OPINIÓN

En este duelo, preferiría ser Simeone o Joao Félix antes que Gil o Cerezo

Enrique Cerezo, presidente del Atlético./GETTY
Enrique Cerezo, presidente del Atlético. GETTY

Dormido el fracaso, poco (las noches de partido la adrenalina no deja conciliar el sueño) y mal (las pesadillas de la frustración son las peores compañeras de sábana), el Atlético comienza hoy el primer día del resto de su vida, que no es poco. En Relevo, después de media docena de artículos en las últimas 24 horas sobre la situación del club y del equipo se ha escrito al detalle y con conocimiento todo lo que se puede escribir y más, por lo que no es sencillo añadir nada novedoso. Ni siquiera desde la experiencia de haber manoseado unos cientos de crisis como ésta y de todo los colores.

Además, no parece el momento idóneo para comenzar a redactar recetas desde el púlpito de un ordenador sobre cómo hay que tratar a un enfermo que está en la UVI. Lo que sí tengo claro es que no me gustaría estar en los pellejos de Miguel Ángel Gil y Enrique Cerezo. Para nada. Casi antes preferiría ser Simeone, que tiene un contrato firmado hasta 2024 y el aval de 11 años de trabajo serio y concienzudo, partido a partido (1-0 incluidos) con éxitos reconocidos por activa y por pasiva.

Susto o muerte

Y puestos a elegir, entre susto y muerte, también elegiría formar parte del vestuario porque los futbolistas, en circunstancias extremas, casi siempre sobreviven a la quema. Entre otras razones porque la mayoría casi siempre tiene contrato en vigor y lo más que escuchan en caliente son las canciones de turno: "No sois dignos de esa camiseta", "jugadores mercenarios", "más cojones y menos millones". Poco más. Y puestos a elegir entre los de corto, mi reencarnación preferida sería en Joao Félix. Un talento más preocupado en colocarse el tupé que de sacar al exterior todo el caudal futbolístico que tiene en su interior y que se sigue intuyendo que es mucho, aunque no se le vea.

Corresponde a los dueños del club ejercer de sastres y tomar medidas. A ellos incumbe, afecta y concierne valorar, en primer lugar, si el CEO de la caseta continúa estando capacitado y cualificado para seguir al frente de la dirección táctica del equipo y de la gestión de veintitantos nombres y hombres, cada cual de su padre y de su madre. Los últimos síntomas no son halagüeños. El equipo no reaccionó ni anímica ni futbolísticamente al primer palo (quedarse fuera de la Champions). Todo lo contrario. Perdió en Cádiz, alejándose un poco más de liderato de la Liga y gracias a que el Girona empató en el Bernabéu. Y tampoco se reactivó en Oporto donde se hundió definitivamente quedándose también fuera de la Europa League.

El traje de Simeone

Esa es la gran decisión. Simeone, sí. Simeone, no. Y partir de ahí, levantar el nuevo edificio. En caso de optar por el cambio, sería de gran ayuda para tomar esa decisión que los propietarios tuvieran un recambio de garantía. Un entrenador capaz de ponerse el traje de Simeone, aunque no fuera negro. Un entrenador capaz de liderar un vestuario como el Cholo lo ha hecho durante once años. Un entrenador que embelese con su verbo al atlético de Cuatro Caminos y de San Blas; al de Chamberí y al de la Ribera del Manzanares. En definitiva, un entrenador que mantenga el efecto sombrilla XXXXLLLL y resguarde del agua y del frío a los de arriba (palco) y a los de abajo (vestuario).

El dinero no debería ser problema, aunque tenga que haber una indemnización por medio. Por la mitad de lo que gana ahora el argentino, vendrían encantados un buen puñado de técnicos... el problema es que luego sean capaces de llenar el latifundio que Simeone ha colmado durante todo este tiempos. Y si la decisión es la continuidad del Cholo porque tiene contrato y cuesta demasiado romperlo; porque Luis Enrique -el candidato perfecto- continúe en la Selección o prefiera la Premier; o, sencillamente, porque existe en el club el convencimiento de que no está caducado... Entonces habrá que meterle el bisturí a una plantilla que ha defraudado totalmente a las expectativas. Y eso también cuesta mucho dinero y produce mucho desgaste.

¿Cuántos soldados quedan?

La afición, en estos casos, también juega un partido paralelo, pero con poca voz y ningún voto. Ya sabemos que es difícil aunar criterios en los dos fondos y las dos tribunas. El primer plebiscito del Metropolitano deberá escucharse el domingo a las 14:00, que no es hora ni para jugar al fútbol ni para montar un aquelarre. Los pitos a los jugadores están asegurados. Pero si el fondo sur vocifera, la tribuna de preferencia puede responder con aplausos. O viceversa. Al entrenador hace tiempo que el estadio no le baila el agua. Después de tantos años, esa relación está distante. Lo que no se sabe, es si tanto o más que la del técnico con sus soldados. De hecho se desconoce, si salvo Koke, Correa y alguno más que se pueden contar con los dedos de una mano, le quedan al técnico futbolistas dispuestos a morir por él de una flecha en el pecho, o prefieren unirse al resto del vestuario y morir de una flecha en el culo en plena estampida.

En definitiva, que en el Metropolitano, en el próximo mes y medio se va a disputar otro Mundial. Reuniones, conjuras, promesas, interrogatorios, altas, bajas, ampliaciones de capital, préstamos... Todo ellos sin partido a partido cada tres días. Un mundo.