ENTREVISTA | RUBÉN DE LA BARRERA

No llega a los 40 años y suma una docena de banquillos en cinco países: "Dependemos de una app de resultados"

El entrenador gallego, actualmente al frente del FC Vizela portugués, reflexiona sobre el estrés y la presión inherentes a los banquillos.

Rubén de la Barrera, en su tiempo en la Real. /ARCHIVO
Rubén de la Barrera, en su tiempo en la Real. ARCHIVO
Tomás Magaña

Tomás Magaña

Para un entrenador profesional, la próxima mudanza puede estar siempre a la vuelta de la esquina. Rubén de la Barrera (A Coruña, 1985) no ha cumplido todavía los 40, pero ya ha trabajado para una decena de clubs y una selección absoluta. Once destinos repartidos por cinco países distintos. Entre idas, vueltas y estancias ha sacado tiempo para reflexionar sobre la provisionalidad del oficio, de una posición inseparable de la crítica y el examen permanente. Porque si el futbolista está sobreexpuesto en la era de las redes sociales y la hiperconectividad, tanto o más lo están los responsables de los banquillos.

De la Barrera atiende a Relevo desde Portugal. Llegó al FC Vizela tras sendos pasos fugaces por A Coruña (en una brevísima segunda etapa en el Deportivo) y El Salvador. Sufrió el descenso a Segunda cinco meses después de aterrizar, pero el club del distrito de Braga hizo una apuesta por la confianza y la continuidad poco frecuente en el fútbol de elite. Rubén sigue dirigiendo al Vizela en la Liga de Honra, en busca del camino para regresar a la máxima categoría.

¿Qué tal te va en Portugal?

No me quejo, en el sentido de que es un país con una liga muy interesante, muy comercial, muy visible. He tenido la oportunidad de jugar en estadios emblemáticos como el del Oporto y el del Benfica; o contra clubs que están haciendo mucho ruido fuera del país, como el Sporting. Tengo también una sensación agridulce, porque cuando llegamos lo hicimos afrontando una situación delicada. Fuimos capaces de dar una identidad al equipo relativamente pronto, pudimos competir en los partidos, pero fuimos penalizados por la poca eficiencia que teníamos en las áreas. Sí es cierto que fuimos dominadores en muchos momentos, incluso contra equipos grandes. Pero al finalizar la liga habíamos generado un expected points de +15, es decir, deberíamos haber sumado 15 puntos más de los que sumamos. Por pequeños detalles, hubo partidos que debimos ganar y empatamos, y partidos en los que debimos al menos sumar y perdimos. En este segundo año hemos empezado bien, después hemos atravesado un momento difícil y ahora estamos logrando tener de nuevo esa estabilidad. Confío en lo que estamos haciendo.

¿Cómo acabas en Vizela?

Cuando me llaman yo llevaba dos meses y pico en El Salvador. A pesar de no tratarse de una potencia futbolística mundial, o incluso de su propio continente, había un proyecto de desarrollo interesante, aunque lógicamente tendrían que pasar años para poder empezar a recoger ciertos frutos. Yo allí realizaba labores de seleccionador, pero también tenía que contribuir al desarrollo de la liga y del jugador local. El director deportivo del Vizela [Toni Dovale] me conoce y lo conozco, pero yo también había generado unos vínculos importantes con la gente de El Salvador. Intentamos poder compaginar ambas funciones pero era imposible, precisamente por el contenido del rol que yo tenía en El Salvador. Me implicaba día a día. No era sólo viajar en determinadas fechas, entrenar, competir uno o dos partidos y volver. Por otra parte, era consciente de que a Portugal iba a una situación deportivamente complicada para salvar la categoría, pero el reto era intentarlo y competir en una liga visible, que supone un escaparate. Me ilusionó, se llegó a un acuerdo y dimos el paso en diciembre.

Te han ofrecido algo escaso en el mundo del entrenador: estabilidad. Has continuado en Vizela a pesar de descender. ¿Por qué?

