Este Barça detesta los lunes por la mañana

Ir al Getafe es ir al psicólogo. Es llegar, sentarse y que todos los traumas que creías olvidados te empiecen a asaltar. El Barça, aún con Flick y sonriente, pletórico, ha sido incapaz de hacer aquello que en el minuto 10 se prometía tan fácil; ganar. No lo ha logrado porque el Getafe de Bordalás no entiende de estados de ánimo ni de favoritismos, lo suyo es una jungla, un Vietnam perpetuo en el que la ley del más fuerte impera, y a veces, el más fuerte no es quien más lo parece, sino quien más disimula sus carencias. La Liga se aleja del equipo blaugrana en otro partido que calca los anteriores.
Visitar el Coliseum es como hacerlo en ese túnel de espejos que deforman y te devuelven una imagen que no es la tuya. El Barça de Flick, hinchado de confianza y de merecimientos, no se reconoció exceptuando un tramo inicial en el que Pedri volvió a frotar la lámpara, imbuido en un trance que dura ya seis meses, para que Koundé continuase amando aquello que antes odiaba: ser lateral. Marcar temprano parecía un augurio positivo, una señal de que por fin el Barça mataría sus miedos, pero nada es lo que parece en Getafe, y en una jugada aislada los azulones recordaron aquello que el Barça más teme: son vulnerables a pesar de su fertilidad. Y lo son precisamente en aquellas tierras donde no abunda nada más que el sufrimiento.
No es casualidad que el Barça haya ganado a Real Madrid (dos veces), Bayern, Dortmund o Athletic y haya perdido ante Las Palmas, Leganés o Getafe, como si viviese en una ciclotimia constante entre aquello que puede llegar a ser y aquello que todavía no es. El equipo de Flick abraza los viernes noche y detesta los lunes por la mañana, donde siempre se le queda una sábana pegada, una alarma que no suena a tiempo, un tupper que te olvidas en la nevera. La Liga se gana en partidos de barro y sudor, donde merecer no te lleva a nada.
Se vio reflejado lo que al Barça le falla en el descuento cuando Balde entró al trapo y Raphinha continuó lo que dejó la pasada temporada en el Coliseum, cuando su expulsión provocó el nacimiento de Lamine Yamal. Ambos cayeron en provocaciones que son tan parte del partido como el mejor de los regates, un fútbol que al culer molesta e incomoda pero que existe y es lícito porque el Getafe no hace sino aquello que se le permite en un campo.
El partido sirvió para constatar que Pedri sigue siendo el mejor futbolista de esta temporada. Como dijo Flick, el más regular. Nadie juega tan bien de una forma tan consistente, y mientras Raphinha fallaba dos goles, a Lamine se le enredaba el gesto final y a los otros centrocampistas no se les veía en la jaula de Getafe, Pedri seguía con su misión, intacta, de jugar y hacer jugar, filtrando, tirando paredes, escapando emboscadas y liderando allí donde el fútbol tiene poco espacio. El Barça no ha merecido perder ningún partido en Liga de sus últimos tres si uno mira las ocasiones y lo generado, pero para ganar se necesitará que los de Flick también abracen los goles feos.