Antonio Hidalgo y la obsesión de los entrenadores: "En casa estás ausente, pensando en cómo mejorar una presión alta, y pides comprensión a la familia"
El técnico catalán, que revivió al Huesca el pasado curso, repasa su trayectoria y su visión como entrenador.
La pelota rueda con firmeza y lo único que se escucha es el sonido plástico del balón, en un tac-tac constante, además de gritos esporádicos del cuerpo técnico y los futbolistas, que bregan y se concentran bajo la llovizna que moja Huesca. Antonio Hidalgo (Granollers, 1979) recibe a Relevo calmado, vestido de corto y en un estado físico envidiable que le haría pasar por su propio jugador. Apenas hay movimiento en la sala de prensa, adjunta a los campos de entrenamiento, y la conversación transcurre con calma, justo lo que el Huesca está viviendo después de que hace justo un año estuviese con 7 puntos de 30 posibles. Hasta que llegó Hidalgo.
El técnico, que debutó en Sabadell, es un hacedor de milagros. Salvó a los arlequinados de un descenso casi seguro en 2019 a la Segunda B en apenas seis jornadas de infarto. "Que llegase allí se debió a Axel Torres. Él confió en mi", explica con una sonrisa sobre su primera etapa. Ascendería al Sabadell al fútbol profesional en 2020 y tras un descenso en el que siempre tuvo opciones de salvarse, resucitó al filial del Sevilla y se fue a Huesca, justo cuando el proyecto del Pizjuán daba tumbos, para lograr lo que nadie creía posible: salvar a un equipo muertos anímica y mentalmente. "A veces hago más de psicólogo que de entrenador". Con pasión, Hidalgo tiene ahora a los aragoneses en la tercera posición, disfrutando de un inicio dulce, pero siempre con los pies en el suelo. "El objetivo son los 50 puntos."
Llegas a Sabadell en 2011 como jugador después de que te apartasen del Tenerife. ¿Cómo fue aquello?
Llego en una situación muy delicada. En el Tenerife me hicieron un ERE. Un día llego y me dicen que no vuelva más, y eso hice. Justo después me llamó Xavi Roca, el director deportivo del Sabadell, para decirme que me una a ellos. Fue fácil porque el Sabadell está a 25 minutos de Granollers, mi casa, siempre lo sentí cerca. Llegué un lunes y el domingo ya era titular. Siempre me ha gustado sumar tanto dentro como fuera del campo en lo que pueda.
Después llega al Sabadell con Juvenal Edjogo, mito arlequinado, como su segundo. ¿Sintió mucha presión?
Mucho vértigo. Fue mi primera experiencia como primer entrenador, no sabía si sería capaz. Juvenal y Axel fueron los que confiaron, vieron algo en mí, que no había sido entrenador, para darme esa oportunidad en un momento tan complicado. Juve es como mi hermano, le tengo mucho cariño. Teníamos mucha responsabilidad, es un club al que quiero mucho y sabíamos que no podíamos fallar. Lo que logramos en aquellos siete partidos fue brutal.
Axel Torres es uno de los grandes comunicadores de este país, pero quizás su gran pasión sea el Sabadell. ¿En qué le ayudó?
Tengo una gran relación con él. La gente tiene que saber la implicación de Axel, siempre lo dio todo, dando la cara cuando estaba en el club a cambio de nada a nivel económico. Es un arlequinado que lo siente muchísimo y siempre me ha transmitido esa confianza, fue el que me dio la primera oportunidad y eso no se olvida. Cuando empiezas necesitas que alguien crea en ti.
Es curioso porque nunca ha iniciado un proyecto en el banquillo desde cero. Llegó en una situación agónica en Sabadell, cogió al Sevilla Atlético en octubre e hizo lo propio con el Huesca hace una temporada. ¿Cómo se maneja?
Nunca me lo había planteado así. Si llegas a un sitio es porque hay una necesidad, me lo tomo como un reto, siempre habrá dificultad aún llegando desde un inicio, aunque esto te de más tiempo para planificarlo todo. Siempre he cogido a los proyectos en una situación delicada, y siempre hemos logrado el objetivo, eso es con lo que me quedo hasta la fecha.
En el Sabadell se encontró con Gorka Guruzeta. No tuvo un buen año. ¿Se imaginaba lo que vendría después?
No va de la edad, sino de si estás capacitado. Es lo primero que veo en un jugador. Con Guru era evidente que tenía mucho talento y en aquel momento necesitaba una realidad que era competir fuera de casa, le vino muy bien estar en el Sabadell. Es verdad que solo metió 3 goles ese año, pero pudo haber metido 10 con todas las que tuvo. Es un orgullo trabajar con gente joven con esa ambición, y verle ahora siendo el capitán general del Athletic, a ese nivel, es brutal.