Yo tengo contacto con el director deportivo, pero a su vez también con la parte propietaria. Antes de llegar, ellos me exponen lo que pretenden que suceda en Vizela. Lo que se me dice antes de firmar y lo que posteriormente encuentro es básicamente lo mismo. La propiedad y el director deportivo han estado presentes en el día a día y han sido conscientes del proceso que se llevaba a cabo en cuanto a construcción del juego del equipo, a mejora de los jugadores. El objetivo siempre es el resultado, pero hay otro objetivo que tiene que ver con establecer valor para optar a vender, como en cualquier club del país. Y, de hecho, a final de temporada se ha traspasado a varios jugadores. En concreto el delantero, Essende, se fue al Augsburg de Bundesliga en una venta récord para el Vizela [5 millones de euros]. Ese seguimiento del trabajo diario ha sido lo que ha motivado al club a pretender que yo siga.

Has estado en clubs importantes, con muchos medios de trabajo para el entrenador, como el Deportivo o la Real Sociedad. ¿Con qué recursos cuentas en Vizela?

Cada lugar tiene sus propias circunstancias. Si hay algo indispensable para cualquier entrenador es la capacidad de adaptarse. La pasión, las ganas y la intensidad en el día a día deben ser indiscutibles. Es cierto que he estado en lugares con más posibilidades, pero no me veo limitado en mis funciones. Puedo trabajar adecuándome y adaptándome al contexto. Estoy contento. Por muchas circunstancias, Portugal me ha obligado a dar más vueltas al proceso, al entrenamiento y a la forma de afrontar los partidos para resultar lo más competitivo posible.

En cuanto a equipo de trabajo, en Vizela también están Toni Dovale (director deportivo), Manu Torres (asistente), Diego Rivas (entrenador de porteros), Jandro Novoa (asistente), Simón Lamas (entrenador sub23)… habéis formado un grupo muy gallego.

Estoy encantado con el staff. Como entrenador, una sola persona no puede llegar a impactar en todas las áreas que influyen en el rendimiento del equipo. Dentro de las posibilidades del club, trata de rodearse de personas que aportan capacidad, fidelidad y pasión. Ellos contribuyen con gasolina a que el motor no pare. La proximidad de Galicia con Portugal también es un factor importante para tener aquí a este grupo de personas.

Todo entrenador tiene la maleta a medio hacer. La palabra 'proyecto' está muy bien, pero el proyecto es ganar el siguiente partido para continuar una semana más.

Rubén de la Barrera Entrenador del FC Vizela

¿Qué idea de fútbol estás intentando implementar en el Vizela?

Tenemos que partir de una base. El fútbol en Portugal, tanto en la primera como en la segunda división, lo definiría como poco controlable. Hay una constante de reorganización ofensiva y defensiva, porque apenas se alcanzan secuencias largas de pase. Estás obligado a correr tanto en una dirección como en la otra. Lograr estabilidad y solidez en el juego era algo que a mí me obsesionaba, aún más el año pasado porque a nivel individual estábamos muy lejos del nivel de la categoría. Estábamos lejos de los equipos de arriba y nos estábamos jugando la permanencia. Ser estables y sólidos, no caer en dinámicas de idas y vueltas en cada partido… eso nos obcecó y pusimos mucho énfasis en ello. Nos preocupa que la gente sepa reconocer cuándo dar pausa a las cosas, cuándo acelerar jugadas, cómo generar problemas al rival por dentro, cómo hacerlo por fuera, cómo ser capaces de ser dañinos a la espalda de la última línea defensiva del rival. Defensivamente, queremos ser un equipo fiable y sólido, hacer buenas presiones altas, resultar ganadores en duelos, ser fuertes en segundos balones, en la defensa del centro lateral y del área… En Portugal, los partidos son básicamente eso.

¿Te ves completando un ciclo largo en Portugal?

Eso nunca lo sabes. Lo que sí sé es que todo entrenador tiene la maleta a medio hacer o al menos no tiene todo colocado en el armario. El fútbol es caprichoso y la palabra 'proyecto' está muy bien, pero realmente el proyecto consiste en ganar el siguiente partido para continuar una semana más. Yo he tenido la suerte de que las personas que deciden en el club están cerca de mí en el día a día y creo que se han sentido representadas por el trabajo que hacemos. Sienten confianza en lo que se está haciendo y ese ha sido el motivo de que tengamos continuidad. Pero bueno, no podemos olvidar que el fútbol es un juego de resultados e intervienen muchísimas cosas, no solamente lo que hace uno.

