La afición del Celta debería aprender de Luis Enrique: "La ambición desmedida es un defecto"
Hace unos años, un problema personal obligó a Luis Enrique a dejar la Selección española sin saber cuándo y cómo volvería al banquillo. De hecho, sobre la mesa estaba la posibilidad de no hacerlo. Meses después reunió fuerzas para hacerlo, pero allí se encontró a su segundo y amigo, Robert Moreno, atrincherado en su asiento. La RFEF le dio plenos poderes a Lucho y lo primero que decidió fue apartar de su lado al seleccionador en funciones. En una posterior rueda de prensa dejó una frase lapidaria sobre él. "La ambición desmedida es un defecto", expuso el asturiano.
Estos días, cuando se conoció el interés y la negociación del Celta por Ilaix Moriba, el futbolista que salvo sorpresa cierra el capítulo de fichajes del club este verano, las redes sociales (que son una mínima muestra de casi todo en esta vida) ardieron con la planificación de la entidad en este mercado de fichajes. En Vigo esperaban muchos fichajes y todos ellos de un nivel, mínimo, para jugar en el Atlético de Madrid o Barcelona.
No hay que olvidar que el Celta ha tenido una decena de salidas en el último mes y todavía tiene pendientes otras cuatro o cinco para aligerar un vestuario que sigue siendo numeroso. En los dos veranos anteriores (además del pasado mes de enero), llegaron al club más de una veintena de jugadores. Todos ellos con un contrato bajo el brazo. El trabajo de formación de una plantilla, posiblemente mejorable, se hizo ahí. Ya no tocaba hacerlo ahora.
A Vigo han llegado Borja Iglesias e Ilaix Moriba, dos futbolistas venidos a menos. Porque no nos engañemos, hace apenas año y medio, ninguno de los dos estaba al alcance del Celta. Por más que duela a la afición, el equipo vigués no puede pelear refuerzos con, mínimo, la mitad de equipos de Primera División. Sus rivales son otros, que al igual que ocurre aquí, aciertan y fallan a partes iguales.
Hay mosqueo en la ciudad porque el Celta no ha gastado dinero, ya que las dos llegadas son a préstamo, independientemente de que sean dos salarios elevados que hay que afrontar. El celtismo siempre quiere más. ¿Una plantilla de 34 jugadores? Se acusa también a Marco Garcés de no saber vender a sus descartes, como si fuera fácil convencer a alguien de lo bueno y bonito que es un sofá que tú no quieres para nada y con el que solo pretendes liberar un hueco en el salón para sentarte en el suelo. Con todo lo que tenía encima el Celta (exceso de plantilla, descenso límite salarial, pago finiquitos...), ha hecho cosas sensatas y lo más importante, tiene la plantilla cerrada a diez días de empezar LaLiga con el orgullo de que mucha gente es de la casa.
Porque esa es otra. El celtismo lleva años pidiendo el ascenso de canteranos y cuando esto sucede, se le echa en cara al club. "Lo hacen para no gastar en fichajes", se lee. Si no lo hicieran y se acudiese al mercado a buscar a un desconocido, la frase sería algo parecido a:"Gastan dinero en cualquiera en lugar de dar una oportunidad a los chicos".
Lo dicho, en Vigo la gente nunca está contenta. Yo a lo que tengo pánico es a lo que sucedió hace 20 años, cuando nos vimos en Segunda con una deuda gigantesca que casi lleva al club a la desaparición. Porque más pronto que tarde, el Celta bajará, pero lo importante será tener las herramientas para subir lo antes posible. Y si no, que se lo digan al Zaragoza, al Oviedo o a un Deportivo que ahora pertenece a un banco. Pues eso, la ambición desmedida es un defecto.