La lengüeta está de vuelta: sin Beckham, Del Piero ni Totti, Rihanna salvó tu accesorio favorito
Cronología de un artificio innecesariamente fundamental.
Innecesaria y por tanto imprescindible, la lengüeta forma parte del imaginario balompédico. Puma, Diadora, Umbro, Lotto y sobre todo Adidas, que acaba de lanzar la tercera versión de sus célebres Predator Mania (2002), han recuperado un accesorio que hasta hace poco estaba en peligro de extinción. Las nuevas botas no la incluían. Cada gramo cuenta. Los avances tecnológicos suprimieron sus funciones primitivas: amortiguar el golpeo, reforzar una superficie de desgaste o proteger los cordones. Antes de resurgir, la lengua vivía en el limbo. Olvidada por los protagonistas, aún anhelada por los espectadores. Con sus embajadores Beckham, Totti o Del Piero ya retirados, Rihanna —habéis leído bien— tomó cartas en el asunto. El marketing de la melancolía hizo el resto y ahora vuelve a ser un éxito de ventas. Pero ¿cómo hemos llegado hasta aquí?
La historia de la lengüeta es un trayecto silencioso hasta la notoriedad. Se podría decir que siempre estuvo presente (en versión no doblada), aunque nadie tenía claro su propósito antes de los 80. Iban pasando las décadas. La lengüeta se hizo mayor, en tamaño y en edad, pero ni fabricantes ni futbolistas le hacían demasiado caso. Hacia arriba sin remedio. Hacia abajo por casualidad. Con y sin colores o letras que la decorasen. Mejor o peor doblada. Un recurso sin domesticar y sin explotar. Puma tuvo la suerte de equipar los pies privilegiados de Pelé, Cruyff y Maradona, pero perdió la oportunidad de ensalzar la lengüeta que ya tenían las memorables King.
A lo largo de los años 80, varias marcas mueven ficha. Adidas, que nunca había presumido de lengüeta en las infinitas Copa Mundial, anuncia el modelo Cartagena (1985) mostrando una doblez de acabado interno y sin decoración. ¿Experimento futurista o pura casualidad? Sea como fuere, pronto otras firmas dan con la tecla. Japón e Italia lideran la innovación. Mizuno comercializa las soberbias Morelia, que pasarían a la historia gracias a Rivaldo y sus botas blancas en el Mundial de 2002. Pantofola D'oro propone las Diablo, también con lengua decorada y a la vista. El primer influencer es Ruud Gullit, cuyas Lotto Stadio incorporan un atractivo pliegue blanco —curiosamente no verde, color que asociamos a Lotto— y abren un mundo de posibilidades. Gullit disputa con ellas las Eurocopas de 1988 y 1992, un ejercicio de longevidad que hoy se antoja imposible. Bellingham, Alexander-Arnold y otros neolengüetistas cambian de botas cada pocos partidos.
Las mencionadas Lotto y Puma, además de Diadora, Reebok, Kelme o Asics empiezan a darle mayor protagonismo desde principios de los 90. Por entonces, los fabricantes aprovechaban cualquier rincón de la indumentaria para aplicar elementos de marca. La lengüeta como sinónimo de branding. Nike y Adidas la adoptan en sus modelos de punta. La doblez de las Tiempo (1994) era indomable y la de las Predator Rapier (1995), personalizable. Imágenes de la época corroboran que había dudas entre los jugadores, pero el aficionado ya tenía claro qué hacer con ella. Idolatrarla primero, tratar de dominarla después. Para 1996, el mercado de las botas se habría rendido a un accesorio noventero en esencia. Mantenía cierta utilidad, pero era, sobre todo, un capricho estético. En 1998 aparecen Mercurial y Accelerator, acaso los modelos más influyentes de la historia del calzado futbolístico. Un hecho sintomático: mientras Adidas exagera el culto a la lengüeta, Nike la reduce a su mínima expresión.
La fase 1998-2004 marca el esplendor de las dobleces. Cada vez más vibrantes y coloridas, incluyen elementos de marca o personalización para los mejores pies del panorama mundial. Aunque probablemente no tuvieron otra opción, los cracks del momento parecían más obsesionados por ella que quienes admirábamos desde el sofá. Uno imagina a Beckham, Del Piero, Totti o Figo colocando una pinza sobre la lengüeta de sus botas antes de irse a dormir. Solo Ronaldo, denominado futbolista venido del futuro, no fue lengüetista habitual. Sus Mercurial Vapor abrían paso a la tendencia que dominaría la década sucesiva: las botas a dieta.
