ascendente sobre el verano, porque no hay nada en el fútbol que empuje más al mercado que una mala temporada. Siempre que haya dinero o espacio salarial, que eso es otra historia. En todo caso, mañana será mañana, estas son las sensaciones que han dejado los distintos equipos del campeonato.
Por encima de todos
Hansi Flick ha cambiado al Barcelona y, quizá, incluso el futuro entero de la institución. El pasado verano era un equipo sin rumbo, con la sensación de que el Real Madrid iba a ser una avalancha y una situación económica tan precaria que cualquier resfriado iba a ser un cataclismo. Llegó el alemán, hizo de Raphinha un jugador soberbio, observó la evolución de Lamine, tiró de la cantera, reorganizó la defensa abrazando el riesgo. Más allá de Ter Stegen y Bernal, lesionados de gravedad, logró tener un nivel físico excelente toda la temporada. Superó con mucho las expectativas, y eso que en este caso se habla de un club que siempre espera el título. Fuera del cruce con el Inter, y de un noviembre malo, hay pocas máculas en el año.
Los grandes de Madrid menguan
El Real Madrid terminó la pasada temporada con un optimismo desaforado y tenía todo el sentido del mundo, pues llegaba de ganar la liga y la Champions y fichar a Mbappé. Con el Barcelona un poco renqueante, todo apuntaba a un dominio del campeonato que se ha dado al traste en unos pocos meses. Son muy pocos los motivos que tiene el club para estar conforme, quizá lo mejor es la puntuación, 84 puntos, que es bastante digna para la temporada que han ido teniendo.
La culpa no ha sido de Mbappé, es evidente, porque sus goles han llegado, pero todo lo demás ha resultado decepcionante. Vinicius y Bellingham no parecieron estrellas mundiales. El primero fue incapaz de dar la vuelta al revés de no ganar el Balón de Oro y el segundo, que con la salida de Kroos debería haber dado un paso adelante, no aportó lo que debería. En esta lista podría entrar también, aunque quizá nunca ha tenido ese nivel, Rodrygo, que ha tenido su peor temporada. Las múltiples lesiones, la retirada de Kroos, una insuficiencia futbolística en el medio del campo con decepciones evidentes como Camavinga, una defensa quebradiza y cortísima de efectivos, con unos laterales que han sido indignos de la institución, una planificación tacañona... llega el Mundial de Clubes, que es el primer paso, pero no el definitivo, para un camino de redención.

También estará en esa competición en Atlético de Madrid, que arrancó la temporada con fichajes de campanillas y la idea de poder estar por encima del Barcelona y ha terminado un poco como viene siendo tendencia en los últimos años: tercero con comodidad, muy lejos de competir por el título. Hubo un momento en el que pareció que todo había hecho clic, el equipo funcionaba y superaba al Madrid y al Barcelona en Navidad. Todo se fue al traste un poco más adelante, quizá alrededor de la eliminación en Champions contra los blancos, que fue un palo anímico del que el equipo no supo recuperarse. Cuando quiso darse cuenta, estaba demasiado lejos de la cabeza, fuera de la Copa y sin ningún acicate para terminar la temporada. Los dos últimos meses han sido terribles.
Como lectura interna, esta pasará probablemente a la historia del club como la temporada en la que Griezmann dio el bajón. Un jugador tan importante, tan superior, ha visto como su fútbol menguaba y el equipo no ha sido capaz de encontrar la fórmula ganadora prescindiendo de él. Julián Alvarez ha demostrado que tiene fútbol como para ser el siguiente líder del equipo, pero con él solo no bastará, el club necesita un año de verdad con un golpe en la mesa.
Entrar en Champions siempre está bien
El Athletic Club tuvo momentos esta temporada en los que pensó que iba a ser la mejor de su historia. Incluso se mantuvo en una puntuación parecida a los de arriba durante buena parte del año. Valverde ha construido un gran equipo, ha ido encontrando perfiles en cada posición para montar una buena historia. Hay algo de decepción al final, porque la Europa League era una opción real y se diluyó en una noche aciaga, pero si se miran los pros y los contras el resultado es muy positivo.
Si se va a los nombres, Nico Williams empezó renqueante, como perdido tras un verano convulso, y Guruzeta no tuvo la temporada que logró el anterior. Djalo, que llegaba como el gran fichaje, ha sido irrelevante. Otro capítulo distinto es Sancet, que los momentos en los que ha estado en el campo ha sido el mejor del equipo y uno de los mejores de toda Europa, pero pertenece a una estirpe de jugadores que podrían protagonizar a un episodio de Expediente X. Todo lo demás, entre bien y muy bien, haciendo una temporada a la altura de la despedida de una leyenda como De Marcos.