Es interesante lo que apuntas sobre la exigencia de ganar el próximo partido. Últimamente, y por fortuna, se habla mucho de la salud mental de los futbolistas, con testimonios como los de Morata o Iniesta. ¿Deberíamos abrir el melón de la salud mental de los entrenadores?

Es un tema tabú. La gente tiene miedo a tocarlo, seguramente porque piensa que manifestar un problema de índole mental supone una debilidad. A un entrenador se le presupone líder y máximo responsable de un conjunto de personas. No puede mostrarse débil o vulnerable. A mí en Portugal la gente me ha pitado en un momento en que hemos fallado un gol a portería vacía. ¿Cómo transformo eso de cara al futbolista? El jugador tiene que sentirse respaldado. Tiene que saber que tú, como entrenador, soportas ese peso. Justo o injusto, tolerable o no… son cuestiones que son así, las veamos de una manera o de otra. Son así en España, Italia, Inglaterra o Alemania, en cualquier lado. Es inevitable. A uno le gusta que las cosas le vayan bien y que le canten sólo cosas bonitas, pero es así, esto existe. Luego está la parte personal del entrenador, fuera de su centro de trabajo. Cuando llegas a casa tienes que disfrazar tu estado emocional. En casa tienes que ser marido y padre. Entonces tienes que intentar rodearte de personas y adentrarte en áreas que te brinden recursos para superar estos problemas. Porque si no, emocionalmente te mueres. Y como tú te mueras, dejas de transmitir. Y como dejes de transmitir, dejas de estar en los clubs importantes.

Lo vinculas mucho a la preparación para la adversidad. Pero con todo lo que se dice de un entrenador, además sin ver casi nada de lo que hace en el día a día, me parece imposible que no haya momentos en que uno se viene abajo por estrés o ansiedad.

Esto daría para una charla de varios días sin parar. Más allá de la preparación, hay algo de lo que me he hecho consciente con el paso de los años. Se trata de naturalizar las cosas. Cuando llego a los sitios no sé cuándo me voy a ir, pero tengo la oportunidad de decidir cómo quiero ser, cómo quiero afrontar lo que me suceda mientras esté. Entonces trato de centrarme en lo que está bajo mi control, de forma que otros tengan el menor número posible de excusas. También hay que saber que lo bonito y lo malo de esto es que puedes hacer algo bien, pero que te salga mal; o que tomes una decisión que no te guste y te acabe saliendo bien. Ese salir bien se llama ganar un partido. Todos pretendemos ganar de manera habitual. Pero ¿cómo explicas al aficionado que hemos estado mejor un día que hemos perdido que un día que hemos ganado?

Todo depende del resultado.

Exacto. Todo se fundamenta en el resultado. Y hay gente que opina conociendo sólo el resultado. ¿El Vizela ha ganado? Qué bien. ¿Ha perdido? Qué desastre. Pasamos del cielo al infierno a través de una aplicación de resultados. Hay muchísimas cosas que no se ven y no se valoran. Ahora estoy en un sitio en que la gente que decide mi futuro está en el día a día y valora a partir de criterios futbolísticos. Pero cuando esté en otro lugar tendré que tener otra perspectiva, porque este deporte es para ganar. Si no lo haces, el club determina que te tiene que sustituir y tienes que afrontarlo con naturalidad. Y la naturalidad te lleva al sentido común. Y el sentido común hace que relativices todas las críticas. Yo no voy a permitirme hundirme en la miseria por comentarios de gente externa que no me conoce, ni conoce mi trabajo ni tiene capacidad para valorarlo, porque no están presentes. He tenido la suerte de que en el 90% de mi carrera las cosas me han ido francamente bien y la gente ha estado contenta. Pero otras veces las cosas no han ido como esperaba y he tenido que convivir con la crítica. Se lo digo a mis jugadores: uno tiene que ser la misma persona cuando gana, cuando empata y cuando pierde. Tiene que haber muy poca diferencia entre tu mejor y tu peor rendimiento. Yo intento evitar que sea así, meto la misma pasión en una racha ganadora que en una de malos resultados.

A nivel de proyección y visibilidad, las redes sociales aportan. Pero ¿llegan a ser contraproducentes para la salud mental del profesional del fútbol?

