Otra crisis en el Sevilla evidencia que ahora su realidad es luchar por la permanencia
Los de García Pimienta mostraron su peor versión en Mendizorroza. Sin alma, sin actitud... y sin fútbol.
Cuestión de fútbol. No debe buscar mucho más allá García Pimienta para entender por qué su equipo ha calcado los números del último Lopetegui. Los peores en las últimas 21 temporadas. A estas alturas de la película, sólo el Sevilla de Mendilibar era peor -y con un partido aplazado que acabó jugándose en diciembre-. Al término del encuentro en Mendizorroza, el técnico barcelonés, al igual que su capitán Saúl, achacó a los suyos "una falta de actitud".
Realmente lleva razón. En duelos, el Sevilla venció por dos puntos porcentuales, pero la realidad no la reflejan a veces los números. El club nervionense no entendió cómo plantarle cara a un equipo que basa su juego en correr más y mejor que su rival. Tan sencillo como complejo. Seguramente, por eso García Pimienta acudió a la famosa palabra 'actitud'. Sin embargo, si volcamos la 'c' e introducimos una 'p', parece que el campo de culpa se acerca más a lo que verdaderamente le ocurre a la plantilla.
El Sevilla, con Víctor Orta a la cabeza, no ha terminado de dar en la tecla con unos refuerzos que no son indiscutibles. Únicamente Peque y Saúl parecen ser determinantes -aunque en Mendizorroza no estuvieron acertados-. El resto de los fichajes no termina de aportar. Iheanacho tiene cualidades, pero le falta aportar en lo físico, algo tan importante para un delantero que juega solo arriba. Ejuke y Barco apenas jugaron ante el Alavés, y sus minutos tampoco cambiaron un partido que, eso es cierto, estaba ya cuesta arriba. Agoumé ralentiza en ataque y no acierta en defensa, y Lokonga, a quien se le vieron cosas interesantes en Mallorca, no ha tenido continuidad por las lesiones.
En definitiva, una cuestión de fútbol. García Pimienta intenta transmitir su idea, la cual ha calado en el vestuario. El equipo la entiende, la asimila... pero no logra plasmarla con acierto. Es un ciclo que no termina. Hay días que sale 'bien', como en la mayoría de partidos en este inicio de temporada, pero sólo a veces termina de culminarse. Y esa vez ocurre, pero sufriendo, como ante el Getafe. Una realidad que costará asimilar -aunque debe hacerlo cuanto antes- para un entrenador que venía con la mayor de las ilusiones a un club histórico en el siglo XXI, acostumbrado a competir por títulos. O, al menos, a competir.
Esa realidad ya se puso sobre la mesa en su contratación. Internamente, el club depositó toda su confianza en García Pimienta, pero no le incluyó como objetivo principal entrar en Europa. Saben que se trata de un proyecto a largo plazo, pero para que el término 'largo' siga en esa expresión y no se quede, como sus antecesores, en 'plazo' deben, también, asimilar lo que hay. La plantilla tiene déficits y el objetivo no va más allá de amarrar la permanencia sin sufrir. No es un equipo que destaque en el gol, tampoco en la defensa, y en el centro del campo, aunque se esperaba un paso al frente, por el momento suele ser superado.
Muchos condicionantes que sólo dejan un escenario posible: la crisis en el Sevilla es la única realidad. En una temporada que se antojaba ilusionante, el 'otro año igual' vuelve a resonar por Nervión. La nueva vida del club nervionense comenzó a vivirse hace dos temporadas, cuando la séptima Europa League únicamente fue un oasis en medio de un desierto que parece infinito. En él, la confianza y la autocrítica, por parte de todas las parcelas de la entidad, es la única llave para hacer ameno un camino que será duro. Todos lo saben -o, más bien, se lo temen-, pero nadie se atreve a reconocerlo.