¿Existe una fórmula mágica que explique su éxito salvando equipos y reflotando proyectos? ¿Cómo se comunica con el jugador en situaciones así?
Soy alguien que entiende que son nuestras cabezas las que nos mueven. Lo primero que hago cuando llego a un equipo es ir a la cabeza y luego a lo táctico, porque cuando llegas a un equipo en el que no van bien las cosas es porque mentalmente no están bien y hay que hacer un trabajo en ese aspecto para que lo táctico entre después. Creo en conectar pronto con el jugador, transmitirles la energía con la que venimos, y que todo se vaya poniendo en orden en sus cabezas. El resto viene después, poco a poco.
Después se va al Sevilla Atlético en medio de un clima institucional complicado. ¿Cómo fue su experiencia en un filial de un equipo tan grande?
Aquel verano parecía que podía llegar una oferta importante de 1a FREF o de algún equipo de Segunda, pero no se termina dando. Recibí la llamada de Fernando Navarro, que es el que confió en mi cuando llevaba unos meses parado en casa. Fue crucial porque es el que me abre las puertas, le estoy muy agradecido. Era un momento muy delicado para el club. El Sevilla es un sitio completamente diferente, tiene un aura, creen muchísimo en ellos mismos, te hacen sentir poderoso, hay que ganar cada día… Tienes que estar allí para vivirlo. Tengo un recuerdo grandioso del club, me trataron fenomenal. Fue una gran experiencia, me sirvió de trampolín para llegar al fútbol profesional.
¿Dudó en irse de Sevilla viendo que el banquillo del primer equipo, en aquel momento con Sampaoli, podía quedar libre?
No lo pensé. La vida va de elegir y tomar decisiones. Mi mejor decisión como entrenador ha sido venir a Huesca, me han dado la oportunidad de volver al fútbol profesional que no es fácil, porque en Sevilla estaba en Segunda RFEF. Entiendo que si el Sevilla hubiese pensado distinto no me hubiese dejado ir, así que no lo pensé nada.
Venía de un vestuario como el del Sabadell y pasó a uno mucho más joven donde las expectativas son distintas. El primer equipo está cerca y escucharán esos cantos de sirena. ¿Cómo se gestiona?
Siempre intento que el futbolista tenga su dosis de realidad, lo que es el día a día, con su dosis de expectativas. Que casen ambas es difícil llevarlo. En un filial piensas que estás muy cerca de la primera plantilla y no es siempre así. En aquel momento el Sevilla estaba en Champions y estábamos muy lejos de ellos, porque jugábamos en Segunda RFEF, y poco a poco la situación institucional del club ha llevado que el filial esté más cerca, de ahí el caso de Isaac Romero. Son jugadores con poco bagaje y tienes que ayudarles con la experiencia que uno tiene.
Pasaste del filial del Sevilla a un Huesca hundido en la tabla en Segunda División en apenas unos días. ¿Cómo se prepara todo en tan poco tiempo?
Cuando me llaman para decirme que está todo hecho con el Huesca es un 10 de octubre, que es día del cumpleaños de mi hijo Héctor y me pilla en Barcelona celebrándolo. En ese mismo día tengo que irme a Sevilla a recogerlo todo y dejar de preparar el partido, que era ante el Águilas, para empezar a pensar en el siguiente ya con el Huesca, que era el Eibar. Entrené el miércoles por la tarde y empecé a preparar el partido y a tratar de convencer al jugador con nuestra idea. Fue una de las semanas más duras desde que estoy en eso porque emocionalmente llevaba mucha tensión. Logramos sumar un punto y retomarlo todo con calma.
¿Cómo convence al jugador cuando llega?
Con pasión, determinación, fuerza. No puedes meterle mil ideas a la cabeza al futbolista la primera semana, tienes que creer en lo que haces, dar un plan de partido, exigirles mucho. Hay que convencer a la gente, porque antes si el entrenador te decía que fueses a la derecha tú ibas sin dudarlo. Los tiempos han cambiado, si eres capaz de explicar los porqués estás mucho más cerca de convencerlos y si encima lo que dices se transforma en puntos, ya es la leche.
¿Debate sus decisiones con el jugador?
Siempre escucho al futbolista. Los entrenadores estamos para tomar decisiones, una cosa es lo que pasa en el día a día, hablar lo que podemos hacer en jugadas a balón parado, cómo ajustamos… Intentar hablarle de lo que crees que va a pasar y que él te pueda dar su punto de vista. Todo convencimiento pasa de cómo ir a la cabeza, hacerles partícipes de un grupo y que eso les haga empujar muchísimo.
En el curso de entrenador se aprenderá mucho de táctica y de cómo entrenar pero, ¿cómo se va trabajando la personalidad para liderar?