El Villarreal también demostró desde el principio que iba a ser un equipo competitivo. Marcelino, como Valverde, siempre que entrena consigue que sus jugadores parezcan mejores, y aunque empezó la temporada con una muy sorprendente blandura defensiva, más todavía si se tiene en cuenta su historial, pero por el camino ha ido construyendo un equipo mejor con Baena como estrella. En esa liga por entrar en Champions que ha tenido con el Betis, ha sido por lo general un equipo más fiable.
El Villarreal tiene mucho que darle a la Selección Española, pues al ya mencionado Baena se suma Ayoze, que ha tenido la mejor temporada de su carrera y ha sido el máximo goleador nacional. No es el 9 que pensaría una inteligencia artificial, pero es un excelente jugador. Marcelino ha conseguido también recuperar algún jugador que el año anterior parecía deprimido, como es el caso de Comesaña.
Europa como premio increíble
En el grupo de los europeos aparece un equipo que llegaba a la temporada con la obligación de intentarlo y dos más que lo ven como un premio histórico. Los tres, en todo caso, se van más que satisfechos, porque además la narrativa de la temporada es buenísima para todos ellos.
El Betis puede culminar todo eso con un título europeo, su primer título europeo. Pase lo que pase en Breslavia, las sensaciones son muy buenas, porque la primera vuelta fue mala, incluso se veía compitiendo con el Sevilla, pero un excelente mercado de fichajes invernal —Cucho, Antony—, la recuperación de un enorme Isco o la irrupción de Jesús Rodríguez desde el filial hicieron que se metieran en la Europa League sin muchos problemas. Otro año más en el que Pellegrini está, como mínimo, a la altura de las expectativas.

Le acompañará en esa competición el Celta en el que Giráldez ha logrado una de las historias de la temporada. El equipo parecía en los boxes de salida como uno hecho para no descender, pero el técnico los ha tenido muy por encima de todo eso. Es el entrenador perfecto para la institución, porque sabe encontrar el talento en una muy buena cantera, ha estructurado perfectamente al equipo por encima de los nombres. Es difícil hacer un once del Celta, porque los futbolistas entraban y salían en el equipo sin que se notase demasiado la diferencia. Es el equipo de Marcos Alonso, de Fran Beltrán, de Borja Iglesias, de Ilaix —sí, de Ilaix— o Mingueza. Y de Iago Aspas, claro, porque hoy sonríe por un resultado que sabe mucho mejor tras haber sufrido tanto desierto.
Algo similar podría decirse del Rayo, que irá por primera vez a Europa por méritos futbolísticos. No han tenido mucho gol nunca, no se gasta un dineral en el mercado, vive en una constante turbamulta institucional, pero algo hay en Vallecas que funciona. Iñigo Pérez no tuvo una primera temporada de muchas alegrías, pero en la segunda ha justificado lo que se pensaba de él como entrenador. La nómina de jugadores peleones y con los conceptos claros es larga: Lejeune, Isi, Álvaro, Ratiu, Batalla... Tiene fuerza el Rayo, que ha sido capaz de sobrevivir incluso a episodios como el sainete de James o todo lo relacionado con RDT, que es uno de esos casos difíciles de llevar y que, a pesar de todo, no ha afectado al equipo.
Ni fu, ni fa
Osasuna y el Mallorca se intercambiaron técnicos —más o menos— en el verano y estuvieron en una zona media en la que no hubo demasiado tiempo para la ilusión y tampoco grandes sufrimientos. Vicente Moreno consiguió que los navarros empezasen muy bien, lo cual era una duda para muchos después del largo camino de Jagoba, pero la lesión de Bryan Zaragoza le quitó al equipo su jugador más especial y el equipo se deshinchó. Si el equipo no estuvo más arriba no fue, desde luego, por culpa de Budimir, que logró su mejor año y eso es mucho decir.
En Mallorca, el nuevo destino de Arrasate, no pueden decir lo mismo con Muriqi, que estuvo por debajo del nivel que había mostrado las temporadas anteriores. Tampoco Larin lo sustituyó, por lo que el equipo bermellón terminó siendo un equipo que no estaba mal, pero quizá algo por debajo del nivel que se esperaba en el debut de un entrenador con una merecida buena fama.
Una sonrisa para terminar
He aquí un pequeño cajón desastre de equipos a los que no les fue mal y que en algún momento pensaron que todo podía ser desastroso. El mejor en la clasificación es el Valencia, que ha sido Jekyll y Hyde, un solo club y dos equipos opuestos. A nadie le hubiese extrañado, viendo la primera mitad de la temporada, un descenso de este histórico, pero el desastre de Baraja se convirtió en todo lo contrario con Corberán. Casi un equipo europeo, y eso era bien difícil. En las malas, hubo decepciones importantes como Mamardashvili, que después de un año glorioso continuó con otro espantoso. En las buenas, todos los jugadores parecieron mucho mejores que en su versión anterior, desde Tárrega a Hugo Duro, pasando por un subidón de Javi Guerra o Diego López. Baraja hizo un buen año y se quedó porque parecía la solución definitiva, algo que le puede pasar a Corberán aunque en el aire está la sensación de que este no ha traído solo espíritu y unión, sino también muy buenas ideas futbolísticas.
Lo que ha sido Corbarán para el Valencia es Bordalás para el Getafe. La plantilla tenía carencias importantes, es un equipo que ha decidido en tiempos recientes que no se debe invertir en la plantilla. Con un equipo cortísimo se inventó a un jugador como Uche, que el club venderá por buen dinero, incluso otros como Coba, logró estar ordenado y tener un objetivo común. Hizo, en definitiva, lo que sabe hacer Bordalás, que es la clave de bóveda de todo este asunto.