Beckham fue el mejor embajador posible de un accesorio que estiró como nadie y cuidó de forma enfermiza. El culto a la lengüeta determinó dos innovaciones lideradas por Adidas: la introducción del velcro en Predator Precision (2000) y la utilísima goma en Predator Mania (2002), la última bota rescatada por Adidas en 2024. El inglés asegura que él mismo pasó el feedback al fabricante. Elegimos creer. Las dobleces tocan techo en el Mundial de 2002, donde conviven las Mania de Beckham, Zidane o Rui Costa, las Mizuno Morelia de Rivaldo o las Nike Total 90 II de Totti o Figo. Casi nada.
Siempre adelantándose al futuro, Nike lleva a cabo una cruel —aunque visionaria— deslengüetización desde 2003. Las Total 90 III prescinden del pliegue, completando así el proceso iniciado en el 98 con Mercurial. Casualidad o no, Totti cambia Nike por Diadora en 2005. La marca italiana proyecta botas a medida para Il Capitano, con lengüeta y goma para ajustarla, mientras el mercado camina en dirección contraria. Totti, que forzaría a menudo una doblez que pertenecía al pasado, acaba teniendo razón a su manera. Al retomar la relación contractual con Nike en 2014, la firma norteamericana le prepararía modelos especiales con su accesorio favorito.
De 2008 en adelante, las mismas marcas que abrazaron con furor la moda de los pliegues se olvidan de ellos. En busca de ligereza y comodidad, incluso las Predator dejan de sacar la lengua. El último superclasse en lucir habitualmente lengüeta fue Ronaldinho, que había probado Total 90 y Mercurial. Sus R10 fundían la estética de las viejas Tiempo con el rendimiento de las nuevas Mercurial, la intersección perfecta. En 2007, Kaká fue el último Balón de Oro asiduo a la lengüeta, con goma y mensajes religiosos incluidos.
Messi y Cristiano Ronaldo no han llevado lengüeta prácticamente nunca (el argentino vistió ocasionalmente Tiempo y T90 en sus inicios). ¿Cómo va a haber jóvenes lengüetistas? Tampoco los teóricos sucesores se lanzaron. No se recuerda a Neymar, Mbappé, Haaland y otros primeros espadas con la mágica doblez en sus botas. Y es entendible, la lengüeta no puede significar mucho para ellos. Así las cosas, nuestro accesorio favorito se convirtió en mero recurso narrativo. Un instrumento para enfatizar lo retro. Era más probable verla en un desfile de moda o en la portada de Vogue que sobre un campo de fútbol. En cada lanzamiento, las marcas —que explotan la nostalgia de pies a cabeza— la usaban de forma más simbólica que funcional. La doblez era un adorno para embelesar al cliente cuarentón, no un rasgo vigente.
Que la moda la incorporase a sus códigos fue arma de doble filo. La lengüeta llegó a estar descontextualizada. A flirtear con la caricatura. A falta de futbolistas que la estirasen, mimasen o ajustasen, contó con la ayuda de embajadores de lujo. Rihanna a través de Puma/Fenty o la diseñadora Wales Bonner en colaboración con Adidas la acercaron a la extravagancia de la pasarela, sí, pero también la devolvieron al armario de muchos jóvenes. Cuando Balenciaga 'futbolizó' sus creaciones allá por 2020, el público entendió que se trataba de un ejercicio de disrupción circunscrito a una Fashion Week, no una idea real para la calle. Sin embargo, el éxito de zapatillas como las Puma Avanti o las Adidas Samba rescató la lengüeta para el uso diario y animó a las firmas a darle una nueva oportunidad sobre el campo.
A finales de 2023, Adidas reeditó las Predator con lengua dejando claro que no queda ni rastro de aquella ironía. La lengüeta vende. Los consumidores pusieron de su parte: expectación, fiebre por un accesorio que, bueno, quizá no es tan innecesario y ediciones agotadas desde la preventa. Las botas con doblez son mucho más populares que la versión sin ella o una línea laceless (sin cordones) tan cómoda como anodina. Las primeras tiradas de la generación Predator 24 sorprendieron a la propia Adidas, que ha reconocido que no esperaba tanta demanda y tan buena acogida. La vuelta de nuestro pliegue favorito demuestra que la nostalgia sigue importando más que la performance. Buena noticia, si me preguntan.