Cada uno tiene el mando de su propia televisión. Uno decide qué hacer con su vida, si vivirla o televisarla. No tengo por qué hablar de lo que hacen otros, entiendo que somos personas públicas y muy seguidas. La sociedad evoluciona y cambia. Estoy pensando en el paparazzi de turno, que antes se escondía para captar la instantánea más morbosa. Ahora es la propia celebridad quien sube esa foto a las redes sociales. Cuando la sociedad transita por ese camino, lógicamente se expone. Y si te expones, tienes que entender que habrá gente que comente y que habrá opiniones positivas y negativas. Tus fans te adularán y tus haters te matarán. Por supuesto, hay una línea que separa la opinión del ataque personal. Me has hablado de Morata. Yo entiendo que la gente puede valorar si le ha gustado más o menos Morata en un partido, en dos o a lo largo de una temporada. Eso es una cosa y creo que todas las personas que ostentamos un cargo público lo tenemos asumido. Otra cosa es creer que vale todo, que pasemos a los ataques personales. No puede ser que Morata vaya por la calle con su familia y se encuentre en situaciones desagradables. Las redes sociales tienen mucho que ver, porque es muy fácil escribir desde el anonimato. Pero a mayor popularidad, mayor volumen de mensajes que te pueden llegar, por eso hay que estar bien vacunado. Hay que tener las cosas muy claras para mantenerse arriba. No es lo mismo ser futbolista hoy que hace 30 años, son trabajos radicalmente opuestos.

¿Opuestos en qué?

Voy a omitir comentarios, pero creo que antes todo era más de verdad. A mí me gusta lo que es de verdad. Para obtener las cosas había que ganárselo, había que correr. Ahora hay veces que se dan demasiadas facilidades para lograr según qué cosas sin haber empatado con nadie. Dicho esto, creo que hay cosas en que hemos evolucionado para muy bien: mayor preparación, mayor acceso a la información, mayores posibilidades para intercambiar opiniones y conocimiento con otros…

¿Echas de menos el fútbol sin aditivos?

Eso es imposible, pero sí. Echo de menos que el fútbol se parezca más a lo que debería ser el fútbol. Pero al final, el fútbol es un agitador social, un torbellino social... aunque no deja de ser fútbol. Ahora cualquiera, desde un teléfono, tiene la posibilidad de hacer daño de forma gratuita. Y mucha gente que decide actúa desde el miedo. Muchas decisiones se ven condicionadas.

Volvamos a tu trabajo como entrenador. Esta temporada estamos asistiendo a la explosión de un chico en el que confiaste en tu última etapa en el Deportivo, Yeremay. ¿Qué opinas de su evolución?

Los del Deportivo son chicos por los que tengo un cariño muy fuerte. Yeremay lo ha aprovechado, le está diciendo a todo el mundo todos los días que quiere ser jugador de verdad, de los buenos. Le están saliendo las cosas, pero le salen porque en el Dépor le están dando oportunidades. Y se las dan porque el chico se las gana a diario. Yo me alegro, siempre me alegro por la gente que tiene claro lo que quiere y lo pelea, tenga la edad que tenga. Admiro personalmente a ese tipo de personas.

¿Ha crecido en más aspectos que el futbolístico?

Él es consciente de que el fútbol no es hacer un caño, una bicicleta o meter un gol por la escuadra. El fútbol son muchísimas cosas durante 24 horas. ¿Por qué? Porque mientras tú te relajas y descansas hay otro que está entrenando porque te quiere comer el bocadillo. Como pares, estás muerto. Yeremay es consciente y seguro que tiene gente que lo prepara y lo quiere bien, que le despierta esa necesidad. Por eso al talento que tiene añade disciplina, constancia y ganas de llegar a ser la mejor versión posible en otros aspectos, como el descanso, la nutrición, la composición corporal, el trabajo de fuerza, etcétera.

También se ha consolidado Mella, que debutó contigo.

En el Deportivo viví un momento que habla a las claras de lo que David Mella quiere. Estábamos en un entrenamiento en Riazor y yo estaba hablando con otro jugador. Él estaba por ahí cerca y ponía la oreja. Venga a poner la oreja, venga a poner la oreja. Cuando acabo de hablar con el compañero, se acerca y me pregunta por un par de cosas relacionadas con lo que estaba hablando con el anterior. Yo le dije que estuviese tranquilo y se empapase, que se familiarizase con sus compañeros, con estar en el primer equipo, que tratase de crecer. Pero ese poner la oreja, ese preguntar... denota hambre y deseo. Y ahora mismo hay un indicador en el fútbol de alto rendimiento que tiene que ver con el hambre. Todo eso nace del vientre, de las entrañas. Si no lo tienes, tienes fecha de caducidad en esto.