El Espanyol y el Alavés se salvaron al final, y tampoco es que esperasen mucho más. Era una temporada para eso. El equipo catalán sufrió un poco más de lo esperado, porque la verdad es que la temporada ha sido muy buena. Manolo González ha demostrado saber montar un equipo de Primera, y en la plantilla se esconde —es un decir— el mejor guardameta de la temporada. Con Joan García todo es más fácil, y lo que no lo dio él lo aportaron jugadores como Puado o los fichajes de invierno, Urko en el medio y Roberto Fernández, que puso el gol que el equipo no tenía.
El Alavés, que había hecho una gran temporada el año anterior, coqueteó durante tiempo con el descenso, sin terminar de encontrarse por las muchas bajas importantes que había sufrido en el verano. Se rompió el amor con Luis García Plaza, que era un ídolo en Mendizorroza, en un cambio que parecía discutible. La verdad es que Berizzo, su sustituto, ha demostrado ser un entrenador de Primera. Todos los equipos son un conjunto de cosas, pero quizá en los vitorianos más que en ninguno hay un nombre que destacar entre sus jugadores: Kike García.
Solo hubo dolores de cabeza
La Real Sociedad aspiraba a ser un equipo europeo y ha sido un equipo mediocre, durísimo de ver, aburrido como pocos. Muy lejos de las expectativas, los problemas empezaron con unos fichajes como Oskarson que no han funcionado en ningún momento. La fórmula Alguacil naufragó tanto que el técnico terminó sacando la bandera blanca. El futuro de la Real Sociedad será sin él, que es uno de los grandes nombres de su historia, pero el equipo hace tiempo que parece deshinchado y necesitado de un nuevo impulso.
Peor todavía fue el curso del Girona, que afrontaba la temporada con la alegría de jugar Champions y ha terminado haciendo cuentas para mantenerse. Es verdad que en el verano le habían despojado de jugadores sin ningún rubor —Savinho, Dovbyk, Aleix, Yan Couto— y que lo que ha venido, como Asprilla o el terribla Danjuma, no daba el nivel, pero a pesar de eso esta temporada queda en el debe de Michel, que hasta muy al final no hizo un equipo más robusto para mantenerse. Entre las decepciones también hay jugadores como Iván Martín, a años luz de lo que hizo el año anterior.

El problema del Sevilla va mucho más allá del desempeño en el campo esta temporada. Es una degradación institucional constante, la reducción a cenizas de un equipo con un pasado orgulloso y un presente tétrico. El problema no fue Pimienta, aunque terminó despedido, pero las herramientas con las que contaban eran bastante escasas. Aquí podría aparecer una lista amplia de jugadores decepcionantes, pero el problema de este equipo está más en las oficinas que en el verde.
Los que se fueron a Segunda
Incluso en el drama hay gradaciones, no puede ser lo mismo lo del Leganés que lo del Valladolid. El equipo madrileño ha sumado 40 puntos, la cifra mágica, y pese a todo se ha ido a Segunda. Tenía una plantilla muy humilde, y Borja Jiménez no la ha manejado mal, pero al final no ha dado, tres equipos tenían que bajar. Hay jugadores como Raba, Rosier o Juan Cruz que se quedarán en Primera, pero el cómputo general del equipo se quedaba algo corto. La gran apuesta del principio, Haller, fue una decepción para un equipo en el que no podía fallar nada para mantenerse.

Más talento tenía Las Palmas, con futbolistas como Fabio Silva, que suena para equipos más grandes, Moleiro y Essugo. Los buenos nombres no hacían un equipo, hubo una apuesta por Carrión en el banquillo que llevó al equipo a un inicio malísimo y cuando Diego Martínez quiso enmendarlo la cosa ya estaba muy difícil. La plantilla, además, tenía una defensa terrible y muchas carencias más allá de esos pocos nombres de talento. La enfermedad de Kirian, que no supo suplir Bajcetic, fue la última bala para un equipo que el año que viene volverá a Segunda.
Mención especial para el Valladolid, que ha hecho una temporada históricamente mala. Catasttrófica incluso, con una plantilla cortísima de talento en la que solo se puede salvar a Raúl Moro, una planificación absurda, en la que ni siquiera parecían saberse las normas —son dos sainetes las salidas de Boyomo y Juma Bah— y tampoco es que los múltiples entrenadores hayan logrado inventarse nada con esos ingredientes. La única noticia positiva es que Ronaldo ha vendido, o eso parece, y no es fácil pensar en un futuro que empeore este presente.