OPINIÓN

La culpa es de Xavi

Xavi, junto a Laporta, el día de la presentación del entrenador del Barcelona./EFE
Xavi, junto a Laporta, el día de la presentación del entrenador del Barcelona. EFE

La crítica se ha instalado de tal manera en Can Barça desde hace años que parece que cualquier cosa que suceda a su alrededor -buena, mala o regular- es digna de sacarle punta. Y la gente confunde las tropelías institucionales con la radiante actualidad deportiva. Las sombras alargadas del Caso Negreira y las deudas siguen ahí. Como el brillo que ilumina una copa bien reluciente en la que cuelga la chapa de LaLiga.

Sucedió la temporada pasada, cuando llegó Lewandowski, y ocurre ahora que acaba de fichar Gündogan. No sólo es una locura debatir sobre la conveniencia de fichajes de este tipo, por veteranos que sean, sino que empiezo a pensar que es una verdadera osadía no ir directos a Canaletas a celebrar. Hace nada Braithwaite, Memphis y Luuk De Jong eran las apuestas en ataque de este equipo. Para muchos culés no hay olvido ni perdón.

Son más lógicas las dudas que llegan desde un costado diferente y que apuntan hacia otra dirección: qué se les pasa por la cabeza a estos campeones de Europa para dejar sus laureados clubes, donde se mueren literalmente por sus huesos, para recalar en otra entidad que aún anda en plena construcción. Si no es el dinero -porque vienen incluso perdiendo algún que otro millón-, ni la garantía de que campeonarán -porque eso era imposible decirlo hasta con Messi a los mandos-, qué ha convencido realmente a jugadores internacionales de este pelo. No es fácil dar un paso así que ni siquiera les lleva al escaparate del Camp Nou, sino que les conduce al destierro de Montjuïc.

Xavi es el culpable. No escarben mucho más.

Seguro que Laporta mantiene parte de su magia en las negociaciones. Y que Alemany siempre es una garantía pese a su paradinha personal. Pero es el entrenador el que, a fin de cuentas, está cogiendo el teléfono para hablar directamente con los protagonistas y el que se sube a un avión si es necesario para ir a persuadirles en persona. Esa humildad, la tolerancia a las calabazas y su firme decisión atrapan. Tal embrujo, unido a su idea de juego y a la atrevida apuesta por la juventud (Araujo, Balde, Gavi, Pedri...), están convirtiendo en oro lo que podía ser un erial. Si el Barça es hoy candidato a todo es por su mentalidad.

Xavi se ha ganado algo impensable hace meses: que su opinión pese más que ninguna otra en la entidad. Los resultados le respaldan. Por mucho que arrancara el proyecto con demasiados despistes tácticos y algún que otro bache. Sin comerlo ni beberlo ha visto cómo ya no están las vacas sagradas, que igual que en su día fueron las grandes catapultas hacia el éxito ahora ya tenían más pinta de chirriantes frenos hacia el cadalso. Ni siquiera la marcha de Messi a Miami escuece ya como su inicial salida al PSG. Hay viento de cola.

Aun así, a Xavi aún le queda otro paso clave en busca de la perfección, pero eso va a costar porque la lucha de familias en el Barça sigue estando latente. El silenciador que utilizaba jugando en medio campo debería sacarlo a relucir para que todos hagan un buen uso en la planificación. Los shows de radiar cada negociación, más allá de entretener el verano, están desfasados, encarecen el producto y enseñan los planes al rival. Hace falta un lateral y un mediocentro de garantías, y todo el mundo sabe que convendría dar varias salidas, pero nada estorba más que filtrar. Alrededor del club ahora reina la calma, la estabilidad y la cabeza fría y eso es gracias a que el entrenador ha ido imponiendo su carácter. Quién lo iba a decir. Veremos cuánto dura. El camino más corto para sacar a Kessie o Ferran es primero declararlos indiscutibles e intransferibles sin devaluar el producto.

Mientras, no hay ejercicio más esperanzador que recitar en la intimidad el once que ahora mismo, a 67 días de que acabe el mercado, le queda al entrenador en sus manos. Con certezas y sin las hipótesis que dan lustre a tantas portadas: Ter Stegen; Koundé, Araujo, Christensen, Balde; Gündogan, De Jong, Pedri; Dembélé, Lewandowski y Gavi. Da para soñar con algo grande y para dejar de tener pesadillas con Negreira. Xavi es el culpable.