El Barça de la vulnerabilidad
La mejor forma de honrar la historia del Barça, creyó el equipo, era la de dormitar en el campo durante 45 minutos, haciendo honor a la ya tradicional cháchara cuando el partido se juega a las 2 del mediodía, como si en vez de ser un reclamo para ventilarse rápido el fin de semana el sol cayese como una losa encima de unos jugadores muy imprecisos, demasiado si se tiene en cuenta que hablamos del Barça. El equipo suma tres partidos seguidos en Liga sin ganar, encajando goles y con más angustia en el cuerpo que la tranquilidad que mostró al inicio. ¿Qué ha cambiado, si todo es lo mismo?
El fútbol es poco agradecido con la novedad porque la destripa y la convierte en inútil a poco que se use demasiado. Exige cambios, fórmulas que busquen mejorar lo que ya está funcionando porque aquello que te gusta y que da resultados no tiene por qué darlos siempre, de hecho el fútbol suele ser justo al revés. Lo nuevo se desgasta pronto. Así, los rivales empiezan a tomarle el pulso a la línea adelantada del equipo, explotando unos espacios que siempre estuvieron ahí, pero que hace un mes no se veían tanto porque la forma de encararlos era distinta. Hacía falta cambiar. Y han cambiado.
Real Sociedad, Celta y Las Palmas, cada uno a su manera, han desaguisado la profundidad azulgrana exponiendo su falta de velocidad punta en posiciones clave (centrales y mediocentros) y con un mayor volumen de ocasiones han infundido el miedo en el cuerpo de los de Flick. Si a eso le sumas que Lamine Yamal ha estado fuera, que hoy Olmo no ha jugado ni un minuto y que tampoco contabas con Casadó, el resultado a nivel de juego es el esperable porque ni Fermín ni Torre son Lamine u Olmo, y Raphinha en derecha y más abierto luce la mitad, saturando las posesiones porque su precisión está lejos de la de quien ocupa esa zona normalmente. Con todo, el Barça tiene que encontrar nuevas vías.
Lo tiene que hacer porque está jugando la primera mitad de la temporada solo con dos centrales y con un portero que no es garantía, por lo que si dejas que el rival te ataque con espacios estás comprando más papeletas para que los disparos que reciba sean más claros. Y Peña, lejos de disipar las dudas que le llegan, las aumenta. A Flick no parece preocuparle el peaje a pagar. De momento todo se basa en presión, fueras de juego y verticalidad, pero esa línea deberá ajustarse dependiendo del momento de partido y rival por una cuestión de supervivencia, de no poder imponer siempre el mismo resultado.
Perder forma parte del proceso. El Barça ya ha demostrado a qué nivel aspira, a quién puede ganar. Pero también se ha hecho vulnerable, ha llorado. Y esto es positivo porque es imposible acostumbrarse solo a la victoria y a un nivel de inspiración insostenible. Todos los ganadores se forjan en estos momentos. El Barça de Flick debe abrazarlo y ver de qué pasta está hecho.