Cada entrenador intenta liderar de una forma distinta. Es algo apasionante hablar de esto porque hay mil maneras de hacerlo. Yo lo entiendo desde la pasión, trabajo, hacer creer a la gente, esa es mi manera de sacar rendimiento. Ir al límite y con todo, no vale no ir al límite porque cualquier equipo te pasa por encima. Cuando estés en tu límite empujarlo un poco más para ver hasta dónde llegas y así estar siempre abierto a mejorar.
Estuvo jugando muchos años en La Masia, donde coincidió con Xavi Hernández en «La Quinta de Troya». ¿Cómo le marcó como entrenador su paso por el fútbol base azulgrana?
Es una evidencia que mi paso por Can Barça, cuando llegué con 12 años, me marcó muy fuerte. Creo en esa idea y ese ADN y cuando sales la realidad te va marcando de una forma diferente, porque ves nuevas cosas. Mi llegada a Sevilla fue fundamental para ver otras situaciones y ver que tienes que adaptarte y desde esa adaptación perfilar tu idea de juego. La idea inicial es lo que aprendí en el Barça, pero tienes que ir recogiendo elementos para ir ganando, porque aunque a todos nos guste jugar bien esto va de ganar. Todos queremos que no nos chuten y tener la pelota, pero tienes que ver dónde vas, qué jugadores tienes y a qué puedes aspirar. El Sevilla me ayudó muchísimo en eso.
¿Eres un entrenador que va a morir con sus ideas?
Tienes que buscar el equilibrio. Lo que puedes producir y lo que puedes soportar del equipo rival, medirlo para que esa balanza no se rompa. Es una evidencia que todos queremos jugar, buscar terceros hombres y hombres libres, superioridades… Para lograrlo tienes que saber transmitirlo y darle seguridad al jugador, que en cualquier momento del partido él lo pueda solucionar de una forma natural. Nos vamos adaptando a las situaciones que surgen, porque todo se iguala, los entrenadores cada vez están más preparados y en un propio partido hay que ir adaptándose porque el rival va cambiando durante los 90 minutos, y no solo tener una idea porque sino sería complicado.
Decía Luis Enrique en «No tenéis ni p*** idea» que le encantaría que sus jugadores fuesen con un pinganillo. ¿Lo ve igual?
Intento coger cosas de todo el mundo. Lucho también decía que al jugador hay que darle la información justa, en cuentagotas. Nosotros la tenemos toda, y a veces pecamos de querer tenerlo todo controlado y darle todas las soluciones posibles a aquello que vaya pasando en el campo, entonces hay que ver qué tipo de jugador tenemos y si son capaces de solucionarlo y soportar tal cantidad de información. Puede que dos directrices sean mejor que 100, hay que encontrar el equilibrio. A veces pensamos que si no se lo decimos todo al jugador nos estamos dejando algo y no tiene por qué ser así.
¿Cómo es vivir la Segunda División desde dentro? Desde fuera se disfruta mucho, pero los protagonistas la tenéis que sufrir.
Uf… Es un proceso de tensión constante. No te puedes relajar. Sabes que todas las situaciones son difíciles, cualquier rival te puede poner en problemas y no te puedes relajar, incido mucho en ello en el día a día porque una buena racha no significa nada. Todo el mundo está en muy pocos puntos, si dos partidos no te van bien te caes en la tabla. Vivimos siempre en alerta constante, eso es bueno porque siempre estamos en riesgo y no nos permite bajar el nivel. Tenemos que trasladarlo al jugador.
Cada vez se habla más de la salud mental. ¿Qué importancia tiene un psicólogo en un equipo?
Hay días que abro la consulta de psicología y los jugadores van pasando. En Huesca no tenemos psicólogo y esas funciones hay días que las asumo yo. Es vital la función de un psicólogo en un club. Años atrás en el curso del ascenso en Sabadell trabajamos con Ana Queipo, una gran profesional a la que le tengo mucho cariño, le debo mucho de todo lo que sucedió esa temporada. A mi me ayudaba a entender, porque soy alguien con mucha pasión y lo vivo todo con mucha intensidad y ella me ayudaba a ver las situaciones que se iban dando con otra perspectiva y a solucionar los pocos problemas que se daban, momentos de tensión en el vestuario con más calma. Es una figura vital para los jugadores y poder encauzarlos, porque ellos solo piensan en si juegan o no, no ven más allá.
¿Y por qué no se normaliza que el entrenador vaya al psicólogo?