¿Ha sido esa hambre la clave del ascenso del Deportivo?

Me quedo con una frase que me dijeron hace años y que me acompaña. Cuando una persona sabe a dónde va, el mundo entero se aparta para dejarle paso. Esa es la realidad. Hay muchas personas que abandonan ante situaciones de dificultad y no hacen bueno el dicho, pero tengo claro que la perseverancia y el tenerlo claro y el insistir y el persistir una y otra vez, ese 'me caigo y me vuelvo a levantar', termina situándote cerca de lo que quieres. El éxito es obtener lo que uno quiere, la felicidad es estar contento con lo que obtienes en tu día a día. La persona que es feliz de este modo transmite esa felicidad y además le permite obtener rendimiento. El hambre es un rasgo totalmente definitivo, sí.

¿Es también un factor relevante para que el entrenador sepa distinguir cuándo está preparado para el máximo nivel un chico joven?

En esto entran muchas cuestiones. Cuando piensas en dar confianza y tiempo a los chicos, por lo general eso se traduce en más tiempo todavía. Es fundamental trabajar y ofrecerles recursos de todo tipo para que cuando llegue el momento se estabilicen. Se trata de que su participación no sea efímera, de un día o dos, o un mes o una temporada, sino que tenga continuidad. Es cierto que a veces nos apoyamos en eso para justificar nuestra decisión de no ponerlos... hasta que la realidad te dice que están para jugar. Entonces es cuando uno es consciente. Yo te puedo hablar de mí: se trata de sentirlo, de verlo, de tener los ojos abiertos. Podemos hablar de Mella, de Yeremay o de Villares, me da igual. Eso se siente. Hay un momento en que sabes que tienes que ponerlo a jugar, porque sabes que te va a acercar a la victoria. Da igual el DNI, las circunstancias, de dónde venga y que haya jugado 300 partidos menos que otro. No se trata de regalárselo a nadie, ni de caer en el tribuneo y el postureo barato. Hay otro denominador común: que el perfil de jugador más veterano busque al chico, que se apoye en él. Los jugadores más expertos tienen la capacidad de discernir quién sí y quién no, quién es bonito y quién es bueno de verdad. Después también tiene que haber un porcentaje de coraje y valentía para darles el empujón, claro.

¿Y cuándo está listo un entrenador? Tú empezaste muy joven.

Yo empecé a entrenar en Tercera fuera de Galicia. Tenía 24 años. Cuando tenía 27 o 28 ya se había hablado de mí como posibilidad en otros equipos de categorías superiores, pero decían que era muy joven. Con 33 había ascendido a Segunda División con la Cultural Leonesa y seguía siendo muy joven. ¿Cuál es la edad, entonces? Al final hay gente que es capaz de expresar rendimiento a una edad temprana, otras personas por lo que sea necesitan otro proceso. Y en esto también podemos volver a hablar otra vez de las entrañas, del hambre y del deseo.

¿Echas de menos Coruña?

No es cuestión de echar de menos. Esto es sencillo, yo voy a ser deportivista esté quien esté, voy a querer que gane el Deportivo con independencia de mi situación. No tengo ni idea de si voy a volver alguna vez o no voy a volver nunca. Te puedo hablar de lo que a mí me gusta y lo que me gusta es el Dépor, pero más quiero que al Dépor le vaya bien. El fútbol es muy caprichoso y lo que parece sí es no y todo lo que parece que no, después es que sí. Les deseo lo mejor, que se estabilicen y que hagan el mejor año posible. Hay que valorar que hace cuatro años todo el mundo quería estar donde ahora se está. Es bueno no perder perspectiva. Se trata de trabajar, de ser valiente e ir hacia adelante. Ojalá que el Deportivo pueda dar en breve otro pasito. Y si no lo da en breve, pues que sea dentro de dos ratitos, y si no que sea en tres, pero sin desistir ni abandonar.