Hay muchos entrenadores que lo utilizan. Estamos muy expuestos, siempre tienes que tener la respuesta correcta, tener la solución correcta y estás permanentemente en el foco. Estamos sometidos a mucho estrés. Necesitamos que nos escuchen y hablar lo que nos pasa, porque estamos muy solos, sobre todo en la derrota. Cuando eres jugador no te das cuenta de que el entrenador es una persona igual que tú, que también padece y que necesitamos nuestros momentos de ayuda mental y emocional.
¿Se puede separar ser entrenador o vive con ello las 24 horas del día?
Es muy, muy difícil por no decir que es prácticamente imposible separarlo. Lo vas madurando y vas aceptando cómo funciona esto. Muchas veces en casa son momentos de ausencia, de estar presente pero ausente. Quizás estás pensando en cómo mejorar una presión alta, dónde quieres ubicar a cierto futbolista y no es fácil gestionarlo cuando estás con tu familia. Hay veces que estás en otro lado. Les pides comprensión a quienes te rodean, porque es algo que te acompaña siempre.
¿Considera que el fútbol se está homogeneizando cada vez más? Algunos se quejan de que se robotiza cada vez más.
No sé si se está robotizando o no, pero cuando era jugador nos ponían una cinta con una hora de partido y ahí se veía todo lo que habíamos hecho. Ahora tenemos tanta información que somos capaces de tener todos los datos del rival, y ellos los nuestros. En el primer nivel la gente empareja más, van a pares por todo el campo, lo que provoca que las superioridades no sean tan claras. Tenemos que ver cuando somos capaces de ir alto y cuándo no. Todo el mundo está muy preparado. El nivel del entrenador español ha crecido mucho, se ve en segunda, primera y la selección.
¿Cuáles son tus referentes?
Fui el segundo de Imanol Idiákez en mis inicios y me marcó. En aquel momento yo no sabía cómo se entrenaba, tenía una idea pero no sabía entrenar. Le estoy tremendamente agradecido por lo que me enseñó, él tiene una idea muy clara, con balón es un entrenador muy bueno. Aprendí cómo se entrena, el por qué de cada cosa, estuve dos años. Luego llegó Andoni Iraola, alguien más joven que yo pero ya ves que es alguien por encima de la media. Lo que hizo en Larnaca tiene un mérito brutal. Llega de no entrenar a meter el equipo en Europa League, algo que no había hecho nunca. Es importante ir fijándote. Iván Ania, fuimos compañeros y que actualmente está en el Córdoba. Hablamos después del partido de cómo ha visto distintas situaciones y cómo las ve. Al final es empaparte de todo el mundo.
¿Se relaciona con otros técnicos? Sois compañeros, pero una caída de un entrenador puede significar la llegada de otro.
Es solitario, sobre todo en la derrota. Es cierto que últimamente el Comité de Entrenadores ha hecho alguna reunión y nos hemos conocido más, porque sino con el estrés del resultado y el partido ya no hablas una vez termina a no ser que le conozcas de antes. Es una evidencia que si el trabajo se te cae hay otro compañero que lo espera, lo sabemos y hay que aceptarlo. Es lo que hay.
¿Tuvo opciones de ir al filial del Barça cuando llegó Xavi?
Sí. Tengo un cariño enorme a Xavi y a toda la quinta, nos hemos criado todos juntos, somos como hermanos. Cuando llegaron hubo posibilidades, habría vuelto a la que considero mi casa encantado, pero no se dio y tomé otro rumbo.
¿Con qué partido te quedas de los que has vivido?
Lo que pasó en Marbella con el ascenso del Sabadell. Nunca se repetirá. Los que estuvimos en aquel hotel, gente del club, periodistas… fue irrepetible. Fue todo tan rodado que llegas al día final, haces un partido muy bueno y encima logras el objetivo, que era devolver al Sabadell al fútbol profesional. Fue brutal porque lo sentía muy mío por mi relación con el club. No hay palabras para describirlo. Ese día se juntó todo, esos días estaban para nosotros. Pasamos a penaltis ante el Atlético de Madrid, Camello tuvo una muy clara y la tiró al palo. Sabíamos que no se podía escapar.
Paco López nos dejó la siguiente pregunta. ¿Qué importancia le da al trabajo individual?
Fundamental. Hablaba con un miembro del staff de Unai Emery porque él trabaja en ese camino. Tenemos que ver cómo poder conjugar lo individual con lo grupal, hay que saber mezclarlo. Es fundamental desde el vídeo ir enseñando pequeñas cosas porque no es bueno atiborrarlos con información para no saturarlos. Con Ignasi Salafranca, mi segundo, preparar sesiones de vídeo para mejorar aspectos micro.
¿Qué pregunta le dejaría al siguiente invitado, que le avanzo que es Andoni Iraola?
Qué piensa del pase de seguridad con centrales. Distancias, cómo se tienen que comportar. No creo que haya evolucionado su respuesta (risas).